Adán Echeverría
– Mandamos los micrófonos a nuestro corresponsal. ¡Adelante!
– Acá estamos con el escritor, justo después de terminar la presentación de su libro. Antes de cederle la palabra, déjame decirte –y a ustedes, queridos televidentes– que la situación estuvo a punto de salirse de control. Pero el escritor supo salir adelante. Dígame, mi escritor, ¿qué sucedió?
– Bueno, pues: Estaba leyendo poemas de mi más reciente libro, «La vanagloria del humilde», un libro… muy-muy-llegador, tengo que reconocerlo…
– Claro, claro.
– Y los lectores que hoy me acompañaron…
– ¡Te amamos poeta!, ¡Te queremos! ¡No te nos mueras nunca!
– Perdón, querido auditorio, ha sido un espontáneo que se cruzó. Continúe.
– Te decía que los lectores que hoy nos acompañaron fueron incendiándose con cada verso. Una pareja de chicos comenzó los besos mientras yo leía; los espectadores los miraban, y la temperatura fue subiendo. Entre besos, caricias y poemas, cayeron las ropas. Yo continué la lectura, y con cada verso se prendían más. Esto se volvió ¡una orgía! Así que decidí aventarme de jalón la lectura de todo el libro, para hacer que todos terminaran también.
– Es lo que ha ocurrido en este auditorio. Las imágenes no las podemos transmitir en tv abierta. Y miren que apenas es la primera sesión de la Feria del Libro de Poesía. ¡Vengan, la pasarán genial!
– Lo que nos espera, entonces. Gracias por tu reporte. Vayamos a un corte y al volver…