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Evaluación o Castigo por no cumplir Estándares Educativos

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Evaluación o Castigo_1

Las escuelas públicas transmiten su propia heroicidad: de los maestros cardenistas y sus apostolados, a las ínfimas condiciones físicas en las que los maestros de hoy dan clases bilingües en una sierra, en una cañada, o a la mitad de un desierto”.

FABRICIO MEJÍA MADRID (ESCRITOR Y PERIODISTA)

Sin tener la formación docente, gracias a la literatura me ha tocado hacerla de “profesor de lectura y escritura”, sobre todo en ambientes no convencionales: niños de comisarías o adolescentes internos del Centro de Especialización en la Atención para Menores en Desamparo (CEAMA), donde aprendí a valorar que no es lo mismo enseñar a alumnos en una ciudad con todo lo necesario, que en las olvidadas zonas rurales, en la profundidad de la sierra, cerca de una cañada o en medio del desierto con cerca de 50 grados centígrados de calor.

Aclaremos: No es casual que la gran mayoría de profesores que integran la combativa Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) sean de los estados de Chiapas, Oajaca, Guerrero, Tabasco y Michoacán, donde se concentra la mayor parte de las comunidades indígenas de los 63 grupos étnicos que sobreviven en Méjico.

Los docentes de la CNTE son, en su mayoría, educadores que estudiaron en Normales rurales, en las condiciones más difíciles porque son escuelas con muy poco presupuesto, en situaciones precarias, atendiendo alumnos en condiciones de pobreza económica y social en relación con los estudiantes de las urbes; se graduaron como profesores y regresaron a dar clases a niños de comunidades del campo en sus propios estados o lugares vecinos.

Como su “derecho a la educación” debieron defenderlo “a capa y espada” pues, de todas las Normales fundadas durante el Cardenismo, el Gobierno ha desaparecido varias y las que aún permanecen cuentan con muy poco presupuesto para un mundo de carencias intelectuales y materiales, están acostumbrados a presionar socialmente para conseguir cuando menos lo básico para su proceso de enseñanza-aprendizaje.

Como les he comentado otras veces, el principal obstáculo enfrentado por los profesores rurales cuando se plantan frente a un salón de clases, sobre todo cuando les toca atender a niños de comunidades indígenas, es el de contemplar un contingente de rostros infantiles ávidos de aprender en su propio idioma nativo y un atribulado educador bilingüe cuenta con un programa escolar, pero en español, sin saber cómo traducirlo al lenguaje de los alumnos monolingües.

Y comienza la ardua tarea, la cual sería imposible si el pedagogo no cuenta con la suficiente heroicidad para hacerla de “paciente traductor”, “asesor cariñoso”, “educador abnegado”, y hasta “proveedor solidario” con las necesidades espirituales e intelectuales, y hasta con las carencias materiales de sus alumnos-protegidos.

No es lo mismo dar clases en un plantel citadino de Mérida, con alumnos desayunados, todos sus útiles escolares y los implementos materiales, tecnológicos y técnicos indispensables para desarrollar bien la labor pedagógica, que impartir clases bilingües en salones sin ventilación, con sillas rotas o de plano bajo un árbol, con tal de continuar transmitiendo entre los alumnos, aparte de los saberes necesarios, el concepto mismo de “nación”, como sostiene Fabricio Mejía Madrid.

Cualquiera sabe que los ejemplos ilustran: cuando uno como “profe” se topa con la falta, no digamos de salones de clases o ventiladores sino de bibliotecas, libros, o pizarrones, además de problemas de entendimiento debido al monolingüismo de alumnos de zonas rurales, el proceso de enseñanza-aprendizaje se vuelve un acto de heroísmo que cumplen a cabalidad los maestros rurales de la CNTE, a quienes pretenden aplicar un mismo examen “evaluativo” que a los mentores de las ciudades.

edgar rodríguez cimé

edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx

Colectivo Cultural “Felipa Poot Tzuc”

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