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Letras
Parsifal
[Serapio Baqueiro Barrera]
(Especial para el Diario del Sureste)
Corría el año de 1894 –se aproximaba la fecha en que se cumpliría el 4º Centenario del descubrimiento de América–, y una culta sociedad, distrayendo un momento los fines de sus estatutos, pues entiendo que era una sociedad coreográfica el Liceo de Mérida, convocó a un certamen literario para conmemorar suceso tan trascendental en la historia de la humanidad y principalmente para loar en una oda o canto lírico, como entonces se decía al inmortal descubridor de este continente.
Todos los poetas peninsulares concurrieron a tan sonadas justas literarias, distinguiéndose entre ellos don Delio Moreno Cantón y don Eucario Villamil Vales.
El jurado calificador pronunció un veredicto favorable al primero de estos poetas. Su oda del más puro corte clásico, como también entonces decían los críticos literarios, parecía cincelada en pentélico mármol, y así se expresó en el laudo correspondiente.
Su competidor, el inspirado poeta Villamil Vales, no se conformó ante la adversa decisión del jurado y, en la mañana del 12 de octubre del año en referencia, leyó en una fiesta celebrada en las galerías bajas del H. Ayuntamiento su lírico canto; no se resignó con su derrota; creyó que se había cometido una injusticia en contra suya, porque establecía una diferencia entre la oda que es serena armonía, música de inalterables pausados ritmos, orden y simetría; y el verdadero canto lírico, que es rapto de inspiración insólita, vuelo incontenible de la imaginación.
El poeta Villamil leyó en esa fiesta su canto lírico, mejor dicho, lo declamó, lo cantó como sólo él sabía hacerlo; si un rey antiguo le hubiera escuchado en esa ocasión, con toda seguridad lo habría nombrado su lector de Cámara:
Levántate Colón, deja esa tumba,
no es el estrecho recinto de un sepulcro,
capaz para guardarte.
que hasta el inmenso Océano,
es pequeño, Colón, para encerrarte.
En el momento en que escribo no tengo a la vista el canto del poeta y, haciendo un poderoso esfuerzo imaginativo, perdonadme la inmodestia, he transcrito estos versos como los escuché de sus labios en aquella remota época, cuando era yo todavía muy niño: los escuché estremecido de emoción; entonces los vibrantes versos se me antojaron que eran resonancias, que un soplo fuerte de viento en un gran incendio arrancaba a las enormes lenguas de fuego.
El poeta don Eucario Villamil Vales escribió un libro de versos con el título de Hojas negras, en que se nota el influjo que ejerció sobre él el sevillano poeta Gustavo Adolfo Bécquer.
He dicho influjo y no quiero que de ninguna manera se entienda que me he valido de un eufemismo para no hablar de imitación servil y mezquina, como infinidad de versificadores de estos rumbos hicieran de las famosas rimas becquerianos.
Villamil Vales tenía inspiraciones propias, pensaba y sentía con originalidad, pero era apasionadamente romántico como Bécquer; y un poeta romántico necesariamente tiene que ser apasionado cuando está triste, cuando está alegre y cuando está amando.
El poeta Villamil Vales amó acendradamente todo lo hermoso, noble y bello de la vida, y murió a la edad de 34 años.
Diario del Sureste. Mérida, 9 de abril de 1935, p. 3.
[Compilación y transcripción de José Juan Cervera Fernández]