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Estío

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Letras

Joaquín Pasos Capetillo

 

Para Lily

Julia, rubia sensual de catorce germinales, se contorsiona, se revuelve en su lecho de núbil con movimientos reptílicos.

Los claros tapices que cuelgan de las paredes la ahogan. Se fastidia. Hasta los chinos del biombo con sus enormes quitasoles, que ayer tanto le divertían con sus fauces grotescas, la molestan.

Distiende las piernas en ademanes lascivos y entre sus labios carnales dibuja un gesto de tedio.

¡Oh, cálidos amaneceres de estío!

Por la abierta ventana invaden la alcoba: efluvios de céfiro, cantos de mirlo y perfumes de jazmines.

Las ramas, que divisa, en dulce berceuse parece que la llaman, la invitan a gozar de la dulzura del trópico que esplende en el jardín. Julia no espera más, se restriega los ojos como borrando los últimos estigmas del sueño y baja ligera, bailando sus pies desnudos la zarabanda de la alegría entre sus chinelas de chagrín rojo.

La lluvia de anoche limpió las hojas de los árboles y, brillando humedecidas, parecen dadas de jardín japonés. Sobre los laguitos que formó el agua revolotean las mariposas, y los tiestos berroqueños filtrando el líquido parece que sudan. Julia atraviesa los angostos senderos marginados de flores, semejando casi desnuda una diana cazadora, y llega hasta el estanque…

Viendo el agua que muestra en su superficie unas placas verdosas hace un mohín de disgusto. ¿No habrá baño? Sumerge el pie de tintes de ónix y percibe el fondo claro del estanque sembrado de guijas blancas.

Comienza a desnudarse con estremecimientos de pudor y frío. Asoman las frescas copas de senos diminutos, las combideces de sus caderas y sus muslos sonrosados de vetas azulosas.

Se enarca y con las manos juntas hiende su cuerpo de diosa el cristal del agua que se rompe.

Desaparece un momento bajo las ondas y cuando vuelve a surgir, chorreando agua por todas partes, las gotas adheridas al oro de su pelo semejan una diadema de brillantes. Se tiende en posición hierática sobre la orilla, mientras un fauno de bronce, parado junto a ella, creeríase sonríe viendo una afrodita tan hermosa.

 

Mérida, Yucatán.

 

El Eco Literario. Edición del lunes de El Eco del Comercio. Mérida, año I, núm. 26, 13 de julio de 1903, p. 4.

[Compilación de José Juan Cervera Fernández]

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