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Esencias vitales

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Letras

José Juan Cervera

En memoria de una amistad fecunda

El destino de los libros puede enlazarse con el de las personas, de tal modo que llegue a convertirse en conciencia bienhechora. El afán de registrar acontecimientos, preservar imágenes y plasmar ideas e impresiones diversas en los contenidos bibliográficos adquiere también una dimensión afectiva que fortalece los vínculos comunitarios.

Entre 2015 y 2019, tras concluir su desempeño profesional en el campo de los servicios financieros ocupando puestos ejecutivos, el abogado Carlos Roberto Barrera Jure (1955-2022) editó un conjunto de libros que reflejan distintos rasgos de su personalidad y los temas que marcaron los caminos de su inteligencia. Sus preocupaciones ecológicas, su apego a los valores familiares, las etapas sucesivas del aprendizaje formal, los recursos de inversión bancaria y las estrategias publicitarias constituyeron líneas claras de sus intereses vitales.

La convivencia familiar y el desarrollo de sus estructuras ya se hacían visibles en el título de la revista que Carlos dirigió en 2016: Ser Familia, la cual constó de ocho números que circularon entre los meses de abril y noviembre de ese año. Tomó cuerpo en las memorias de infancia de Raúl Emiliano Lara Barrera (2015), pariente del editor, y en Genealogía gráfica de los Barrera 1798-2015 (2016), que siguió el rastro de sus antepasados, asentados en la región de los Chenes, en Campeche. Anecdotario de los Barrera (2018) remató su vigoroso testimonio de esta secuencia temática, que en cierto modo se prolongó con la edición de Breve orientación para el manejo de un rancho ganadero en Yucatán (2019), de su padre Armando Manuel Barrera Baqueiro, texto acompañado de varias fotografías familiares.

Guardianes del tiempo, árboles extraordinarios de Mérida es una serie de cuatro tomos que Carlos publicó entre 2017 y 2019, en la que expone la admiración y el respeto que los árboles le inspiraron siempre. Reúne comentarios y fotos de los ejemplares frondosos que encontró en sus recorridos a lo largo de su ciudad natal, en parques, colonias, calles y avenidas, con pleno convencimiento de que la defensa de las especies vegetales es un esfuerzo que favorece la calidad de vida humana (“Procuremos siempre que nuestros actos dejen una huella verde en nuestro camino.”) Así mostró vistas de árboles sobrepuestos a confinamientos extremos, mutilaciones y usos inadecuados en la vía pública, mientras que en otras extienden sus ramas con majestuosidad en espacios más amplios, como las plazuelas de algunas comisarías meridanas.

Otras obras dan fe de su vocación de servicio como gestor de valores de inversión y de estrategias empresariales y comerciales, todo bajo el sello de un compromiso explícito de responsabilidad social (“La venta bien hecha está orientada hacia la satisfacción del cliente y no hacia la ventaja del vendedor.”) En este orden surgió una compilación de textos suyos publicados entre 1993 y 1999, una retrospectiva de publicidad gráfica local que abarca tres décadas, y una memoria que refiere su labor como presidente de la asociación Ejecutivos de Ventas y Mercadotecnia de Mérida, cargo que ocupó en dos periodos consecutivos.

Un libro más acoge sus recuerdos de estudiante en el Centro Universitario Montejo, espacio educativo en que tuvo como maestros y condiscípulos a personajes que han desplegado un papel relevante en la sociedad yucateca. Durante esta fase formativa participó con entusiasmo en la edición de periódicos que circularon entre el alumnado, al calor de una iniciativa que alcanzó a otros planteles escolares, dando vida en 1977 a un impreso mensual denominado Diálogo. Revista de Comunicación Intercolegial.

Su capacidad de observación y su sentido de la estética visual lo llevaron a imprimir un volumen en que seleccionó imágenes fotográficas de su autoría, distribuidas en apartados con diferentes enfoques: la exclusión social que priva sobre los ancianos indigentes en las calles de Mérida, el solemne mutismo que sugieren los pórticos de varios cementerios yucatecos, las prácticas recreativas de las temporadas veraniegas, y los rostros de la infancia en proceso de descubrir los gozos y los sinsabores de la existencia.

Se trata de una suma de perspectivas que incitan a mirar a profundidad la envoltura en que se hacen presentes los hechos cotidianos, y a depurar los canales en que llegan las impresiones del mundo, e incluso a discernir los estímulos que obran para vislumbrar, en lo posible, la esencia que anima las manifestaciones del ser.

Un legado con estas características representa un logro invaluable.

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