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Editorial
Entre las notas de la semana anterior publicadas en los medios informativos, sin discusión han sido las políticas las que han atraído más la atención, tanto en el ámbito local como nacional: en Yucatán, por la respiración artificial con que se intenta impulsar a un partido tricolor por tres corrientes internas que influyeron en su anemia política, y en lo nacional por una alianza de fuerzas, desechadas por la elección del pasado julio 2018, que ahora pretenden convertir una desgracia lamentable en terreno fértil para las ambiciones y nostalgia por el poder.
En uno y otro caso los intentos han resultado fallidos. En lo local, tres exgobernadores aun llevando a cuestas sus fallos y errores, convocaron a una militancia de base que les dijo No en las pasadas elecciones a que reflexionen y retomen el redil de la disciplina partidista tricolor. Ninguno mencionó los fallos de su actuación política y partidista a sus actuaciones, ya sea por la insatisfacción de su acción gubernamental o el olvido que, por su tendencia a la atención de sus intereses o el de sus círculos más cercanos, limitó su servicio a la comunidad.
Una oportunista convocatoria abierta con miras a próximas elecciones locales es lo que preocupa a las cabezas de grupo, cartuchos percutidos los tres en las postrimerías del siglo anterior y los primeros años del presente siglo XXI. Los antiguos militantes no olvidan la cerrazón en favor de nuevas figuras de los antiguos gobernantes, y la marginación hacia nuevas vocaciones políticas de los jóvenes. Es más, mujeres y jóvenes son grupos postergados aun ahora en las decisiones del partido añorante de su pasado de gloria.
La otra nota relevante es referente a la lucha presidencial contra las fuerzas oscuras de la corrupción y el saqueo de los recursos públicos nacionales. Desde luego nos referimos a la abyecta alianza de políticos y “empresarios” para disponer en su beneficio de lo que es patrimonio de todos los mexicanos, no de unos cuantos personajes corruptos que han hecho del petróleo mexicano, mediante el saqueo físico y financiero, la mayor fuente de sus riquezas, desde luego, mal habidas.
Desviar los ductos, ordeñarlos, involucrar a un pueblo depauperado en acciones ilegales, tuvo como fatal resultado hace algunos días decenas de muertos y heridos en una humilde comunidad de Hidalgo.
La manipulación de hechos, el falseo de la información noticiosa y el manejo desde sus centros de poder de algunos comunicadores bisoños, o previamente aleccionados, ha intentado deformar los hechos que, a gustarlo o no, son de su absoluta responsabilidad como los creadores y capitalizadores que son de este sistema de saqueo a la nación que ha quedado al descubierto.
Los humildes pobladores del municipio mártir son víctimas de esa corrupción que no es reciente, sino que fue escalando hasta ser puesta a la vista del país y el mundo, exhibiendo el grado a que se había llegado en elevados niveles de gobiernos anteriores, producto del neoliberalismo y/o la inmadurez de partidos políticos, que mantuvieron dieciocho años continuos de saqueo a bienes de la nación.
Las conclusiones sobre esta tragedia son de censura total a los diseñadores de esta sangría petrolera a los ductos, a quienes la crearon y protegieron durante tres administraciones, y a quienes ahora ven de lejos las muertes de mexicanos en tanto ellos, desde sus guaridas, siguen contando los cerros de monedas y billetes ensangrentados fruto de su traición a México y los mexicanos.