XXXV
HISTORIA DE LA LITERATURA EN YUCATÁN
La “Historia de la Literatura en Yucatán” del Lic. José Esquivel Pren amerita por su importancia el análisis de un crítico de oficio. Dadas mis limitaciones en este terreno, nadie espere que el presente ensayo esté a la altura del objeto estudiado. Para la revisión justa de un texto de tanta miga, hace falta algo más que buena voluntad.
Esquivel Pren, literato ilustre reconocido sin ambages, es uno de los próceres de la literatura mexicana. Así lo demuestran la solidez y la vastedad de sus creaciones. Según mi modo personal de sentir, y atenido a mi gusto, es ante todo poeta. La crítica nacional y la internacional parecen coincidir en este aserto. Ello, sin menoscabo de su prosa florida, desenvuelta, arcaica y en ocasiones demasiado erudita, pero tan inteligible siempre, que está al alcance del lector no iniciado, mismo a quien Cortázar define como “lector hembra” por su escaso aguante y en oposición al “lector macho”; el último, recio para adentrarse en Joyce, en Faulkner, en Lezama Lima, en el propio Cortázar –en especial el Cortázar de “Rayuela”– y en otros campeones de la literatura esotérica. A mi entender, no es pecado de la prosa verse favorecida por una o por varias hembras, y es casi seguro que el más aventado y viril “lector macho” querrá sumirse alguna vez en las aguas mansas de una sintaxis libre de obscuridades. Quizás sea en el transcurso de la convalecencia de grave enfermedad cuando el espíritu está ávido de bálsamos y es proclive a las claudicaciones.
La actividad del maestro Esquivel Pren en este vasto campo, el de la literatura en prosa, comprende artículos periodísticos, crítica, ensayos, conferencias, historia, memorias, novela y cuento. No sé si también alguna obra de teatro poco difundida y nunca representada. En mi afán de ser franco, y a riesgo de merecer censura, considero que es en la novela y en el cuento donde se halla lo más frágil y perecedero de su producción, no obstante que las unas y los otros rebasan con holgura el punto medio de la calidad y a veces se acercan a lo excelente. Pero no es sólo cuestión de calidad, son las debilidades inherentes al género que suele morir con su época y en el que únicamente sobreviven unos cuantos titanes. En lo que atañe a sus artículos, conferencias y ensayos, en los cuales alcanza culminaciones exquisitas y prodiga su sentido del humor, corren también peligro de perecer, aunque la causa es otra. Lo cierto es que abandonan la circulación a corto plazo. Si nadie los rescata y los edita en uno o varios volúmenes, irán a dar a los anaqueles de alguna hemeroteca. Allá servirán de pasto a las polillas o se trasladarán al microfilme. De cualquier modo, los envolverá el silencio. O si acaso quedarán a merced de los rastreadores empecinados, los eruditos y los historiadores de relumbrón. Es una pena que la serie de memorias que tituló “Antes de que se me olvide” esté en el mismo predicamento. Seguramente y por igual camino pasarán pronto al olvido con todo y su título evocador.
Vamos ahora al punto central de mi trabajo que es la obra más trascendente del maestro Esquivel: “Historia de la literatura en Yucatán”.
Penetrar en las honduras de este libro maravilloso es embarcarse en una emocionante gira llena de sorpresas. Los XVII tomos y las 7427 páginas de que consta lo convierten en una obra de consulta imposible de leer de corrido. Por fuerza, su lectura ha de ser fragmentaria, despaciosa, sin orden ni apremios. Más o menos, y proporción guardada, como repasan los especialistas El Quijote, La Biblia o el libro de “Las mil y una noches”. Se puede comenzar por cualquier capítulo e ir de adelante hacia atrás o viceversa. Se antoja un sitio solitario y en silencio, o con suave música de fondo, Clásica, claro está. O, en su defecto, para estar a tono con el contenido, canciones yucatecas con acompañamiento de guitarras. Paso por alto comodidades tales como el aire acondicionado y la blandura de un sillón de peluche, de los que las mentes doctas saben prescindir; no así los dormilones que se aferran al reposet y usan los libros como inductores del sueño. Sin embargo, bien pueden los flojos, si lo desean, adoptar la posición de la pachorra, porque la posibilidad de dormirse con esta obra en las manos es prácticamente nula. Sólo los pobres de espíritu, los analfabetos y los prisópatas no tienen acceso a tal tipo de esparcimiento. Estupenda en su contenido, y monumental en su extensión, traza la personalidad, a veces con mano segura y a veces un tanto desdibujada, de cerca de 500 literatos –455, si queremos ajustarnos a la realidad– entre poetas, historiadores, novelistas, cuentistas, humoristas, conferenciantes, dramaturgos, oradores y mecanoadictos. No cabe decir plumíferos, porque hoy las plumas de ganso han sido reemplazadas por la máquina de escribir. De todos modos, parecen muchos para provenir de un solo lugar geográficamente pequeño y culturalmente pobre.
Declaro que nomás he leído de manera íntegra los tres primeros tomos, ya que dispuse de ellos con suficiente tiempo, desde su primera edición. También leí la mayoría de los capítulos que se publicaron semana a semana en el Diario de Yucatán; pero aquello es cosa del pasado, y la memoria no puede ser tan fiel para que conserve la prolijidad de los datos. Por ello, para refrescarla y deleitarme de paso, hoy los recorro cada vez que puedo y me detengo al azar o, guiado por mi curiosidad a la vera de tal o cual pasaje, con la avidez de un niño en un parque de diversiones.
Porque tal es, a final de cuentas, este libro excepcional, sin menosprecio de su función histórica y educativa. La temática queda implícita en el título, es cierto. Pero hay que aclarar que no se trata tan solo de un farragoso análisis de la Historia, y mucho menos de una simple crónica o relación escueta de los acontecimientos. ¡Qué va! Es libro tan variado, tan rico en matices –nada más en cuanto a su amenidad– a aquellos viejos almanaques de la casa Bristol que contenían de todo y que hacían temblar de gozo a los bibliófilos con solo tocarlos o mirarlos de lejos.
En efecto, vuélvanse las hojas una a una. Encontraremos descripciones del momento y del medio, lecciones de preceptiva, biografías de autores vivos y muertos, anécdotas, poemas, cuentos, leyendas y un sinfín de reproducciones parciales de notas periodísticas, prólogos, cartas, juicios ajenos, desavenencias personales, una demanda en verso contra el Club de Leones de la ciudad de México, y hasta la pendencia pública librada a la luz del sol en las planas de un diario metropolitano con dos ilustres colegas peninsulares. Surtido de botica cara.
Carlos Urzáiz Jiménez
Continuará la próxima semana…