Letras
Ricardo Mimenza Castillo
I
Mi juventud fue la argentina espada
que el honor a la mano audaz anuda
con el brillo de luz de una mirada
y el esplendor de una mujer desnuda.
–Gavilanes dorados y ancha hoja–
en luchas y continuos amoríos
firmó versos de amor o desafíos
mojada en tinta negra o sangre roja.
Y fue orgullo y honor de la armería
y un puñado de doblas costó un día
a su dueño, un gallardo caballero.
Y era tal el prodigio de su arte
que al prenderla en la seda del talbarte,
como a su novia, la besó el armero.
II
Con un rico laúd en bandolera
de madera de Italia, compartía,
hecha noble, valor y bizarría,
de aquel galán la vida aventurera.
Ceñida a su costado, y siempre brava,
descansando en la vaina, o afanosa,
partió con él su techo como esposa
y sirvióle sumisa como esclava.
Y a la luz de la luna, en primavera,
desnuda, so el primor de los balcones
calados, en lid franca fue esgrimida;
puso en los rostros palidez de cera,
palidez en los cobardes corazones,
cortó una capa o apagó una vida.
III
Se opuso a la macana y a la flecha
del mexica y del inca y su bravura,
y fue aguja imantada que derecha
señalaba el honor a la hermosura.
Y triunfador en ambos continentes,
su acero que brillaba al sol dorado,
el grito amordazara entre los dientes
en el salto inaudito de Alvarado.
Y al lúgubre fragor de la derrota,
ensangrentada y sobre abierta cota,
cuando Bayardo abandonaba el mundo,
cuando el sol de la gloria se ponía,
fue crucifijo, amor del moribundo
y padre confesor de su agonía.
IV
Después abandonada a un usurero
por dos maravedís, su historia enhebra
en un rayo de luna o un lucero,
en un desván, y con la gloria en quiebra.
Sueña con la armería y el armero,
con el laúd, con la contienda ruda,
con las citas de amor y el caballero,
y su ancha diestra a que el honor la anuda.
Y pensando en los bravos capitanes
cuya vida en la lucha protegía,
y añorando los ojos de la bella…
siente volver su antigua bizarría,
torcidos los dorados gavilanes,
rota la vaina y el acero en mella.
Diciembre, 1909.
Diario Yucateco. Edición extraordinaria. Mérida, 1 de enero de 1910, p. 21.
[Compilación de José Juan Cervera Fernández]