Editorial
Al concluir la primera semana de este mes de junio, los mexicanos asumiremos la responsabilidad democrática de acudir a las urnas electorales para depositar en las ánforas las papeletas con las que expresaremos nuestra voluntad para nombrar a quienes serán los nuevos integrantes del poder legislativo federal en México.
En algunas entidades federativas, coincidentemente, también se efectuarán elecciones para renovar cabildos municipales, integrantes del poder legislativo y otras autoridades institucionales de carácter local.
Para cumplir con esa obligación democrática, los mexicanos debemos hacer uso previo de la reflexión, poner interés en las personalidades propuestas por los partidos políticos, sus conocimientos y experiencia, la trayectoria previa a esta propuesta partidista, el historial, la conducta y resultados durante su vida electoral previa; de ser posible, datos de su formación humana, profesional y sus acciones en el medio social del que procede. Su historial como ciudadano, pues.
Aquí podemos decir que es verdad, que existe la llamada compra de votos, como si fueran una mercancía. La suma pobreza y la ignorancia, o sea, la necesidad vital y el desconocimiento de la trascendencia del acto individual en cada votante, nos ha llevado como nación a decisiones en veces equivocadas, muy dolorosas, en tiempos pasados.
Los partidos políticos nacionales han hecho de cada fecha electoral un camino a sus líneas de acción, no a los de la comunidad. Claro, se nos dirá que así debe de ser su actuación, mas en estos casos se olvida, o más bien los políticos olvidan, que es muy distinto servir que servirse.
Seamos cautos como votantes. Razonemos previamente nuestro voto, antes de ir a la cita en las urnas. ¿Qué es lo que hará nuestro voto por México y por nuestra sociedad?
Antes de cruzar logotipos partidistas, démonos tiempo para pensar en las posibles consecuencias de nuestro voto en el futuro que esperamos compartir como pueblo y sociedad.