En la Colonia Roma de la Ciudad de México

César Ramón González Rosado

A mediados de la década de los cincuenta del siglo pasado, siendo adolescente, conocí la Colonia Roma de la ciudad de México. Terminada la secundaria en la Cisneros Cámara, viajé a la capital de la República con el propósito de continuar estudiando en alguna de las vocacionales del Instituto Politécnico Nacional.

Inicialmente viví en la Colonia Nueva Santa María, en la calle de Guanábana, llena de estudiantes yucatecos; los fines de semana los pasaba en casa del tío Alfredo González, hermano de mi padre, que tenía su vivienda en la Colonia Roma, fundada en la época porfiriana como zona residencial de ricos aristócratas y por los años cuarenta ya poblada entonces por familias de clase media, entre ellas algunas yucatecas.

Conocí con detalle casi todos los rincones y calles de la citada colonia:

Bellas residencias de la belle époque que aún con la pátina del tiempo conservan aún hoy en día su espléndida arquitectura.

El cine Estadio, enfrente el multifamiliar Juárez, demolido este último por daños irreparables cuando los temblores de 1985.

La escuela primaria Benito Juárez, plantel en donde estudiaron sus primeras letras personajes famosos de la vida capitalina, entre ellos el Lic. José López Portillo que fuera Presidente de México.

También el Deportivo Hacienda en las inmediaciones.

En el cruzamiento de las calles Valladolid y Oaxaca existía una cantina restaurante llamada “El Retirito”, sede de lo mejor de la trova yucateca en el Distrito Federal de entonces, frecuentado por parroquianos bohemios, seguidores de los intérpretes de las canciones vernáculas de la tierra de Guty Cárdenas y Ricardo Palmerín.

Por las calles de la colonia Roma era frecuente escuchar por las noches, los fines de semana, serenatas que jóvenes bohemios llevaban a sus enamoradas con canciones yucatecas interpretadas por trovadores del “Retirito”. Entre éstos estaba un primo hermano que tocaba con maestría la guitarra, compositor que obtuvo primer lugar en un certamen de la canción yucateca en Mérida con la canción “Mar de Llanto”, poco después interpretada por el famoso trío de música vernácula “Trío Panamericano”, de Omar Celis Martín, como parte de su repertorio de música vernácula. Con Humberto González Castillo y amigos me incorporé entonces a esos recorridos nocturnos inolvidables.

Al saber del sonado éxito de la película “Roma” de Alfonso Cuarón en los más importantes festivales cinematográficos europeos, filmada precisamente en locaciones de la colonia aludida, pude verla en una importante plataforma fílmica del Internet.

Desde luego, llamaron mi curiosidad los escenarios que había conocido años atrás, pero otros elementos como  la excelente fotografía en blanco y negro, los sonidos tan peculiares, los detalles de la casa de los Cuarón –Tepejí 21,  clásica residencia de familias de clase media en la Colonia Roma–, los detalles como la “Enciclopedia Temática” en la biblioteca de la casa, muy consultada por estudiantes de esa época, otras locaciones de la ciudad de México de esos tiempos con sus particularidades como los trolebuses o los taxis “cocodrilos”, y la extraordinaria actuación de Yalitza Aparicio como la sirvienta Cleo, hacen de esta película merecedora de los premios que ha recibido y de los próximos.

Otra escena interesante que identifica el tiempo de la represión a estudiantes en protesta, conocida como “guerra sucia”, es el entrenamiento de los “halcones”, grupo paramilitar del sexenio de Luis Echeverría Álvarez. Tiempos aquellos de trágicos sucesos en la capital de la República que enlutaron a numerosas familias mexicanas.

“Roma” es en parte la biografía de Alfonso Cuarón, del lugar de su niñez, de su familia, narrada a través del personaje central: su nana Liboria –Libo–, interpretada por la actriz mixteca Yalitza Aparicio, como Cleo, la sirvienta.

La película nos habla del drama de las trabajadoras domésticas en estado de indefensión que prestan sus servicios con remuneración escasa, además de tener que soportar los regaños o humillaciones de las señoras que las contratan y miembros de la familia que atienden y, a veces, la lascivia de los “señoritos” y también de los señores de la casa, que suelen llamar a las muchachas del servicio “gallinitas del patio”. Hablo de lo que escuché, de lo que supe sucedía en algunos hogares en la propia ciudad de Mérida. Rescoldos de aquellos lodos del porfiriato.

En Yucatán, el general Salvador Alvarado, cuando la Revolución Social Mexicana, liberó a los peones de las haciendas y a las llamadas “domésticas”. “Eran como de la familia”, decía Pisita, nieta del patrón, al recordar su niñez y a las niñas hijas de las sirvientas, sus compañeritas de juegos.

La situación no ha cambiado mucho: a pesar de los no muy buenos tratos y la poca paga, en muchas ocasiones efectivamente se incorporan a la familia con abnegada devoción. Como Cleo en la película Roma, trabajan de Sol a Sol, llevan a los niños a la escuela y los recogen, hacen todo tipo de faenas sin cansancio aparente y, sin embargo, entregan su cariño a la familia que sirven.

La película “Roma” de Alfonso Cuarón retrata con certeza la injusta situación social de las empleadas del servicio hogareño en los años setenta del siglo pasado, que sigue siendo realidad en nuestro país. Recientemente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación emitió una resolución sobre los derechos laborales y los salarios que deben percibir. Ojalá pronto en la práctica, con una adecuada reglamentación, se haga realidad.

“Roma” es una producción cinematográfica premiada en importantes certámenes mundiales. Se espera que obtenga varios Oscares de las 10 denominaciones que le han sido asignadas, entre éstas la de Yalitza Aparicio como Mejor Actriz, Cuarón como Mejor Director y el de la Mejor Película Extranjera durante el próximo evento de premiación el 24 de febrero. Enhorabuena.

Y como leí recientemente en las redes: ¡Que Viva México, “Cuarones”!