Letras
Jacqueline Campos*
El camión de la basura se aproxima la calle de la familia Soto. La casa sobresale por el color naranja, el portón enrejado y una placa que advierte: “Este hogar es católico, no aceptamos propaganda de sectas ¡Viva Cristo rey! Atentamente: Familia Soto Muñoz.”
A las 7:05 am, la temperatura invernal era de 5 grados cuando Perla de Soto despertó súbitamente por la canción del camión: “¡Ay mi Yaquesita! ¡Ay mi Yaquesita! Tú tienes un cuerpo…”
“¡Maldita música! Los botes de basura tienen larvas ¡Maldición! Tengo que alcanzar el camión,” pensó mientras abandonaba la comodidad de sus cobijas para enfrentar el frío abrazo de la mañana.
Vio a su marido, sumergido profundamente en algún sueño cálido. Perla torció la boca, mostrando disgusto como acto reflejo. Se colocó la chamarra, se calzó las botas velozmente. Traía el cabello revuelto, como un nido de aguiluchas pescadoras. Se frotó las manos y bajó con prisa las escaleras.
De un cajón tomó las llaves, el cubrebocas navideño y unas monedas. Cuando intentó abrir la puerta, el sobrealimentado perro Kaiser ladró y rascó la puerta; esa manía del perro enfureció a Perla que al salir sintió la cachetada gélida del viento cargado de polvo.
El animal le estorbaba el paso, ladraba cada vez más fuerte. Es grande y, cuando se pone de pie con las patas traseras, para apoyar sus patas delanteras sobre el pecho de Perla, ambos se ven de la misma altura. Cada vez que el canino hace esto, ella respira el molesto olor a carne con croquetas del hocico babeante, al mismo tiempo que nota los amenazantes colmillos y el dolor en los senos por la presión del animal. Realmente nunca quiso al perro, su marido lo llevó un día a casa sin consultarle y se lo dio a las hijas como regalo.
-¡Quítate, Kaiser! ¡Hazte a un lado, perro tonto! ¡Kaiser, ya cállate! Señor, señor, oiga, ¡venga!
-Buenos días, señito, hoy sí que hay mucho frío. Pensé que no tenía nada que tirar, suerte que me alcanzó- dice el señor recolector, mientras se frota con el guante sucio la nariz.
-¿Cómo no voy a tener nada que tirar, si hace 20 días que no se le ve por esta calle? Así que no dude que ocuparé que se detenga en mi casa siempre que pase.
-¿Es bravo el perro, señito? Porque a mí ya me han intentado morder en este trabajo.
-¡Ya cállate, Kaiser!¡Hazte para allá! ¡Ohh, disculpe! No hace nada, sólo ladra, pero ahora lo detengo para que pase- dice Perla, que intenta abrir el portón.
En un instante el perro salió como un relámpago que ladra en vez de tronar. Perla gritó: “¡Kaiser, ven! ¡Kaiseeeerrrr!” Se asomó y vio al perro orinando la entrada del vecino…
El camión se alejó con el chofer cantando: “¡No rompas más, mi pobre corazón!” Mientras, Perla estaba preocupada porque no veía al perro. Pensó que no podía salir en búsqueda de Kaiser con el pantalón de pijama y sin brasier, guantes, bufanda, gorra, y por lo menos amarrarse el cabello.
Entró a su casa, cálida y protectora. Subió las escaleras sin agitación, con la cara chapeada por el frío y los dedos entumidos, al igual que las nalgas, las orejas y la nariz. Sintió las piernas pesadas, como si una tuviera que pedirle permiso a la otra para moverse.
Al llegar a la puerta de sus hijas, escuchó el dulce silencio del sueño plácido. En su habitación, su esposo aún roncaba con cierta dulzura. Ella le envidió. “Esta noche no olvidaré el victan para dormir,” pensó, al mismo tiempo que se desabrigó, descalzó y se sentó en la orilla de la cama con una duda tan molesta como una mosca verdosa zumbándole alrededor de la cabeza: “¿Debo despertar a mi esposo y a las niñas para salir en busca de Kaiser o entro a la cama? Con suerte hagamos el amor antes de que las niñas me pidan desayunar. ¡Tengo frío!”, pensó al frotarse los dedos casi engarrotados. Decidió abrazar a su esposo.
“Ladrará, llegará sucio, con hambre y sed, lo regañaré y le llevaré a bañar,” pensó Perla, que creía que el perro volvería, como siempre.
Sólo que esta vez será diferente: Kaiser no volverá, y ella tendrá que lidiar con la larga culpa de preferir la tibieza de la piel desnuda que dormía debajo de las frazadas navideñas una mañana de enero.
SEMBLANZA*
Jacqueline Campos (Mérida, Yucatán, México, 1976). Psicóloga por la UADY, especialista en Educación. Escritora. Productora y locutora de radio cultural <Voces con Luz-XEQIN>. Radica en Baja California. Publicó Un amigo en el corazón, Soconusco Emergente (México/2023). Compiladora de la Antología digital La vida con lazo rosa, Ave Azul ediciones (México/2023). Publicada en la Antología Yucatán Homenaje a la literatura contemporánea, Maya Cartonera y Ave Azul ediciones (México/2021). Antología Región Sureste Homenaje a la literatura contemporánea, Ave Azul ediciones (México/2021) Jardín de Figuras abiertas II, < de la cual fue ganadora del certamen>, Bitácora de Vuelo ediciones (México/2021), Compañía eterna, Vicio Perpetuo Vicio Perfecto ediciones (Perú/2022), Mujeres con voz de tinta injusticia social, Voz de Tinta ediciones (México/ 2022). Quinta Antología de Escritoras Mexicanas, El nido del Fénix ediciones (México/2022), Campanas del brezo Vol. 2, Ave Azul ediciones (México/2022). Coordina los blogs: Letras entorno al cáncer y Voces por la Paz BC.