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Ella llegó

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Ella llegó

Romper con el amor de mi vida causó un cisma en mi vida. Mi corazón destrozado no fue capaz de soportar tanto dolor, y mi cerebro ordenó que paliáramos la angustia bebiendo alcohol.

Una semana después, me encontraba en lamentable estado emocional y físico.

Llore días enteros pensando en ella, recordando los hermosos momentos juntos, nuestros besos, nuestras entregas.

Vomitaba a causa de tanto licor, y continué tomando hasta agotar mis reservas de dinero, ni siquiera avisé en mi trabajo, simplemente me desconecté de todo, me encerré en casa, dejé de bañarme, de escuchar música; no podía hacerlo: eran muchas las canciones que me la traían de regreso. Era mejor seguir embrutecido, perdido, ahogado de borracho…

No sé cuántas horas estuve dormido.

Desperté porque me había orinado y la humedad me trajo de vuelta a la realidad…

¡¿Qué diablos?!

¿Por qué estaba sentado en mi sillón, completamente atado? ¿Había entrado alguien? ¿Me estaban robando? Al parecer no. Simplemente estaba ahí, amarrado de piernas y brazos, sujetado a aquel viejo mueble.

Fue entonces que la vi por primera vez: una mujer pequeñita que entraba por la ventana.

Era hermosa. Sus largos guantes cubrían hasta sus codos, y las medias adornaban hasta media pierna. Estaba desnuda. Su cabello era estilo vintage: parecía salida de alguna serie de los 50s. Lo sorprendente era su tamaño: medía unos 30 centímetros de altura. Caminaba con mucha seguridad, moviendo de manera muy sensual el cuerpo. Me observaba y se reía. Mi nefasto aspecto parecía serle divertido.

Comencé a sospechar que mi borrachera había llegado demasiado lejos.  Aquella visión debía ser, por supuesto, producto de mi imaginación.

Se acercó lentamente, hasta quedar a medio metro de mí. Fue en ese momento que me percaté que traía en la mano una aguja, la blandió como una daga, y la clavó en la punta de mi dedo gordo derecho.

¡AAAAAAAAAAAAAAY!

Qué sueño ni qué la chingada: esta era una pesadilla…

Sus carcajadas taladraron mis oídos y me hicieron reaccionar. No era un sueño, no estaba soñando. Era real, la mujercita era real.

Ahora preparaba un palillo de dientes y lo acercaba a mi pie izquierdo. Me fue imposible resistir: estaba perfectamente atado, no podía moverme.

Sentí penetrar la madera debajo de la uña de mi otro dedo gordo.

¡AAAAAAAAAAAAY! ¡QUÉ DIABLOS TE PASA!

¡Qué maldito dolor! Era intolerable, inaudito, y eran tan solo una aguja y un palillo incrustados en mis dedos…

Entonces ella comenzó a bailar, a un ritmo que me pareció a-go-gó.

Comenzó a recorrer la casa y a traer inquietantes objetos frente a mí.

Mi sudor era copioso, quería defecar y seguía mojado de orines. Lo peor era tratar de entender qué planeaba hacer aquella damita con objetos tan siniestramente cotidianos; porque aquella cajita de fósforos significaba fuego, la botella de ácido muriático que llevaba años en el baño ahora me resultaba terrorífica. Además, ¿para qué quería las tijeras de uñas, un desarmador, acetona, un cuchillo, la engrampadora, dos lápices, la cajita de clavos, las putas tachuelas oxidadas que ni siquiera recodaba tener?

Media hora después, ella se detuvo y se sentó frente a mí, simplemente observándome, sin pronunciar palabra alguna. Ni siquiera tengo idea si podía o sabía hacerlo.

Al mirarla más detenidamente, comprendí que ella no necesitaba hablar, lo que necesitaba era llevar a cabo aquel ritual sangriento en el que esta vez yo era su víctima.

Descansó muchos minutos, hasta incorporarse y estirarse, antes de elegir la siguiente herramienta…

Tampoco traté de comunicarme. Trataría de soportar hasta donde mi corazón lo permitiera.

Aquél suplicio que estaba experimentando se debía a mi debilidad emocional: a no haber superado aquel desamor, ahora sería el entretenimiento de ese pequeño súcubo que ahora me estaba cortando los pies. Si hubiera aceptado como hombre su partida, ahora estaría recuperado, y quizá hasta con otra compañía.

Ahora, por imbécil, sufriría por horas, quizá días…

Espero que no sean semanas…

¡AAAAAAAAAAAAH! ¡YAAAAAAA, HIJA DE PUTAAAAAAAAAA!

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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