Letras
Efrén Hernández*
Él gritó. Ella gritó, aún más enfurecida. Él, aún más enfurecido, la abofeteó. Ella se fue llorando hasta la cocina
Él se sentó en la sala a ver el televisor un rato cuando ella reapareció a su lado, con un cuchillo en la mano. Él, al ver que ella movió hacia él el cuchillo, cerró los ojos y, al no percibir el tajo, los abrió de nuevo: ella había acuchillado su propio vientre. Él, atónito, la miró a los ojos. Ella dijo: “Este hijo tuyo jamás verá la luz.”
*Matamoros, Tamaulipas (1998). Ingeniero electrónico.