Libros
No se si ya este viejo o no, pero disfruto mucho el hecho de salir antes del trabajo, o escaparme de él. Es agradable el sentimiento de libertad o, mejor dicho, de evasión de la responsabilidad, características que con el pasar de los años, con nuestra madurez, no siempre es posible llevar a cabo. Sin embargo, cual niño, cuando es posible, ¿por qué no hacerlo?
Así que me escapé.
Ni tardo ni perezoso, la “operación fuga” nos llevó a una conocida plaza de nuestra bella Mérida.
Para no variar, entramos a una librería, también ya conocida.
Me caracterizo por irme directo a las ofertas, sí, esos libros que nadie quiere leer, no por malos, si no posiblemente porque no han tenido una campaña de mercadotecnia apropiada, o simplemente no son “Trending Topic”. Cualquiera que sea la razón –la cual agradezco mucho– esto me ha permitido hacerme de múltiples ejemplares de los cuales me enorgullezco de decir “vine buscando cobre y encontré oro”. Esta vez no fue la excepción.
Mirando en los aparadores durante un gran lapso de tiempo, enterrado en la imaginación y el mundo mágico de las historias que guarda cada ejemplar que uno trata de descubrir, mediante una breve reseña en la contraportada que a veces nos engaña con el contenido, he llegado a pensar que los libros son como las mujeres: debemos de tener cuidado con las apariencias, no dejarnos llevar por una cara bonita (la portada del libro) y buscar más allá de ello la sustancia y esencia (del libro). Una gran amiga rompió mi trance, y me regresó a la realidad.
“¡Isa, chécate este libro!” susurró (gritó) la vocecita.
Al prestarle atención, me encontré en sus manos un ejemplar que sea veía “vintage”, como se le llama ahora a todo aquello que se equilibra en la balanza de lo viejo con lo moderno, de lo intelectual y lo burdo.
“Creo que este libro te puede gustar.”
En ese momento no pude ver la cara de picardía que tenía, como de una niña que espera la reacción de su víctima ante una maldad que acaba de cometer.
“El viejo y yo” se leía en el título.
Con ojos de intriga, miré la reseña, y levanté la cara para comentar: “De seguro por lo de viejo, ¿verdad?”
La risa en su cara me motivó a comprar el libro, llegar a casa y comenzar a leerlo.
Partí entonces hacia una nueva aventura que me llevó en un viaje increíble al Londres de los años 60’s, ese mágico lugar que todos algún día nos hubiese querido visitar.
La historia –a la que en otros momentos de mi vida no le hubiera dado la oportunidad de deslizarse en mi cerebro– gira alrededor de dos personajes: Betsy Loy, una “antiheroína” que también funge como narradora de la historia, y el famoso escritor inglés C.D Mckee. Betsy busca venganza: su padre ha muerto, y la fortuna que debía de ser suya ahora se encuentra en manos del escritor inglés. Para cumplir sus propósitos, se crea un “alter ego” y se transmuta en Honey Flood –nombre que, por cierto, me encantó–, una heredera y rica estadounidense cuya aburrida vida llena de lujos en Estados Unidos la impulsa a vivir una experiencia en Londres. Ella tendrá que flechar y enamorar a Mckee para recuperar lo que es suyo.
Para lograr su cometido, se verá inmersa en situaciones que me robaron muchas sonrisas. Honey odia todo lo inglés; pero, para poder estar al lado del escritor, le es necesario deambular entre bohemios y largas tardes y noches de jazz en lugares que a mí me parecieron asombrosos, en donde en varias ocasiones se vio cerca de ser sorprendida por el astuto escritor.
“El viejo y yo” presenta el enamoramiento entre una bella joven y un “viejo” de 56 años que, a mi percepción, no lo es. El libro se vuelve demasiado divertido. De entrada, las diferencias entre edades, épocas, educación, le ponen un tinte de enseñanza también.
“A un hombre se le conoce por los medicamentos que guarda en su botiquín.” Frases como esta abundan y, si bien nos divierten, nos ofrecen también ocasión para pensar.
Es, pues, una novela que vale mucho la pena leer. Se van a divertir y, créanme, se van a poner a reflexionar.
Si buscan literatura buena, que les relaje y les aleje de la realidad –a mí me funcionó para no pensar–, sin lugar a dudas este trabajo de Elaine Dundy no los va a defraudar. Si a mí me gustó, imagino que en manos de una mujer lectora será oro.
Elaine Dundy es una novelista norteamericana con una gran carrera y varios libros, entre ellos “The Dud Avocado” y “The Injured Party”, obras que también quiero leer. Si ustedes ya los leyeron, dénme su opinión.
Buen viaje, y disfruten Londres…
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Isaías Solís Aranda
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