Libros
Hasta ahora no me he animado a leer “El mundo de Sofía”, del afamado escritor noruego Jostein Gaarder, simple y sencillamente por temor a que me sea difícil el aprendizaje –el libro trata sobre las corrientes filosóficas explicadas a la niña del título, no precisamente un tema ligero y ficcional– de los conceptos inherentes a la obra, porque para ello requeriría concentrar mi atención en su análisis y lectura durante el largo tiempo que me llevara, puesto que todo libro cuya lectura iniciamos merece nuestra completa atención. En vista de lo anterior, cuando encontré ofertado El vendedor de cuentos, del mismo Gaarder, decidí que emprendería el acercamiento a su obra leyendo este libro, pensando aún en abordar a Sofía y su mundo en fecha posterior, después de haber evaluado su estilo con esta breve historia.
El contenido de El vendedor de cuentos, la trama pues, coincide perfectamente con el nombre de la obra: desde niño, Petter el Araña, ha tenido una innata facilidad para inventar escenarios e historias. Algunas de ellas, como si fueran un guion o el esbozo de una obra, aparecen ampliamente expuestas en el libro, permitiéndonos comprender la metodología de creación de Gaarder. No solo eso, esas historias le permiten entablar relaciones fugaces con las mujeres que él elige, hasta que encuentra una de la cual se enamora, pero de la cual debe despedirse pues la relación no resultaba satisfactoria, no sin antes contarle una historia que solo a ella ha contado. Decidido a llevar una lista lo más placentera posible, Petter descubre que hay un mercado ávido de sus ideas, dispuesto a pagar generosamente por ellas: los autores cuya inspiración pareciera haberse fugado, que gozan de la fama y que desean seguir en las candilejas.
Dedicado a su negocio de vender “ideas” a los escritores famosos, con el acuerdo de que nunca reclamará como suyas las ideas, ni revelará a quiénes las ha vendido, Petter viaja por el mundo y, con el paso de los años, comienza a preocuparse de su integridad física cuando uno de sus contactos le hace saber que alguien está descontento con él: ¿qué tal si alguno de esos escritores, temeroso de que lo delaten como una farsa e incapaz de generar sus propias historias, decide atacarlo y despacharlo de este mundo? Adicionalmente, la historia que en confidencia le había contado a esa mujer de la que se enamoró, comienza a circular como una obra literaria exitosa. ¿Será posible que su secreto esté a punto de ser revelado y, con ello, su paranoia se convierta en amenaza real? Cual saltimbanqui, Petter no crea raíces hasta que se topa con otra mujer, enigmática, y muy parecida en su manera de pensar y de ver las cosas, que lo subyuga. Petter se enamora perdidamente de ella. ¿Podrá, ahora sí, dedicarse a ella y al amor que siente? La respuesta está en el resto del libro.
Gaarder no escribe para el lector que se distrae fácilmente, eso me quedó claro después de leer El vendedor de cuentos, más bien es un escritor que demanda atención a lo cuidado de su lenguaje y de sus imágenes mentales, que es lo que me imaginaba con la historia de Sofía. La recompensa se va obteniendo conforme se avanza en la lectura, cuando admiramos la estructura de las palabras y el cuidado lenguaje que utiliza. Por el contrario, si no se respeta la obra, brindándole el detenimiento que exige, resultará obtusa y posiblemente una complicación monumental al lector.
Jostein Gaarder demanda el debido respeto a su obra, y El vendedor de cuentos lo deja en claro: llena de historias dentro de la historia principal, es un buen punto de arranque para emprender la tarea de aprender del oficio de escribir de un maestro de las palabras, otro gran autor nórdico, y no necesariamente de novelas negras.
S. Alvarado D.