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El Vagabundo

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II

El Vagabundo

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El olor acre hizo que Samuel se restregara la nariz e hiciera una mueca de desagrado.  El vagabundo instalado todas las mañanas junto a la puerta del edificio de oficinas había llegado a incomodarle.

Sacó su pañuelo y lo llevó a la nariz. El aroma a madera y lavanda le recordó a sus hijas. Ellas le habían regalado ese perfume el día del Padre. Ya en el elevador,  pensó qué otro recurso podía usar para retirar al vagabundo de la entrada. En el municipio le habían dicho que, siendo espacio público y si no quebrantaba la ley con escándalos, no podían retirarlo.

El hombre sólo se sentaba allí a ver pasar a la gente. No pedía dinero o comida. Sólo miraba.

El día transcurrió casi como de costumbre. El contrato con la azucarera se cerró, dándole un respiro al negocio. Durante el último año había ido en caída debido a los altibajos del mercado. Había esperado este momento. Pensó en llevar a su esposa y sus hijas a celebrar esa noche.

Antes de cerrar la oficina, se sorprendió con la llamada de la policía. Le pedían que fuera a la morgue a identificar un cadáver. No le dieron mayor información.

Cuando llegó, cuarenta y cinco minutos después, el corazón se le salió del pecho. En el camino había llamado a su casa y no localizaba a su esposa e hijas.

Lo condujeron por un pasillo frío y de paredes desnudas. Al fondo del mismo, una puerta se abrió dándole acceso.  Encima de una mesa de metal, observó una silueta bajo una sábana blanca. Una joven la retiró y quedó al descubierto un hombre como de su edad.

El mismo olor acre mezclado con formol y desinfectantes le golpeó el olfato. Dio un paso atrás e instintivamente sacó su pañuelo. Estuvo a punto de vomitar. Reconoció al vagabundo de la entrada al edificio. La joven le informó que había muerto de forma natural y le entregó una bolsa sellada que contenía las pocas pertenencias del sujeto.

Todavía sorprendido y extrañado, abrió la bolsa y extrajo dos recortes mugrosos de periódico.

En el primero, se ofrecía una recompensa por el informe de cualquier dato que llevara a encontrar a un niño extraviado. Los padres habían llevado al carnaval a sus gemelos de ocho años y uno de ellos desapareció. De eso hacía ya más de tres décadas.

El segundo recorte era la noticia del premio que Samuel había recibido, cinco años antes, como empresario del año.

La verdad lo paralizó.

Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas…

MARÍA MAGDALENA BALCÁZAR

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