Letras
Jorge Pacheco Zavala
El silencio existió primero, aun antes de que fuera hecho el oído. El silencio se mantuvo oculto por miedo a no ser escuchado, a ser ignorado. Entre tanto, permaneció siglos al acecho, se construyó un mundo en donde era príncipe y rey, súbdito y gobernante.
Un día, cansado de tanto esperar, abandonó ese mundo de locura donde los sonidos eran ausencia, y la ausencia un abismo profundo que parecía nunca terminar…
Los ojos también callan cuando dejan de mirar. Al mismo tiempo, el mar parece detenerse en su ir y venir continuo; veleros nocturnos se apagan cuando la luna se va; alas de ángel fingen no existir; muerte presentida; laberintos interminables donde un beso fue un sueño; soledad que nos habita de noche cuando la jauría demoniaca anda en libertad; aliento y desaliento en una misma habitación; libros que hablan en secreto para no romper un silencio ya eterno; molesto ronroneo de una idea que nos defrauda; palpitaciones que delatan un deseo y abren un camino que nunca debimos transitar; sube y baja ilusorio de una vida sin sentido; ocaso que no termina por morir; estados alterados de una consciencia extraviada; despedidas, solsticios, verdugos; Paduro en una esquina, viendo morir la tarde; Emma y su abandono; improperio citado; fuego, lunes, rima, sombra…
Y entonces… tu mano tocando mi abril, tu boca late en mi nombre, tu piel en mi ayer, y tu lengua me hace llover, lluvia que moja el aroma que surge de ti, solo de ti, tierra mestiza que sabe a miel…