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El siguiente asalto

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Editorial

Vivimos tiempos inéditos, tiempos en los que instituciones que han ayudado a alimentar nuestra aún naciente democracia están bajo fuego del poder que en nuestro país por siempre ha tenido el rol protagónico: el Ejecutivo.

Instituciones como el Instituto Nacional Electoral, el Instituto Nacional de Acceso a la Información y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos hace cinco décadas eran ilusiones en el hegemónico y omnipotente mundo controlado por el partido tricolor de los 1970s. A pesar de todo, surgieron gracias a los esfuerzos de partidos opositores y de personajes que tenían grandeza de miras.

Ahora, en una muestra más de que siempre es más fácil destruir que construir, y de incongruencia porque de esas instituciones se sirvió para llegar al poder, son consideradas un lastre y un estorbo, pues ya no sirven para los fines del Poder Ejecutivo. Sufren constantes ataques desde el púlpito mañanero, amenazas de recortes presupuestales y de desaparecerlas.

Los ataques del Poder Ejecutivo se enfocan ahora a uno de los baluartes de nuestra nación: al Poder Judicial, anunciando una serie de medidas destinadas a “transformar” a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cuyo principal pecado ha sido determinar no procedentes las múltiples reformas emprendidas por el partido en el poder, resolviendo controversias constitucionales y estableciendo jurisprudencia.

Reducir el número de magistrados, desaparecer dos salas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), elegir por voto popular a los ministros, jueces y magistrados, todo lo anterior enarbolando como razón únicamente la consigna de que “no fueron elegidos por el pueblo sino por la mafia gobernante” no solo demuestra pobreza de argumentos, sino que ha merecido la descalificación y cuestionamiento de juristas de reconocida trayectoria.

Ante lo descabellado de las propuestas surge la interrogante: ¿será esta otra cortina de humo desde la presidencia ante las crecientes acusaciones de enriquecimiento ilícito a través del tráfico de influencias y pingües negocios a amistades de su familia?

Por si lo anterior no fuera preocupante, conforme se acerca el ocaso del sexenio más sangriento y fallido del que tengamos memoria, “Primero los Pobres” ha quedado atrás para dar paso a “Ahora más pobres” ante la creciente escalada de precios, inflación y prácticamente nulo crecimiento económico del país durante este sexenio, ahogado también por los infames cobros de piso y extorsiones de aquellos que se pide abrazar, cuando debiera aplicárseles la ley y encarcelar.

Si no existen contrapesos, ni propuestas debidamente planteadas y analizadas, obtendremos lo que hemos visto desde mediados del 2018: un caos administrativo causado por una ideología en la que se recompensa la lealtad, no la preparación; donde se condonan los crímenes y se celebra la impunidad.

México merece un futuro mucho más positivo y gratificante que el que nos amanece en estos días.

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