Inicio Nuestras Raíces El Sendero Nocturno

El Sendero Nocturno

2
0

Visitas: 0

Muulmeyaj_1

El Sendero Nocturno

El sonido de los cascos del caballo al chocar contra las piedras se oía cada vez más monótono. Después de varias horas de andar cabalgando, el Profr. Pablo estaba completamente contrariado por la clase de caballo que le había tocado alquilar. El dueño del animal le había afirmado que el animal era rápido; sin embargo, el viajero estaba confirmando lo contrario: por más que fustigaba al animal, éste no apresuraba el paso.

Imbuido en esa preocupación, y al ver que todavía le faltaba por cabalgar varios kilómetros, Pablo apenas si pudo darse cuenta que la tarde moría sobre la copa de los altos árboles, y que apenas el sol filtraba sus débiles rayos de luz. Unos diez minutos después, el jinete se encontró por fin en la penumbra.

Hacía ya tres horas que había salido del Poblado de Benito Juárez, cerca de Chicotepec, Ver., con rumbo a la comunidad de Tetzácoatl, del municipio de Zontecomatlan, en el mismo Estado. Tal rumbo nunca lo había realizado de noche, porque no conocía esos parajes; la primera vez que le tocó hacerlo era de día, pero bien sabía que la distancia entre una y la otra población era recorrida en un promedio de cuatro a cinco y media horas; también tenía en cuenta que en ese trayecto de más de 40Km había que vadear los ríos por unas 82 veces, en el mismo trayecto.

Esa falta de conocimientos del camino, y la oscuridad que ya lo invadían, comenzó a preocupar a Pablo, de tal manera que éste ya se encontraba en un estado avanzado de nerviosismo. Mientras continuaba cabalgando, se le vino a la mente la injusticia por parte del Jefe Superior de la Dependencia a la que estaba suscrito, quien lo había despachado a esos lugares tan lejanos después de haber trabajado por más de 12 años en el sector educativo. También recordó que, poco antes de haber salido del D.F., se enteró de que un matrimonio de maestros precisamente había perdido la vida en una lejana serranía de Puebla donde los había mandado a trabajar el mismo jefe, desde luego como una actitud de castigo, lo cual le costó la vida al pobre matrimonio antes de llegar a su lugar de trabajo.

Con tales pensamientos estaba Pablo, cuando se dio cuenta que la noche le había caído encima, que todo a su alrededor estaba oscuro. Y no llevaba ni siquiera, una lámpara de mano. Por primera vez en su vida, sintió un terrible miedo que le daba escalofríos. Cierto que en el transcurso de sus doce años de trabajo docente había afrontado verdaderos momentos difíciles; pero no como el trance que estaba viviendo, donde todo le era desconocido.

El profesor no temía a la noche, pero aquellos parajes nocturnos eran para espantar al más valiente. Era por llamarlo de alguna manera, tétrico y dantesco. Al recordar esta última palabra, Pablo pudo imaginar aquellos pasajes relativos a los árboles que aparecen en la obra “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri.

Así, veía como sombras los árboles que se inclinaban haca él para atraparlo. Bajo esta presión cabalgó por varios kilómetros más, y pensaba y sentía que su vida pendía de un hilo; las constantes pláticas relativas a los asaltos cobraban actualidad en su imaginación; y de nuevo se hacían presentes en él las obras que había leído relativas a “El Zarco”, de Manuel M. Altamirano, y la de “Los Bandidos de Río Frío”, de Manuel Payno.

De pronto, su pensamiento volvió a la realidad al encontrarse en una bifurcación del camino; en esos momentos notó también que el caballo se encontraba indeciso, porque relinchó varias veces y no se atrevía a continuar avanzando. Pablo decidió, de acuerdo a su precaria orientación, guiar al noble bruto hacia la vereda de la derecha; pero no había avanzado ni siquiera cien metros cuando en la penumbra vislumbró una silueta con machete en mano. En esos momentos el joven profesor sintió una heladez en todo su cuerpo y pensó que su fin había llegado. En fracción de segundos, como en un filme, pasaron por su mente sus padres, su esposa y sus hijos.

Una voz fuerte lo sacó de su anonadamiento. El hombre preguntó: “¿Quién viene?” De inmediato Pablo, aunque un tanto turbado, le respondió: “Soy el profesor de Tetzácoatl y estoy perdido.” El hombre que estaba parado como a diez metros del recién llegado avanzó hacia él, todavía con el machete en la diestra, por lo que Pablo tuvo la intención de espolear al caballo para que regresara al otro camino; pero este no pudo y quedó estático. Se dio cuenta del hombre que ya estaba muy cerca del caballo y que, agarrando la rienda del mismo, con la mano izquierda, le decía: “No se preocupe, ahora lo saco al camino que va pa’ su rancho.”

Y diciendo y haciendo, viró al animal y lo fue dirigiendo hacia el camino correcto. Sin mediar más, a los pocos segundos ya estaban de vuelta a la bifurcación y el hombre le dijo: “Siga este camino y en media hora llegará.”

Hasta esos momentos Pablo se dio cuenta del difícil trance por el que acababa de pasar, del peligro que corrió cuando el hombre agarró la rienda del caballo; en ese instante casi pudo percibir que con facilidad le pudieron haber dado un machetazo.

Antes de avanzar por el sendero señalado por el hombre, Pablo le dijo: “Agradezco a usted el haberse molestado en traernos hasta el sendero correcto. Pase buenas noches.” El hombre saludó con el sombrero y dijo: “Que le vaya bien.”

Por media hora más Pablo continuó cabalgando, hasta que por fin divisó Tetzácoatl. Eran casi las diez de la noche, en la choza que albergaba a su esposa y sus hijos solo se distinguía la tenue luz de una vela.

La mujer, al escuchar el caballo, salió al frente de la cabaña. Denotando la ansiedad y desesperación de la tardanza de su marido, ambos entraron a la casa en donde la mujer se dio cuenta que Pablo estaba demacrado y muy pálido, como si hubiera envejecido unos diez años.

Para él fue una terrible experiencia.

PROFR. AMIR DE JESUS CASTILLO

Continuará la próxima semana…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.