Colonia Yucatán
Entre las innumerables anécdotas que pasó en la Colonia, Ángel Augusto Segura Moguel, alias El Salado, cuenta que una vez fue a jugar el equipo de béisbol Estrellas de Izamal a la Colonia… y aposté con Pancho López mi sueldo contra el suyo, ya que no me dejaba de fregar: ya ves que soy de Izamal y me aloqué. Era la última entrada, estaba caliente la cosa; iba ganando Colonia por una carrera, estaba bateando Izamal y cambian un pelotero, mandan a batear a uno que le decían el Príncipe. Había dos hombres en base y pega jonrón este cabrón; pasa a batear la Colonia y no hizo nada. Ganó Izamal y le gané la apuesta de sueldo contra sueldo a Pancho López. Ese día nos fuimos a mamar en casa de Gavilán, que había sido el banco de la apuesta.
Escuchar hablar a este hombre que no aparenta sus más de 80 años de edad, que no pierde el buen sentido del humor, es verdaderamente pasar un rato agradable, sus vivencias y anécdotas contagian su alegría.
Por cierto, ese mote no se lo pusieron porque tenga mala suerte o le vaya mal en la vida. No. Se lo pusieron porque cuando iba a la escuela agarraba un pedazo de carne salada de venado y lo metía en su bolsa sin que se diera cuenta su papá y lo repartía entre sus amigos. “Un día me castigaron y no me dejaron salir al recreo. Me vieron los otros niños hincado en un rincón y preguntaban ‘¿quién es?’ ‘Es el que nos trae salado,’ dijo alguien. ‘¡Salado, vamos, ven, vamos a jugar!’ me decían. Y así se me quedó mi apodo: ¡Salado! Hasta hoy, cuando me dicen Salado: ‘¡Ah! es de la Colonia’”.
No se le acaban las anécdotas al primo de Jorge, el cazón, el begue y Polo Moguel. Bien se podría escribir todo un anecdotario de este hombre que lleva ya más de treinta años trabajando en la SEP. “Solo espero mi pensión y ver si puedo colocar a mi hijo para que me jubile,» comenta mientras conversa de su vida en la Colonia en una mesa de la cafetería de Plaza Dorada de esta ciudad, en un mes de abril de 2014.
Una vez nos correteó el maestro Corona con su machete porque le fuimos a llevar serenata a una de sus hijas. Tocaba la guitarra Rach Gamboa, el relojero. Yo iba nomás para acompañarlo porque, como ya te dije, de las muchachas de la Colonia que quería enamorar nadie me hacía caso, que porque tomaba yo mucho.
En otra ocasión fui a una novena en casa de mi compadre Emilio Collí. Me invitó una muchacha a la que yo pretendía, pero no le gustaba que yo tomara. Fui, me senté en la orilla de la banca y dormité. Cuando se pararon todos se levantó la silla y caí al suelo. ‘¡Ya viste estas tomado!’ me dijo. ¡Me cortó!
Así siguió la cosa, ya mi tía me decía que me buscara una mujer, que me casara para que asentara cabeza, pero en la Colonia, aunque quise tener novia, nadie me hacía caso porque tomaba yo mucho. Hasta que me fui a Izamal y conocí a Blanca Rosa Espadas González y nos casamos.
Fuimos a vivir a la Colonia. Cuando llegamos me pregunté: ¿dónde la llevo? Ni modo que la lleve a mi cuarto. Rifles nos dio posada hasta que el sindicato tramitó mi casa y nos fuimos a vivir al lado de torbellino, por el rumbo de lo que fue el telégrafo. Dos de mis hijos nacieron allá, José y Blanca Rosa, luego tronó la fábrica y ya nos quitamos. Me estaban llevando a Cancún, pero no fui; vine a vivir acá a Mérida.
Trabajé de mesero en Tulipanes de medio día, en Súper Maz, fui ayudante de mecánico; también trabaje en el ayuntamiento de acá, y de ahí me fui a Uxmal por calor de mi primo Jorge Moguel, el Cazón, que era electricista allá, y trabajaba en el luz y sonido.
Continuará…
L.C.C. VICENTE ARIEL LÓPEZ TEJERO
Felicidades Ariel por todas tus entrevistas a los paisanos de colonia, que se vuelven bonitos recuerdos para todos nosotros.