Poesía
Senos de madre
Senos de madre, flores de paciencia
que todo lo soportan sin medida,
con la divina y clara inteligencia
de su alta misión, alta y ungida.
Rocas mosaicas de piedad. Esencia
de las entrañas mismas de la vida
que dan calladamente a la inocencia
su savia más fecunda y más florida.
Senos dulces y cálidos. Sinceros
vasos de santidad, humilde y franca,
que llevan un dolor hondo y previsto,
que son cual los dóciles corderos
que con su leche generosa y blanca
amamantaron, en diciembre, a Cristo.
Senos de novia
Santuarios intocados y seguros
que se abrirán a la impiedad cercana.
Senos de novia, jóvenes y duros
con fragancia de nardo y de manzana.
Senos breves y blancos. Senos puros
que hacen pensar en la delicia humana,
en la noche nupcial y en los futuros
besos de amor sobre del pico grana.
Senos aprisionados por el lino,
con la tibieza peculiar del ave
y el olor de la fruta sazonada.
Senos que tiemblan como tiembla un trino
cuando la mano se desliza, suave
para palpar la redondez sagrada.
Senos de meretriz
Senos de meretriz. Senos benditos
con una tenue palidez de cera,
que son como dos tréboles marchitos
en la desolación de una pradera.
Senos que ya cumplieron con los ritos,
con la loca existencia pasajera,
y que acallaron con furor los gritos
del loco anhelo y de la carne fiera.
Fueron de todos y de nadie han sido
de esta mascarada que es la vida,
en donde acaso, con fruición se han dado
mientras hoy, relevados al olvido,
conservan solamente la mordida
brutal y sanguinaria del pecado.
Carlos Duarte Moreno
El Popular, Mérida, 2 de septiembre de 1922, p. 2.