Colonia Yucatán
El “Pato” Francisco Javier González Rubio, desde la sala de su casa me compartió sus recuerdos de su etapa laboral en la Colonia Yucatán.
Mi papá un tiempo trabajó de albañil en el cementerio de acá; antes de ser comerciante ambulante, fue ayudante en la fábrica del jefe de turno don Jorge Valdez, tío de Loba, campechano él. En ese tiempo se trabajaba de 6 de la tarde a 6 de la mañana, así estuvo como 6 años: cuando se echaba a perder una máquina, lo mandaban buscar. Era su chamba.
Aprendió a manejar personal cuando lo cambiaron de jefe de turno, también con el mismo horario. En ese tiempo me entregaron en la escuela que estaba al ladito de la iglesia, una casa antigua de madera, grande, tenía hasta su escenario. Ahí vivió el Ing. Rodríguez, el Tigre.
Fíjate que algo peculiar tiene mi familia: mis abuelos maternos no eran mexicanos. Mi abuelo Pedro Rubio era cubano, de esos moreeeenos, morenoooos… Mi abuela, Clotilde Rubio, era chilena; cuando vio el terno de las mestizas, le gustó y adoptó esa hermosa vestimenta.
Mi abuelo era buen beisbolista y eso heredó mi hermano Antonio, el campeón. Cuando aquí en san Sebastián jugaba mi abuelo, lo cotorreaban mucho sus compañeros. ‘¡Pedro, ríete para saber dónde estás!’ le decían. Es que estaba muy negro. No lo conocí, estaba yo muy chico cuando él murió; igual mi abuelita, no la conocí, recuerda el hermano de Antonio, el campeón; de Jorge, El Mozo, o Juez de paz le decían acá; de Raúl; Mario; Enrique, este se fue muy joven a Veracruz y allá se quedó; y de la única mujer, Martha Morelia González Rubio, la x’tup (la más chica de la familia, en maya).
¿Y después de la primaria?
Entré a trabajar. Iba a cumplir 15 años cuando mi papá me entregó en la fábrica con Palomo, de aprendiz. En la tarde me iba a su casa a armar rejas, ahí aprendí; llevaban ya cortadas las maderas y yo las armaba, él me enseño: le ponía la medida entre madera y madera y lo clavaba, y así hasta que se formaba la reja. Otra cosa que hacía eran bateas de madera de Pich, de Guanacastle, (Enterobium Cyclocarpum) él las hacía, me dejaba las formas y me enseñó a ensamblarlas, yo les ponía el pegamento. Buenas bateas hacíamos.
Como no me pagaban por estar en el taller, era aprendiz, me quitó mi papá y me entregó con el maestro Pancho Pacheco, el que hacía las casas; era yo su ayudante.
¿Conociste la grúa de la fábrica, la de riel?
Bueno pues con uno que le decían Mantequilla, hermano de Chicote, el Güero Pérez le decían. Entonces me comisionaron de ayudante cuando estaban haciendo la grúa, que eran unas torres altas, y ahí se pusieron las rieles. Pero arriba estaba angostito y ahí tenías que caminar, además tenía alta tensión y a mí me tocó estar allá con el güero, era su ayudante, yo agarraba las barrenas. ‘NO vayas a tocar nada, y menos con esa barrena, ten mucho cuidado,’ me advertía. Era yo aprendiz, pero ahí si me pagaban algo.
Una vez, en un descuidito una barrena que tenía agarrado rozó el cable que corre la grúa y me sacudió… Híjoleee… Sentí feo. ‘¡¿Qué te pasó?!’ me preguntó asustado, No me di cuenta, pero sabes qué susto me llevé… Me regañó, gracias a Dios fue apenitas…
Este güero además era ebanista y en las tardes trabajaba en su casa, ahí por donde vivió el mago, Olo Fernández, los Pinto, por allá, al lado de don Félix Couoh, Roman, Juan… Entonces lo ayudaba y aprendí a darle acabado de barniz a los muebles. Me enseñó. ¡Qué buenos muebles hacía él! Buen carpintero, abunda en sus recuerdos el compadre de don Miguelito Couoh y doña Mechita Dzul.
Continuará…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO