Cine
He estado dándole vueltas a la manera en que pudiera describir El Menú, este filme de Mark Mylod. Toca tantos géneros, hace tantas críticas, resonando en mi gusto como un magnífico ejemplo de cine de horror conforme pasa el tiempo, por lo que en ese género la dejaré.
So riesgo de perderse una satisfactoria historia, El Menú no debe ser descartada por aquellos que ante esta palabra y género cinematográfico automáticamente descalifican filmes. ¿A poco se les ocurre que un renombrado actor como Ralph Fiennes, acompañado de la rutilante Anya Taylor-Joy, se prestaría a participar en algo que pudiera desmerecer su carrera?
Sátira y humor negro acompañan a una abundante, muy aguda, crítica social de algo que a muchos nos hace preguntarnos a dónde vamos, y cómo hay gente para todo: el mundo de la alta cocina, de los sabores etéreos y de las conjunciones exóticas en bocadillos cuyo precio solo es alcanzable a unos pocos.
Una pareja se agrega a un grupo de personajes, todos con amplio poder económico e influencia, con el fin de degustar una inolvidable experiencia culinaria de manos de un renombrado y famoso chef y su equipo, en una isla desierta, en el renombrado restaurante Hawthorne.
El filme, sin revelar más, relata el banquete: desde la entrada hasta el postre, una cena de 5 tiempos llena de eventos, revelaciones, exposiciones y expiaciones de todos los comensales, de los ayudantes de cocina, sin olvidar al chef, el amo de la isla en cuya mente la velada se ha planeado hasta el último detalle.
Ah, pero a la isla arribó un elemento, un comensal, que no consideró y que lo hace modificar –ligeramente– sus planes para la noche.
Ralph Fiennes, el chef Slowik, con una expresión sombría, llena de desdén, y una joya de sonrisa cuidadosamente deslizada en un momento clave del filme, demuestra cuánta tensión puede guardarse, cuán amenazante puede ser un ser humano, aunque esté vestido de una manera aparentemente inofensiva.
Anya Taylor-Joy, con unos inmensos ojos llenos de expresión, va de tolerante compañía a mujer segura de lo que desea, en todo momento, ante cualquier situación. Su personaje es acaso el más humano de todo el filme y, sin duda, el más inteligente.
Nicholas Hoult es una muy agradable sorpresa: el suyo es el personaje más odioso y despreciable del grupo, tan solo por ser el mejor ejemplo de cuán acomodaticio se puede ser con el fin de agradar, sin escrúpulos, usando a la gente.
El resto del elenco, entre ellos un muy creíble John Leguizamo en su rol de estrella cinematográfica venida a menos, cumple su cometido: todos ellos son perfectos ejemplos de la manera en que los poderosos se desempeñan, cobijados por lo único que muchos de ellos tienen: dinero.
Mark Mylod, cuya carrera principalmente se ha desarrollado como director de series de TV, nos entrega un filme –con guion de Seth Reiss y Will Tracy– cuyo final hasta cierto punto es predecible, aunque no por las razones que finalmente atestiguamos en pantalla. Eso sí, su estilo mordaz y crítico nos acompaña hasta en la última escena, rematando una agradable experiencia fílmica que les invito a disfrutar en el cine de su preferencia.
S. Alvarado. D
sergio.alvarado.diaz@hotmail.com