Editorial
Pareciera ocioso hablar del clima en esta península nuestra, que califica como pocas para su calificativo heredado de “Mayab”, raíz semántica acumulada por los ancestrales mayas, antepasados originales de los actuales habitantes de esta península plena de terquedad geográfica.
La Madre Tierra dispuso que todas las penínsulas de su cuerpo se ubicasen con el cuerpo dirigido hacia el sur. La nuestra es excepción.
“Ma-ya-ob, no para muchos.” Entendamos, pues, que desde los orígenes mayas ya éramos diferentes geográficamente.
Nuestra Península, pétrea en su mayor superficie, permite sin embargo una agricultura selectiva, variada, en acuerdo con la disponibilidad de cada espacio del suelo peninsular.
Zonas de selva densa se alternan con otras pedregosas, y variados espacios cultivables permiten diversificar la agricultura.
En cuanto a las aguas para riego, las lluvias de temporal periódicas a lo largo del año aportan aguas bastantes; se pueden localizar espacios líquidos en la superficie, o bien ubicar depósitos subterráneos a profundidad diversa que permiten, con técnicas antiguas y otras cada vez más modernas, obtener el líquido vital tanto para nuestro obligado consumo humano y cotidiano, como para usos industriales y hasta comerciales.
El ingenio, la gran voluntad y fortaleza de carácter de nuestros hermanos yucatecos han ido tornando cada dificultad en un nuevo reto a vencer. Así lo continuamos haciendo en esta nueva centuria.
Las lluvias temporales refrescan el ambiente que habitamos y permiten el acopio, aún con métodos antiguos, de esas aguas más ligeras que principalmente se filtran al subsuelo, al manto freático.
Por lo que observamos, la naturaleza, en sus ciclos habituales, aún influye firmemente en nuestra subsistencia peninsular.
Los campesinos lo saben, incluso con más certeza que algunos elementos tecnológicos: conocen de los aires, de los vientos, de los cambios. Son calificados por los yucatecos como conocedores del campo, hombres creados de la masa del maíz, según las creencias mayas. Producen, desde hace centurias, el maíz sagrado, el frijol, plantas y frutos alimenticios, así como han aprendido del cuidado del ganado menor y mayor.
Nuestra gente peninsular ha repetido por siglos sus rutinas de siembras; mantener y utilizar la vida animal; conocer los tiempos de siembra, cuidado, riego y cosechas.
Y aquí continuamos…