Cinismo y Desvergüenza
XVII
26 de noviembre de 1998
La Asociación de Banqueros de México, A.C., ha publicado en algunos periódicos del país, un manifiesto en forma de desplegado con el título de “México no se puede detener”.
En siete párrafos redactados con el más depurado estilo ambivalente y elusivo, característico de esta época de la tecnocracia y de los neobanqueros, pretenden que el pueblo mexicano olvide las afrentas y los daños que ellos mismos han causado a la economía nacional y a sus clientes y cuentahabientes. El cinismo y la desvergüenza de quienes no aman a su país y solamente rinden culto al becerro de oro, se ha perpetuado en los torcidos renglones de su catecismo amoral.
En dicho documento plantean inicialmente la importancia de mantener un equilibrio en las finanzas públicas para una recuperación económica autosostenida, se refieren después a la volatilidad de los mercados financieros internacionales y a las calificaciones recibidas de los analistas internacionales que, según ellos, demuestran que los mercados reconocen el acertado manejo de las finanzas públicas.
Proponen después, revisar cuidadosamente si es posible, realizar mayores esfuerzos en materia de gasto programable sin poner en peligro la vialidad de los programas gubernamentales (?) y expresan su coincidencia (but of course) con las autoridades hacendarias, para ampliar la base de contribuyentes, combatir la evasión y la elusión, así como encontrar soluciones de fondo a la economía informal.
Apuntan posteriormente la necesidad de crear estímulos a la inversión productiva y favorecer la actividad económica con certidumbre jurídica. Más adelante, enfatizan su posición de privilegiar el diálogo y buscar el consenso entre los diversos actores de la vida política, económica y social.
Para finalizar, se pronuncian por evitar la tentación de relajar los esfuerzos y retroceder en la corrección de las finanzas públicas, que según dicen, hoy cuentan con un equilibrio fiscal y claman, por último, para procurar que la economía global no se detenga.
Aun cuando no conozco al Lic. Carlos Gómez y Gómez, presidente de la referida Asociación y firmante responsable del manifiesto, simplemente como un ciudadano mexicano preocupado por el futuro del país y de mis compatriotas, me he permitido la libertad de tomarles la palabra a los banqueros, ya que, en su infinita generosidad, dicen que ansían privilegiar el diálogo, lo cual motiva algunas reflexiones.
Cuando en su último informe de Gobierno el Presidente López Portillo anunció la expropiación de los bancos, afirmó con gran dramatismo: “Ya nos saquearon. No nos volverán a saquear”. Se pudo saber entonces, de lo cual seguramente los señores banqueros estarán mejor informados, que sus anteriores congéneres, utilizaban los ahorros del pueblo mexicano, depositado en sus bancos, para concederse autopréstamos a sus numerosas empresas, en lugar de fomentar el desarrollo de pequeñas y medianas industrias, para propiciar el desarrollo nacional y la creación de empleos. Por entonces aparecieron en las calles de la ciudad capital, enormes mantas fijadas en los edificios en donde se invocaba a la divinidad para salvar a México del comunismo que estaba llegando.
Es probable que sus plegarias hayan hecho posible la caída del socialismo y también, aunque no lo hubiesen pretendido, la caída de los banqueros en manos de la justicia, que hoy los reclama hasta Australia, para que respondan por los atracos cometidos en contra de México y de los ahorradores, banqueros sinvergüenzas que tanto daño han hecho a la sociedad. Durante los pocos años en que el Estado Mexicano fue propietario y administrador del sistema bancario nacional, no hubo quiebras, los bancos operaron con utilidades y a pesar de todas sus deficiencias, contribuyeron al desarrollo y fortalecimiento del país, o sea, no fueron una carga para el pueblo.
No obstante, poderosos intereses inclinaron la decisión del Presidente De la Madrid, para revertir la expropiación bancaria y entregar de nuevo las instituciones financieras del país a especuladores profesionales convertidos de la noche a la mañana en banqueros, los neobanqueros que hoy están en prisión, otros en proceso de extradición y muchos más disfrutando plácidamente de fortunas comparables a los tesoros de las mil y una noches.
En el camino de la apertura comercial, el tratado de libre comercio y la inclusión de México en los esquemas de la economía global, miles de mexicanos quedaron atrapados en las garras de un sistema bancario voraz, de aquellos que como en la obra de Shakespeare, son capaces de cobrar hasta con una rebanada de carne, despojando de sus bienes, de sus casas y de sus pequeñas empresas, a miles de trabajadores mexicanos de buena fe, que creyeron en la democracia, en la libertad y en la justicia, cuando hasta la justicia ha fallado en su contra, condenándolos a pagar intereses sobre intereses hasta el fin de sus días.
De tiempo inmemorial, se ha sabido que los banqueros carecen de ética, pero ahora, se raya en el cinismo y la desvergüenza.
¿Cómo es posible hablar de mantener el equilibrio en las finanzas públicas, si precisamente el fraude bancario masivo y la utilización de fondos públicos, de dinero de la Nación, del pueblo, se desvían recursos para cubrir los faltantes de miles de millones de pesos?
¿Cómo hablar de diálogo cuando los señores banqueros no han querido escuchar a sus deudores y son capaces de cobrar hasta con sangre?
Con cuanta sabiduría dicen los evangelios que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, que las puertas de la eternidad se abran para los detentadores de la riqueza.
El único consenso que el pueblo mexicano puede tener con los banqueros es el aserto de que México no se puede detener. No se detendrá a pesar de ellos.
México no es propiedad de unos cuantos privilegiados. México nos pertenece a todos. Las grandes mayorías, humilladas, acosadas, empobrecidas, hallarán el camino, como antes lo hicieron con la independencia de España, contra el imperio francés, contra la invasión norteamericana, con las Leyes de Reforma y con la Revolución Social Mexicana.
Al final, la Historia la escribirán los hijos del pueblo.
Luis F. Peraza Lizarraga
Continuará la próxima semana…