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El liberalismo rosa de la señorita Zavala

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Una mirada a la educación laica prerrevolucionaria en Yucatán

Aída López

Iniciaba la década de los setentas.

Eran las siete de la mañana cuando me despertaron: sería mi primer día de clases, el primero de muchos años. Vestida de falda plisada color azul “pavo”, blusa blanca con un bolsillo del lado del corazón con las letras bordadas encimadas CZ, moño negro rematando el cuello, calcetines blancos y zapatos negros, caminé de la mano de mi mamá dos calles para llegar a la que sería mi segunda casa por once años: la escuela Consuelo Zavala. Kindergarten, primaria y secundaria formaron mi personalidad durante la infancia y la adolescencia. “Así las virtudes, las flores del alma, perfuman y adornan las sendas del bien.”

Aquella mañana de septiembre, cuando me acercaba a la casona en las calles 64 x 67, sentía la emoción de quedarme sola por primera vez fuera de casa. Los grandes ventanales de madera y cristal desde la calle apenas dejaban ver el interior de los salones. Al cruzar el amplio zaguán y soltarme de la mano de mi mamá, sabía que ahora tenía que cuidar de mí.

Mi abuela, maestra jubilada de la escuela pública Rita Cetina, que se encontraba también a dos calles de la casa, sugirió a mis padres que la escuela de Consuelito era la mejor opción para dirigir mi educación. Ahí asistían las niñas y señoritas de familias católicas, a pesar de su orientación laica. Habían pasado catorce años desde la muerte de la maestra Zavala cuando ingresé, pero sus descendientes continuaron con la directriz educativa que profesaba su fundadora.

Durante mis años en sus aulas fui conociendo el legado de una mujer que dedicó su vida entera a consolidar el proyecto en que creyó y defendió. Sí: la maestra Consuelo Zavala estaba clara de que la educación y la religión debían concebirse separadas, ya que esta última impactaba negativamente al ceñirse a creencias que coartaban la libertad de pensamiento y, en consecuencia, el pleno desarrollo. En tiempos en los que proliferaban las escuelas de orientación católica, es valiosa su aportación; por ello “con fe y entusiasmo un himno elevemos y vibre en los labios la hermosa canción”.

María de la Consolación Zavala Castillo nació el 14 de diciembre de 1874. Egresada del Instituto Literario de Niñas del Estado de Yucatán, se recibió como Maestra de Educación Elemental y Superior. Sus intereses no se acotaron a transmitir sus conocimientos entre cuatro paredes y un pizarrón, sus ideas de avanzada y feministas la motivaron a luchar por la emancipación de la mujer a través de la educación. Influenciada por su maestra Rita Cetina Gutiérrez, la Siempreviva, abanderó su lucha para liberar a las mujeres de sus ataduras, ya que no eran dueñas de sus decisiones, ni de su destino. Sus estudios, profesión y sus capitales culturales y sociales -herencia de familia- la proyectaron a su misión transformadora en la sociedad patriarcal de principios de siglo XX. Más adelante, como alumna distinguida que fue, la maestra Rita Cetina le encomendó suplirla en sus cátedras de Historia, Gramática, Cosmografía, entre otras, en el mismo Instituto.

Para entender la situación de la mujer hace poco más de un siglo, lo que parece increíble en la actualidad, cuando la educación es un derecho humano para hombres y mujeres, es necesario contextualizar política, social y económicamente a Yucatán, cuna del feminismo. La invisibilidad de la mujer como ser humano, confinada a las tareas hogareñas y a la crianza de los hijos, aunadas a la falta de conocimientos, las condenaba al matrimonio, sin opción para disponer de sus bienes y, por ende, de la potestad de sus hijos. No contaban con ningún derecho en alguna de las etapas de su existencia, vivían bajo el tutelaje patriarcal y posterior al matrimonial. Se emancipaban a los treinta años en comparación de los hombres a los veintiuno. Un destino trazado por el simple hecho de nacer mujer.

La importancia de Consuelito destaca en tres momentos durante su trayectoria. Como maestra instruyó a profesores rurales, quienes impartirían clases en diecisiete haciendas, bajo el lema: “El respeto al alumno, para elevar su potencial en un ambiente de enseñanza amable y cariñoso,” principio rector del pedagogo alemán Friedrich W. Fröebel, privilegiando la relación del niño con la naturaleza y el aprendizaje lúdico. De ahí el nombre de Kindergarten donde “estallan las flores en plácida calma y el prado perfuman y adornan también”.

A finales del siglo XIX iniciaba la Edad de Oro de la educación en México, bajo la presidencia de Porfirio Díaz. El gobernador Olegario Molina, que se había desempeñado como director del Instituto Literario del Estado de Yucatán, compartía el mismo interés. El movimiento pedagógico nacional estuvo influenciado por diversas corrientes europeas. Consuelito vio la posibilidad de cristalizar su sueño: fundar una escuela laica, privada, científica y mixta donde “cantemos los triunfos del arte y la ciencia que dignificaron la noble mujer.”

El 4 de septiembre de 1905 abrió sus puertas la “Escuela Elemental y Profesional”. Sería después de su muerte, a los 82 años, el 22 de junio de 1956, que la escuela tomaría el nombre de Consuelo Zavala Castillo, para honrar su memoria.

En 1915 arribó al Estado el general Salvador Alvarado como gobernador interino de Yucatán. Liberal, constitucionalista, autodidacta, lector y bilingüe, impulsó la creación de escuelas, erradicó el feudalismo y se casó con una yucateca, hecho que lo acercó a la cultura.

Consuelito, una vez más vislumbró la oportunidad y buscó su apoyo para organizar el Primer Congreso Feminista de Yucatán, el primero en México. El evento tuvo rotundo éxito: más de 600 mujeres asistieron, provenientes de todos los rincones de la península, principalmente maestras. Salvador Alvarado estigmatizó la lucha, convirtiendo la educación de las mujeres en un tema de género al asociarlo con el color rosa, el pequeño rojo: “El liberalismo de color de rosa de la señorita Zavala resulta muy pálido comparado con el rojo vivo de nuestro radicalismo revolucionario,” o sea, la suavidad femenina en comparación con la fuerza masculina. El sexo débil frente al fuerte.

A 110 años, su legado está vigente en las aulas de su escuela. Su figura a la distancia se ha fortalecido. El 9 de julio de 2015, los integrantes de la Junta de Gobierno y Coordinación Política de la LXI Legislatura acordaron que se denominara la sala de usos múltiples del Poder Legislativo, a partir del 13 de enero de 2016, “Sala de Usos Múltiples, Maestra Consuelo Zavala Castillo”. En el marco del Día Internacional de la Mujer en 2019, “pues ya ha convertido la humana conciencia en reina del mundo la esclava de ayer,” el Congreso del Estado de Yucatán entregó por primera vez el reconocimiento Consuelo Zavala Castillo que premia la labor destacada de yucatecas en los campos de la ciencia, la cultura, la política y la economía, así como el trabajo a favor de la paridad de género o la defensa de los derechos humanos de las mujeres.

“Venid compañeros, venid celebremos” el legado de Consuelito que pervive en las mujeres yucatecas. Su lucha continúa inspirando los logros de quienes decidimos seguir con dedicación y entusiasmo su “augusta misión.”

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