VII
9
En esta ciudad de Mérida, a principios de este siglo, dos hermanos, Augusto y Julio Río, publicaban un semanario festivo que se llamaba “La Campana”, semanario que en esa época tuvo una popularidad tan grande como la que tuvo años después otro semanario festivo que se llamaba “La Caricatura”, que publicaban Antonio Trujillo y Pedro Vadillo y de la que fui un modesto colaborador durante su larga vida.
Volviendo a los años pretéritos, La Campana se especializó en los anuncios comerciales en verso, hechos con gracia y picardía por los mismos hermanos Río a petición del cliente. De estos clientes, el más constante era don Chano Herrera Sansores, propietario de La Sin Rival, panadería situada en la calle 64 entre la 59 y 61 y que adquirió fama por la buena calidad de pan que vendía, pan que tenía sabor y olor, y estaba elaborado con el pudor profesional del panadero que ama su oficio. Don Chano Herrera inició la moda del anuncio en verso. Todavía recuerdo algunos de estos versos publicados en La Campana. He aquí uno:
–¿Cómo engordaste Pascual?
–Sólo comiendo alfajores
que vende la Sin Rival
de Chano Herrera Sansores.
He aquí otro:
De la Sin Rival el pan,
a voces reclama el cura,
y por su mala ventura
ni las beatas se lo dan.
Otro que entró a la moda de anunciar en verso fue don Federico Martín Espinoza, fabricante del chicle Maya, del que recuerdo este verso:
Si quieres joven tener
un aliento embriagador
y ser un conquistador
de la más bella mujer,
y en amores bien te vaya,
sigue muy bien esta ley:
mascar siempre chicle Maya
que es de los chicles el rey.
Siguiendo la moda, un zapatero que tenía su taller en el barrio de San Cristóbal le pidió al Vate Correa que le hiciera un verso anunciando su zapatería. El Vate cumplió y el zapatero hizo pintar el verso en un tablero que colocó en la puerta de su taller. Decía así:
Aquí está Juan Alcocer
fabricante de calzado,
hace de hombre y de mujer
con un gusto refinado.
Contento y satisfecho, el zapatero mostraba el letrero a cuanto amigo pasaba por la calle, hasta que uno de esos amigos, que era honesto y sincero dijo:
–Tú, Alcocer ¿haces de hombre y de mujer? No te conocía esa gracia.
–Hago zapatos para hombre y zapatos para mujer.
–Pues no es lo que dice el letrero. Quítalo de tu puerta.
El zapatero quedó pensativo un rato, comprendió la picardía y resueltamente quitó el letrero que sin malicia había aceptado y pagado a buen precio. Mientras lo quitaba murmuró apretando los dientes: -Cuando yo vea al Vate Correa se las va a entender conmigo: ¡Demonio de Hombre!
Conrado Menéndez Díaz
Continuará la próxima semana…