El póker de los coroneles
“Me siento contento de haber podido completar ese trabajo. Creo que la literatura puede servir como un vehículo para explorar diversas dimensiones de la existencia humana. En este caso, la Historia para mí no ha sido un pretexto para escribir ficción. Al revés: la ficción ha sido un medio para dar otra mirada a lo que los historiadores han narrado una y otra vez. Una mirada que tal vez permita al lector asomarse a la Historia con ojos distintos.”
El Dr. Francisco Mayorga presentará en el INCH, (Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica), su nueva novela: “El póker de los coroneles, El fin del Somozato”, libro con el que finaliza su trilogía.
En el “Póker de los coroneles, El fin del Somozato” el Dr. Mayorga presenta la urdimbre de conspiraciones, intrigas y acciones clandestinas que condujeron a la insurrección popular que culminó con el derrocamiento de “Tachito”, el primero de mayo de 1971.
Francisco Mayorga (León, Nicaragua, 1949), Economista, Escritor, con dos títulos de Maestría, y Doctor en Economía por la Universidad de Yale (Estados Unidos), en su vida profesional ha sido banquero y académico. En su trayectoria bancaria, el Dr. Mayorga fue Director Ejecutivo del Banco Centroamericano (BCIE) por cinco años, y presidente del Banco Central en 1990, así como presidente del Banco del Café de Nicaragua por otros cinco años.
En su carrera académica, fue profesor del INCAE durante 20 años, vicerrector de la Universidad Católica de Nicaragua, rector del Instituto Internacional “Albertus Magnus” en Managua durante diez años, y otros seis años fue “profesor internacional visitante” de la Universidad Privada de Bolivia (UPB), que lo eligió rector en 2022.
El galeno compartió en exclusiva con el Diario del Sureste detalles de esta nueva novela histórica experimental.
¿Cuál fue su mayor reto al construir esta trilogía?
Cuando llegué a Washington en 2011 alquilé un apartamento en un edificio llamado Kennedy-Warren, contiguo al famoso Zoológico Nacional. Era un edificio histórico. En algún momento descubrí que allí había vivido, décadas atrás, el secretario personal del presidente Franklin D. Roosevelt. Eso llamó mucho mi atención, por una foto que estaba en el edificio, muy parecida a la foto del recibimiento en homenaje a Anastasio Somoza García el 5 de mayo de 1939. Ese fue el detonante de una pequeña investigación que me animó a escribir “Memorias de Anastasio”, que se publicó como “Memorias de Somoza – una noche con la muerte”. En esa investigación descubrí que Tacho había sido el único miembro del gabinete de José María Moncada que estaba en Managua el 31 de marzo de 1931, el día del terremoto, y ese hilo suelto me animó a escribir “Cinco estrellas”, con otra perspectiva sobre la sagacidad y la ambición de Somoza y su mujer Salvadora. Una vez que terminé esa novela, se me ocurrió que debía completar la narrativa sobre el somozato con una tercera novela, que fue “El póker de los coroneles”. Todo el proceso fluyó con mucha naturalidad. No encontré ningún obstáculo para construir la trilogía.
¿Cómo califica su novela “El Póker de los coroneles, el fin del somozato”?
Para mí, además de ser una aproximación a la novela histórica latinoamericana, es una novela testimonial, en el sentido de que yo viví muy de cerca el colapso del régimen. Me pareció importante unir los hechos históricos con mi propia vivencia sobre lo que fueron la insurrección popular, la unificación del Frente Sandinista, el intento fallido del golpe de los coroneles –que ha sido muy poco mencionado en la abundante literatura sobre el fin de la dictadura– y el asalto al Palacio Nacional por un grupo de patriotas, que fue una estocada mortal para el somocismo.
El tema de los coroneles ¿tiene una relación muy importante con su persona y un papel relevante en esta obra literaria?
Tiene una dimensión personal importante. El mayor de mis primos –casi un hermano mayor para mí– fue uno de los partícipes del intento de golpe. Era el coronel José Wenceslao Mayorga, que recién había asumido el cargo de oficial ejecutivo del Batallón de Combate, la unidad de infantería más grande de la Guardia Nacional. Fue a través de mi primo que me enteré de la conspiración de los coroneles y de otros detalles después de que fueron delatados y su plan fue frustrado.
Paralelamente, estuve involucrado en la lucha revolucionaria y conocí de cerca a los dirigentes, a los héroes, lo cual me dio una perspectiva personal sobre los acontecimientos.
Sin embargo, quiero insistir en que soy un novelista, no un historiador. Mis novelas se asoman a la Historia como a través de una rendija o de un lente de un color personal. Los hechos son un andamiaje sobre el que construyo la ficción.
La pregunta que me hacen usualmente es cuánto de la novela es verdad. Respondo que todo dentro de la novela es verdad, la verdad literaria de una construcción de ficción; pero el tejido de la novela es esencialmente ficción. Claro, yo vuelco en ese tejido una combinación de percepciones de la realidad con la emoción totalizante que todo escritor despliega cuando construye su relato.
Dr. Mayorga, ¿siente que ha entregado a las nuevas generaciones un encuentro con la historia que les precedió, en el contexto de los “demonios del poder”?
La juventud típicamente se entretiene con muchas cosas hermosas de esa época maravillosa de la vida. Sin embargo, el estudio de la Historia resulta un poco árido para la mayoría. La literatura tiene su propio sentido, su propia vida, que busca cómo labrar con la palabra una mezcla de hechos, imaginación y emociones para llegar al corazón y al cerebro del lector. Creo que, a través de la literatura, la juventud debe conocer los hechos que nos vinieron conduciendo hasta el presente. Es importante que los jóvenes entiendan los afanes del poder, la ambición, el egoísmo y todos los demonios que toman posesión de las personas cuando se obsesionan con la codicia, la gula y las demás voracidades que caracterizaron a los Somoza.
Compártanos un mensaje para el público mexicano y nicaragüense…
Una interpretación del nombre de Nicaragua es una expresión náhuatl: Nic Anáhuac, «hasta aquí llegó el Anáhuac.» Esa versión se fortalece por la abundancia de toponimias que confirman que en Nicaragua el náhuatl no solo dominó como lengua, sino como cultura plena y como constructor de referentes geográficos.
Los nombres de pueblos, ríos y volcanes en náhuatl estaban aquí a la llegada de los españoles, y muchos de esos nombres permanecen, como parte imborrable de nuestras raíces más profundas.
Hay mucho más que las toponimias nos une con México. La gastronomía y la música, por ejemplo. También está, por supuesto, el patriotismo, el sentido del arraigo a la tierra que nos vio nacer. Son muchos los lazos que nos unen a México. Debemos fortalecer esos lazos, cultivar nuestra cultura común y lo mejor de nuestros valores. Debemos proteger nuestro tesoro común, que es nuestra identidad.
RAFAEL QUINTANA