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El fardo funerario de la tumba 1 de Calakmul – V

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Arqueología Maya

V

MADERA DE LAS PARIHUELAS, “LITERA MORTUORIA”

En este caso se trataba de dos vigas de caoba, severamente alteradas, de cerca de 2.02 m de largo x 24 cm máximo de ancho x 3-4 cm de espesor. Sólo la parihuela sur conservó su forma volumétrica y congruente; a diferencia de ésta, la parihuela norte se encontraba casi totalmente perdida, permaneciendo sólo algunas astillas o fragmentos aislados. La madera se hallaba muy seca, con un contenido de humedad (según la fórmula Latappi) por debajo de 30%. En los análisis realizados pudo comprobarse que se trataba de madera de caoba.44 Asimismo, el análisis de radiocarbono nos dio una fecha media de 1361 (±) 65 años (según el estudio de vida media de Libby para radiocarbono).45

A simple vista, la madera estaba muy alterada, presentaba fisuras y «rajas», así como muchos desprendimientos pequeños (astillas). Mostraba un color pardusco y cenizo, con poco brillo y una textura poco tersa. Al tocarla y ejercer poca presión con los dedos la madera adquiría una consistencia semejante a la del corcho.

Evidentemente la madera cumplía un papel fundamental como materia prima dentro de la sociedad precolombina –maya o no– por ello, como en el caso de los huesos, no me parece necesario extenderme en el tema; cabría decir, sin embargo, que la caoba o Swietenia macrophylla es una especie arbórea de selva alta perennifolia o subperennifolia y que aún a la fecha existen ejemplares de este árbol en el área de la Reserva de la Biosfera de Calakmul.

Probablemente, las parihuelas hicieron la función de la cama o plataforma que recibió al cuerpo del personaje inhumado, como era costumbre en los entierros en cripta de Calakmul. También encontré referencias de casos similares donde dos parihuelas conforman camillas de transporte.46

Ahora bien, a partir del estado de deterioro tan avanzado que tenía la madera y considerando la importancia que implicaba localizar madera de caoba seca en contextos de enterramientos mayas, se tomó la decisión de consultar a especialistas para determinar el proceso de investigación e intervención. Durante las discusiones de trabajo fue cada vez más claro que el trabajo integral de la madera, con mucho, rebasaba nuestras posibilidades de tiempo y conocimiento. Asimismo, se consideró47 que los métodos de intervención comúnmente empleados para tratar madera arqueológica en la CNCPC eran sumamente cuestionables y no era conveniente arriesgar un bien de esta magnitud, en pos de un trabajo rápido.48 Finalmente, a principios de 1999 se consideró que era imposible reutilizar la madera original para el montaje expositivo debido a su fragilidad y a su nula cohesión. Por ello, se tomó la iniciativa de comenzar un trabajo de análisis y estudio paralelo especial para la madera antes de intervenirla, mismo que quedó a cargo de Luisa M. Mainou y Alejandra Alonso, restauradoras especializadas en madera que presentaron un proyecto específico para el caso. Posteriormente, por razones que se explicitan líneas más abajo, se decidió preservar la madera sólo para estudio y conservarla en su contexto original, cuidando únicamente las condiciones microclimáticas de su entorno.

Esto se debe a que la madera, por ser un material orgánico, se tuvo que someter –y aún hoy lo está– a un proceso natural de transformación. Éste ha consistido básicamente en la pérdida de humedad y sustancias esenciales como efecto del corte y de su empleo como un objeto manufacturado. Es decir, al dejar de ser el tronco de un árbol para pasar a ser madera útil necesariamente hubo una pérdida de las sustancias nutrientes y del agua intermolecular y por lo mismo hubo evaporación de las mismas. El agua intramolecular también se perdió, pero bajo un esquema paulatino. En cuanto a la estructura es obvio que asimismo sufrió un proceso de degradación –basta ver la extensiva fractura de la pared celular– debido fundamentalmente a la ruptura de las cadenas de celulosa.49 La degradación de la madera se pudo constatar por la presencia de un fino polvo que formaba una capa generalizada en el área perimetral de las parihuelas. En algunos casos también se encontraron finas lajas de madera en proceso de destrucción.

Es importante hacer notar que dadas las características de la superficie del piso y la pendiente de la estructura XV, en el lado norte de la cámara se concentró mayor cantidad de agua tras la inundación, por lo que en el caso de la parihuela norte se observó un grado de deterioro mayor debido a la constante presencia de humedad y sustancias ácidas, y/o básicas, disueltas en el agua. Por otra parte, algunas secciones de las parihuelas presentaban fracturas de origen que tal vez obedecían a la diferencia de cargas (algunas de las fracturas incluso se debieron haber generado tras la manipulación y transporte del bulto mortuorio fuera de la cripta).

Por otro lado, la madera fue atacada por insectos xilófagos. Durante las observaciones realizadas en el microscopio electrónico de barrido (MEB) fue posible, además, observar la presencia de hongos y bacterias que dieron lugar a un proceso de putrefacción suave.50

Asimismo, al observar la madera bajo microscopio óptico y de barrido se determinó que ya no existía casi nada de las paredes primaria y secundaria, la única estructura que se mantenía más o menos inalterada era la lámina media (que era la que otorgaba visual y macroscópicamente la forma y el volumen de las parihuelas).

Con base en estas observaciones se pudo determinar mediante un análisis y experimentación que la madera sufrió una alteración extremadamente aguda (provocada sobre todo por períodos de alta humedad dentro de la tumba durante los cuales se desarrollaron bacterias que degradaban la celulosa presente en las paredes primaria y secundaria). Esto, en contraste con períodos de gran sequía (dentro de la cámara) en los que proliferaron colonias de hongos en la madera. Estos ciclos de humedad y sequía se alternaron durante un largo período (cerca de 700 años), dando como resultado la pérdida de la sustancia maderable de las tablas y, como consecuencia, teníamos ante nosotros dos piezas que no cumplían ya ni remotamente las funciones de sostén para las que fueron diseñadas. En el próximo apartado regresaremos a este punto.

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44 Cf. Alonso y Mainou, en García y Schneider, 1996, Anexo núm. 2.

45 Cf. García y Schneider, 1996: 142-144.

46 Por ejemplo se sabe que los chimúes del Perú utilizaban unas especies de camillas cargadas por dos personas que transportaban los bultos o fardos fúnebres. Santiago Uceda, Ritual funerario chimú a través de una maqueta, ponencia presentada en «No una sino muchas muertes», Simposio INAH-UNAM, agosto, 1995. Aunque no debe confundirse el transporte con el enterramiento (y además no existen referencias concretas para el área maya).

47 Reunión de área (L. Cedillo, L. Mainou, J. Chan, A. Alonso, J. Cama, M. Morales, V. García, R. Araujo y R. Schneider). Febrero de 1996.

48 Por ejemplo, se efectuaron pruebas empíricas con consolidantes de diversos tipos (Paraloid B72, mezclas de agua y azúcar, resinas naturales, etc. en varias concentraciones y con varios solventes) y en ningún caso nos satisfizo el aumento de peso o los cambios volumétricos que sufrieron las muestras.

49 Cf. Alonso y Mainou, en García y Schneider: 1996, Anexo núm. 2.

50 Cf. Alonso y Mainou, en García y Schneider: 1996, Anexo núm. 2.

51 Cf. Alonso y Mainou, en García y Schneider: 1996, Anexo núm. 2.

 

Renata Schneider

Continuará la próxima semana…

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