Arqueología Maya
III
DESCRIPCIÓN Y ESTADO DE CONSERVACIÓN DE LOS OBJETOS DE LA TUMBA 1
Como se mencionó, el objetivo general de este texto es describir el problema de conservación del fardo funerario de la tumba 1 de la estructura XV de Calakmul y de las soluciones que se instrumentaron para preservarlo efectivamente, que sin duda fue el objeto más atípico y difícil de abordar de la ofrenda funeraria que nos ocupa. Sin embargo, al abordarlo haré una síntesis en torno a los demás materiales y artefactos del entierro. Con la intención de generar una comprensión global del problema que nos atañe y que, de ser posible, se entiendan con mayor claridad los procesos que se efectuaron para salvaguardar el contexto en general.
Asimismo, el análisis y la interpretación de las transformaciones y cambios que sufrieron los materiales dentro de la tumba 1 fue una parte sustancial del trabajo (ya que es evidente que sin una adecuada comprensión de la manufactura de los materiales originales, así como de los procesos de diversas índoles que participaron conjuntamente en su degradación es imposible generar una buena propuesta de restauración). Antes de iniciar debo decir que los párrafos que estudian los procesos de deterioro que sufrieron los elementos y artefactos de la cripta son resultado del trabajo conjunto mío y de Valeria García Vierna, a quien le estoy profundamente agradecida.
FARDO FUNERARIO
El bulto mortuorio de la tumba 1 es un envoltorio cristalizado, rígido y quebradizo color café muy claro (10YR 7/4, según la Tabla Munsell), cuyas medidas son 1.66 m de largo x 0.49 m (máx.) de ancho x 0.11 m de espesor. Servía como envoltorio de un cuerpo humano, a manera de sudario. Está manufacturado con varias tiras o lienzos sobrepuestos de la cabeza a los pies. El fardo se encuentra destruido en una sección (44 cm) que va del área de cráneo (a partir de los primeros 15 cm) al área de la pelvis (esta destrucción es resultado de la acción de roedores).
Las tiras, vendas o lienzos que lo conforman están compuestas por tres estratos diferenciados: el estrato inferior o 1 (en contacto con el cuerpo del personaje) que mide aproximadamente 0.6 cm; el estrato medio o 2 mide 1.2 cm aproximadamente, y el estrato superficial o 3 que tiene una superficie muy lisa coherente y casi impermeable en el área de cubierta y porosa tendiente al gris oscuro en la parte del fondo del envoltorio. Las dos últimas oscilan entre los 0.1 y 0.3 cm en promedio.
Los estratos inferior y superior, a su vez, presentan una película (a) que encapsula una lámina cristalina (b) de un color gris casi negro. Tanto la “película” como la lámina son parte de la estructura del material; en cambio, los tres estratos mayores ya referidos corresponden a la manufactura del bulto funerario, misma que se explicará más adelante.
A partir de las características visuales y físicas que presentaba el fardo mortuorio se pensó en la posibilidad de que su materia prima fuera algún tipo de látex, ya sea que fuera caucho o chicle, especies que existen en la zona de Calakmul1. A partir de la observación de las características visuales del envoltorio y de los análisis realizados en 1995 se pensó que podría tratarse más de la primera opción (hule), pero no debe aún descartarse que sea el extractivo del chicozapote, ya que ambos son resinas terpénicas que abundaban en la región desde la época precolombina. Los argumentos para uno u otro caso son muy extensos. A continuación se hace una breve relatoría de los mismos:
A.- Hule o caucho. Este material se extrae del látex de diversas plantas; en México, fundamentalmente de la Castilla elástica que actualmente se distribuye en las vertientes del Golfo de México (desde el norte de Puebla y Veracruz hasta la Península de Yucatán) y del Pacífico (de Nayarit a Chiapas). Es un árbol que se encuentra en selvas altas subperennifolias y medianas subperennifolias en sitios perturbados; su área de distribución y su misma abundancia están fuertemente influenciadas por la protección del hombre.2
Como algunas otras plantas pertenecientes a la familia de las moráceas, el árbol presenta un jugo lechoso, del cual se extrae el hule propiamente dicho.3 Este látex se obtiene por medio de incisiones practicadas en la corteza, el líquido escurre hasta el suelo donde se recoge en una vasija.4
Este material fue empleado por las culturas mesoamericanas (e incluso en Occidente y Aridoamérica) para la manufactura de diversos objetos, como pudo comprobarse en las excavaciones en el cenote de Chichén Itzá donde se encontraron figuras de hule, vasijas con contenidos de resina y hule, bolas de caucho formadas de tiras enredadas o de copal cubierto por hule,5 se sabe también que los mexicas hacían masas de caucho y que en algunas festividades usaban papel goteado con hume, pintado o rayado; así como también fabricaban imágenes de los dioses con este material y le conferían propiedades medicinales. Evidentemente, el uso más conocido del hule en la época precolombina fue la fabricación de pelotas para el famoso Juego de Pelota.6
Sahagún describe un oficio específico para el trato del hule, demostrando así la importancia de este material entre los mexicas:
El que trata en la goma negra que se llama ulli, que se derrite como torrenzo puesto en asador, y no se torna a cuajar, tiene árboles de que la saca; hace unas masas redondas, otras anchas y otras delgadas y largas. Es goma muy saludable. De ésta se hacen pelotas con que juegan, que fácilmente saltan como pelotas de viento, haciendo sonido como las mismas.7
En la bibliografía que versa sobre la época precolombina o de contacto se menciona que dado que el líquido recogido coagula desde su primer contacto con el aire se precisaban varias sustancias para acelerar o retardar el proceso de endurecimiento (guamol –Calonyction aculeatum– o machacuana –Ipomea violacea–),8 o bien se colocaban “láminas delgadas sobre hojas anchas y dejándolas expuestas al sol, posteriormente se pegan unas sobre otras para formar una lámina gruesa. También puede coagularse con el calor de una hoguera, por medio de humo o bien agregando sal sobre el látex que va escurriendo”9. Durante la coagulación, natural o inducida, el líquido primero es de apariencia lechosa, rápidamente se torna amarillento y finalmente negro.10 Se dice también que se recogía el líquido en calabazas huecas, se dejaba cuajar, después se cocía en agua caliente y con la sustancia resultante hacían una pelota redonda, o bien, a falta de calabazas, se lo untaban en el cuerpo y cuando se enjutaba y secaba se le desprendía en tiras y se formaba una pelota que se cocía en agua.11
Es interesante mencionar que actualmente los métodos modernos para la obtención y coagulación de caucho natural no son tan distintos: consisten en la aplicación de ácidos, o bien en el cocimiento en hornos especiales (previa inmersión en baños consecutivos de agua caliente y fría).12
Dejando la manufactura a un lado, químicamente el látex del caucho o hule se considera parte de la familia de las resinas terpénicas, mismas que constituyen una de las clases de sustancias más extendidas en el reino vegetal. Ya que pertenecen a las resinas, los bálsamos y esencias que se obtienen de la exudación de diversos tipos de árboles y arbustos, polimerizan al escape del solvente (cuajado o coagulado). Su unidad química fundamental es el isopreno, mismo que según su recurrencia o posición isomérica diferencia un tipo de terpeno de otro. Los hules naturales (compuestos por n número de unidades) son del tipo de los poliisoprenos.13
Los poliisoprenos (poliprenos) incluyen a una serie de productos naturales como el caucho (Castilla elastica o Hevea brasilensis),14 la gutapercha, el guyele y la balata. Los productos naturales poliprénicos son hidrocarburos no saturados resultantes de la polimerización del isopreno.15 El hule natural contiene 95% de caucho y 5% de otras resinas y gomas.
Así, el caucho es un elastómero o termoplasto conformado por moléculas de baja polaridad (debido a que el esqueleto de la cadena sólo tiene átomos de carbono, ordenados irregularmente por ramificaciones). Los dobles enlaces contenidos en la molécula causan la reacción de polimerización ya que permiten la formación de una retícula que paulatinamente encoge la red y las sustancias que permanecían en estado líquido salen a la superficie y se evaporan.16 Las largas cadenas se encuentran enredadas unas con otras, de esta manera al estirar ligeramente el material, las moléculas se extienden; al dejar de aplicar la fuerza las moléculas vuelven a enredarse.17 Pese a su gran tamaño y peso molecular (pm 100 000 a 1 millón) el hule es más ligero que el agua.18
A partir del siglo pasado se han instrumentado varios métodos artificiales o sintéticos para la obtención de caucho, o bien para reforzar sus propiedades. En la primera mitad del siglo XIX se descubre el vulcanizado, método que consiste en crear enlaces de azufre entre las cadenas del isopreno (de 1 a 3% de azufre), otorgándole al hule una mayor resistencia a la tensión, al calor, y confiriéndole mayor elasticidad. Por otro lado, actualmente el hule sintético se obtiene de un copolímero formado de los monómeros del butadieno y el estireno.19
En torno al hule natural, éste se altera y transforma del siguiente modo:
… la reacción más común que va deteriorando al hule es la oxidación, provocando cadenas con radicales peróxido (R–O:O–R), el enlace 0:0 es débil y se rompe por calentamiento, al romperse se obtienen radicales libres muy activos que vuelven a reaccionar con otra parte de la molécula o con otra molécula, ocasionando la ruptura de las cadenas de isopreno.20
Las cadenas, llenas de dobles ligaduras que tienden a romperse, se van saturando de agentes reactivos como los radicales alcoxy (RO R’O), hidroperoxy (OOH) o peróxido (R–O: O–R); que a su vez hacen actuar a otras partes de la molécula. La reacción tarda en comenzar alcanzando su clímax al saturarse de tales radicales, para posteriormente decaer con rapidez.21
El ozono produce igualmente gran deterioro en las moléculas. Por otra parte, el Cu, el Mn, el Fe, el Ni y el Co pueden acelerar las reacciones, ya que actúan como catalizadores. La humedad juega un papel en la reacción del oxígeno o del ozono con la superficie del caucho, que se incrementa asimismo por la acción de la temperatura; también, la luz ultravioleta rompe fácilmente las dobles ligaduras de isopreno. Finalmente, si los aceites y solventes polares penetran el material las cadenas pueden depolimerizarse.22
Otro proceso que altera profundamente al hule es la cristalización, misma que con el paso de los años vuelve totalmente inelástico al material, haciéndolo quebradizo. Esto se debe generalmente a que las zonas cristalinas presentan distinta resistencia mecánica. Así, durante procesos de expansión–contracción, la frontera entre las zonas elásticas y las cristalinas se fractura.23 En el hule antiguo es sumamente común encontrar transiciones cristalinas dentro de las masas elásticas, o bien, hallar piezas totalmente cristalizadas con puntos localizados de material sano, como en el caso que nos ocupa. 24
Respecto al hule arqueológico, Bertha Peña en su trabajo de 1993 concluye: “… el hule pierde propiedades importantes como su elasticidad, y es probable que lo que tenemos hoy en nuestras manos no sea propiamente un hule, sino un polímero con características diferentes a los elastómeros” 25
- Chicle. Se encontró bastante menos información del chicle que del caucho; sin embargo, se compilaron algunos datos y se logró comprobar su afinidad química con el primero:
La especie arbórea de la cual se extrae el chicle es conocida como Achras zapota o chicozapote (yá, sakya o chakya en maya). Es sumamente abundante en el área sur de la Península de Yucatán, fundamentalmente en la zona petenera (existe a nivel mundial otro árbol de la familia de las sapotáceas que no existe en México, pero que también produce un látex de características termoplásticas: la balata –Mimus balata y Sapota muelleri–; del cual se obtiene un producto que remplaza al chicle, al caucho natural o a la gutapercha).
La madera del chicozapote es de grano fino, dura, rojiza, fácil de pulir y trabajar; es poco atacada por los insectos y suele usarse para vigas, durmientes de ferrocarril, etc.; es la madera usada en los antiguos templos mayas que más se conserva.
El más importante producto del árbol es la gomorresina conocida como chicle; usada como la base de la goma de masticar…. misma que se obtiene de efectuar incisiones espirales en el tronco del árbol durante la estación de lluvias y debe ser batido y hervido hasta que se espese. El chicle o tsikte fue bien conocido de los antiguos mayas, siendo masticado para calmar la sed y también como un acompañante de las comidas. Era preparado en barras de unos diez cm de largo y un cm de grueso. envueltas en hojas de plátano, forma en la cual todavía se ofrece a la venta localmente… El látex se llama its; cuando está ya cocido y listo para masticar cha 26
Como en el caso del hule, el jugo del chicle se recoge en una vasija colocada en la parte inferior del tronco; el látex en contacto con el aire se espesa hasta adquirir una consistencia parecida a la de la miel, más tarde se cuece en recipientes de fondo bajo, hasta que por pérdida de agua el material se reduce a una masa consistente, que se bate para eliminar más agua y a la cual puede, o no, agregarse el látex proveniente del árbol Chunup (Clusia flavia) para adulterarlo; por último se reúne en barras. 27
El chicle se compone estructuralmente de dos triterpenos cíclicos: el acetato de Lupeol (C32H52O2’) que es un triterpeno abundante en los estractivos de varias plantas y árboles (entre ellos los productores de caucho), y la α, ẞ amidina. En términos generales a la molécula entera se le considera un triterpeno.28
Químicamente el chicle se deteriora de la misma forma que todos los terpenos de alto peso molecular; es decir, del modo descrito para el hule, que es básicamente igual al proceso de alteración que sufre, por ejemplo, el barniz de un cuadro de caballete; ya que aunque las cadenas de cada terpeno pueden variar en el peso molecular, en la forma isomérica, en la combinación de los monómeros o en el tamaño de la cadena, todos estos polímeros comparten una misma estructura básica.29
No existen noticias referentes a objetos de chicle precolombinos que se conserven hoy en día; ni se sabe siquiera con certeza si el chicle se empleó para elaborar alguno, aunque en 1996, Rolando Araujo, restaurador perito de la CNCPC, aseguraba contar con objetos manufacturados en chicle provenientes del Templo Mayor.
En torno al tema fundamental que nos ocupa, cabe indicar que el estado de conservación del fardo funerario era lamentable tanto macro como microscópicamente: el material se encontró quebradizo, reseco y frágil. Sobretodo en las áreas inferiores era donde se observaba una oxidación aguda y una mineralización desigual.
A través del microscopio pudimos notar también que los estratos internos del material presentaban, además un tipo de alteración característico. Por ejemplo, el estrato 1 mostraba una superficie aparentemente alterada: sumamente porosa, oscura, reseca y con un intenso craquelamiento; en cambio, el estrato 2 era claro, tendiente al amarillo, sin cohesión y con tan poca resistencia física que tendía a colapsarse y por tanto a fisurar el estrato 3. Este último, en general, presentó, en ese momento, que conserva hasta la fecha, una superficie muy lisa, coherente y casi impermeable, totalmente cristalizada o calcificada. 30
Los estratos 1 y 3, a su vez, se conforman de la capa o película a y una línea oscura denominada capa o lámina b. Como ya se hizo notar los tres estratos mayores corresponden a la manufactura del material –aplicación sucesiva de tiras de látex sobre lo que podrían ser hojas de palma– y las capas a y b a la subdivisión natural interna del material –capas externas alteradas y un núcleo de caucho sano. Se cree que los estratos 1 y 3, debido a su homogeneidad, coherencia y comportamiento físico, eran el hule puro o hule calcificado y que, en cambio, el estrato 2 que es muy poco compacto, muy grueso e irregular (pero presenta partículas de caucho), correspondería a una capa vegetal gruesa (o palma) que sufrió la penetración del látex líquido y que con el tiempo perdió su coherencia debido a la putrefacción del vegetal que actuaba como soporte,31 por lo que el estrato quedó “fofo” y quebradizo; coincidiendo así con la manufactura que reportan las fuentes para el hule, aunque es difícil descartar del todo al chicle.32
En relación con los mecanismos de deterioro que dieron lugar al estado de conservación descrito es importante decir, como se ha mencionado ya en innumerables textos de conservación y restauración in situ, que el deterioro de un material arqueológico (y cualquier otro) es resultado de la combinación entre diversos factores que actúan en un espacio y un tiempo específicos.33 En el caso que ahora se analiza, esto es evidente, ya que algunos de los factores deteriorantes sirvieron a su vez para catalizar a los procesos de conservación de otros componentes químicos del material (o de otros materiales culturales depositados en la ofrenda). Para comprender el estado de conservación en el que se encontraba el fardo funerario a su llegada a la CNCPC, es necesario enumerar y explicar (aunque sea brevemente) cada una de las causas que pudieron afectarlo, y buscar los mecanismos del deterioro que se llevaron a cabo durante los casi 1300 años que el entierro permaneció virgen. Sin embargo, es claro que este breve análisis del deterioro es tan sólo una aproximación y, obviamente, es de suma importancia continuar con las investigaciones sobre este material: por ejemplo, sería importante estudiar su composición fisicoquímica, su sistema de factura, su significación en el ritual funerario, su comportamiento en el contexto específico, entre otros aspectos.
Para exponer las alteraciones sufridas por el bulto funerario es preciso comenzar por el factor común de deformación de este contexto: la bioturbación animal. Como el resto de los materiales, el fardo mortuorio estuvo sometido a fragmentación y dispersión causadas por roedores; el área más destruida fue la superior –desde la cabeza hasta el límite del tórax con la región pélvica. El área que ocupan la pelvis y las piernas presenta algunas perforaciones, no obstante, en general se encontraba bastante íntegra. Por otra parte, es importante mencionar que el fardo tuvo cambios dimensionales una vez que el cuerpo se descompuso (ya que el látex permaneció plástico durante mucho tiempo y fue deformándose y adaptándose al perfil que adquirió el esqueleto una vez que desaparecieron los tejidos blandos).
Otra modificación sufrida por el bulto mortuorio fue la aglutinación de sus materiales propios y de los materiales a los cuales cubría (huesos, fragmentos de la resina, materia orgánica, etc.). Esto se generó gracias a las sales disueltas en el agua que penetraron continuamente en la cámara funeraria. Cuando estas sales cristalizaron, formaron un estrato calcáreo con características similares a las de un estuco manufacturado, pero con una dureza y una resistencia heterogéneas. En el caso de los espacios en los que penetró dicho material al fardo –básicamente la parte posterior– observamos un trabajo diferencial por peso.
La resina terpénica que compone la materia prima del fardo funerario sufrió una serie de transformaciones muy severas, como fueron su polimerización tras el rito funerario (que, por ejemplo, posibilitó afortunadamente la creación de improntas definitivas en su superficie mientras ésta endurecía) y su posterior depolimerización. Por ello, vale la pena explicitar algunos de los procesos del deterioro de las resinas en las condiciones específicas del caso que nos ocupa, ya que éstas van a determinar su actual grado de preservación.
Uno de los rasgos particulares de este fenómeno es la presencia de un cuerpo humano en contacto con látex, es evidente que éste sufrió un proceso natural de descomposición, por lo que se produjeron gases y vapores (amoniaco principalmente) y algunas sustancias ácidas y básicas generadas por el constante intercambio electrónico. Los compuestos formados tras el intercambio reaccionaron con el material envolvente: por ejemplo, se cree que la formación de vapores de sulfuro provocó una semivulcanización, muy ligera y local, del estrato interno (esto explicaría el intenso color negro de la capa b y el craquelamiento que caracteriza la superficie en general). Esto mismo también podría explicar la carbonización (gracias a las sustancias ácidas) del tejido muscular que encontramos en el fémur derecho del esqueleto.34
Por otra parte, la luz ultravioleta, como se explicó, es uno de los factores que con mayor facilidad rompe las dobles ligaduras del poliisopreno, depolimerizándolo; en este caso la oscuridad ayudó disminuyendo el daño, lo que derivó en un –relativo–buen estado de conservación del fardo. Ya que, por ejemplo, de haber sido un depósito en contacto con luz ultravioleta, la oxidación se habría dado en grado mucho mayor. Así, los procesos de oxidación e hidratación son particularmente importantes en la superficie del material, tendiendo a cristalizar y cambiar la composición de los materiales (debido a la ruptura de las dobles ligaduras reactivas y a la reconfiguración de las cadenas poliméricas) y a blanquearlos (ocasionado por una especie de “descoagulado” –o recuperación de líquido en las cadenas–, y a los procesos de calcificación y cristalinización).” 35
Por otra parte, es importante mencionar que la calcificación fue sin duda el fenómeno que más ayudó a la preservación del látex, o más bien, del envoltorio. Es decir, al romperse las dobles ligaduras de los grupos alifáticos por oxidación, se llevó a cabo una sustitución en los enlaces libres de iones de calcio y carbonato presentes en el contexto, produciéndose un encapsulado de resina calcificada con un núcleo de resina sana.36 Tras la penetración de iones minerales se cristalizaron las sales estabilizando en gran medida al poliisopreno, sumado al inherente proceso de cristalización de la resina.
Ahora bien, ¿cómo pueden llevarse a cabo reacciones de oxidación en una cripta con poco oxígeno y ausencia de luz ultravioleta? Aquí cabría aclarar dos cosas: aunque se trata de una cámara sellada, ésta tuvo siempre intrusiones de roedores, lo que implica que la atmósfera nunca llegó a ser totalmente anaerobia porque existían ligeras entradas de aire; en segundo lugar el agua que penetró en sucesivas inundaciones a la tumba,37 aportó el oxígeno necesario para que reaccionara con la superficie del fardo.
Finalmente, es preciso decir que el resultado físico producto de las alteraciones que sufrió el fardo son aparentemente las que sufren todos los objetos manufacturados con este material, como lo demuestran dos casos cuyas características físicas actuales se asemejan a las descritas para nuestro estudio: durante la ejecución del proyecto de recimentación de la Catedral Metropolitana de la ciudad de México se encontró una pequeña bola de hule realizada con tiras anchas enrolladas, de color blanco amarillento, que había perdido flexibilidad y estaba sumamente rígida.38 Por otra parte en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá se reportó que en todos los casos las piezas de caucho estaban endurecidas y habían perdido su flexibilidad: el hule se notaba quebradizo e hinchado en su superficie pero no así en la parte interna, se menciona que el color era más bien claro con algunas zonas negras.39
En cuanto al deterioro específico de los tres estratos arriba mencionados (es decir las de las “láminas” que componen estratigráficamente las tiras o vendas),40 pareciera que las capas a y b de los estratos 1 y 3 sufrieron daños específicos según su ubicación: la capa a es superficial y parece estar alterada debido a su interacción con la humedad y el oxígeno, y la capa o lámina b es el corazón del hule que aparentemente no reaccionó tanto, puesto que está protegido por las dos superficies expuestas (no hay que olvidar que pese a su deterioro, en menor o mayor grado, el poliisopreno tiende a ser impermeable).
Para finalizar con las descripciones de este material quisiera decir simplemente que pese a que pareciera que las condiciones de enterramiento fueron sumamente agresivas y pudieron haber dañado en gran medida al elastómero es de considerar que si el látex hubiera estado expuesto a una atmósfera aerobia (abierta y oxidante), a la luz del sol, al ataque eventual de algunas bacterias, a procesos de abrasión eólica o hídrica, entre otros, simplemente no hubiera sobrevivido 1200 años, ni de broma. De acuerdo con esto es importante considerar que, el material con que nosotras nos encontramos era casi una cerámica mal cocida (finísima y de espesores mínimos), salvo en algunas zonas puntuales de la superficie de látex que se hallaban pulverulentas y/o con consistencia de “mazapán” (estratos 1.a 3.a y 3.b)
_______________________
1 En los recorridos de campo de 1992 de la SEMARNAT y de la ONG Pronatura (Cf. García y Schneider, 1996) no se encontraron árboles de hule; sin embargo, en Pennigton, 1968 sí se reportan varios ejemplares en el área.
2 Pennigton, 1968: 124–125 y Sánchez, 1996: 1.
3 Standley, s/f: 215.
4 Sánchez, 1996: 2.
5 …las paredes interna y externa de la vasija trípode fueron embadurnadas de pigmento azul maya, símbolo de sacrificio, antes de llenar el fondo con copal, y de poner encima y quemar catorce o más bolas de caucho… pintadas de azul. El caucho usado llegaba en hojas y en filamentos que por tanto debían enrollarse para formar una pelota, como en este caso…; en tanto que en las figurillas servía de piel o de delgado recubrimiento. El glifo con el que se designa al caucho se refiere a esta propiedad. A principios de siglo todavía se quemaban copal y caucho juntos en rituales realizados por los indios lacandones… Metafóricamente, ambas sustancias la sangre de los árboles, y ambas desprenden un humo oscuro y aromático… (Chase, 1989: 134).
6 Cf. Martínez, 1970 y 1986, Peña, 1993, Sánchez, 1996 y Uriarte, 1992.
7 Sahagún, 1985: 573.
8 Baker les llama a estos agregados materiales secundarios. Cf. Baker, 1995.
9 Sánchez, 1996, 2.
10 Standley: s/f: 215.
11 Torquemada citado en Peña, 1993: 5.
12 Cf. Peña, 1993.
13 Castro, 1990.
14 Esta especie no existe en México, pero hoy es el árbol productor de caucho natural más apreciado en todo el mundo.
15 Martínez de las Marías, 1972: 55.
16 Castro, 1990.
17 Peña, 1993: 7.
18 Budavari, 1989: 2045.
19 Peña, 1993; 9.
20 Peña, 1993: 9.
21 Castro, 1990.
22 Castro, 1990 y Peña, 1993: 9–10.
23 Rodrigo Velázquez. Comunicación personal. Marzo de 1996.
24 Baker, 1995: 223–227.
25 Peña, 1993: 24.
26 Enciclopedia yucatanense, 1977: 443–444.
27 Enciclopedia yucatanense, 1977 y Enciclopedia Barsa, 1960.
28 Cf. Reynoso, 1954.
29 Cf. Mills, 1987, Feller, s/f, Keck, 1969, Stout, 1977 y Witte, 1975.
30 En un primer acercamiento, Rodrigo Velázquez nos mencionó que el calcio puede llegar a formar parte de la molécula, de romper los dobles enlaces, y cambiar así la estructura química del material.
31 Cf. García y Schneider, 1996.
32 Cf. Las imágenes y la información consignadas en García y Schneider, 1996: 165–178.
33 Cf. Payton, 1992, Schneider, 2001, Sease, 1988 y Watkinson, 1981.
34 Esta explicación deriva de los comentarios realizados por el doctor Michael Schultz en el mes de mayo de 1996.
35 Baker, 1995: 227.
36 Rodrigo Velásquez, 1996: Comunicación personal.
37 Véase capítulo 8 de mi tesis original.
38 Peña, 1993: 21.
39 Peña, 1993: 15.
40 Muchas de las observaciones hechas sobre la manufactura del material que aquí se consignan fueron realizadas por el maestro Luciano Cedillo y el profesor Jaime Cama Villafranca.
Renata Schneider
Continuará la próxima semana…