La fuga de las cosas
Carlos Duarte Moreno
Especial para el Diario del Sureste
Aquella nuestra mestiza ingenua, de dulces ignorancias, sencilla, natural, oliendo siempre a limpio que es el mejor olor según nuestro gran Peón Contreras, se esfuma ya y escapa del marco de la vida provinciana… Es el sabor, el colorido espiritual de la región que se lleva el tiempo; es la sonrisa del barrio y del campo que la ciudad, la civilización, estilizan y componen con el maquillaje del modernismo destruyendo el perfume casto y atrayente del medio.
¡La mestiza yucateca sin complicaciones y sin recodos, sin resabios y sin refinamientos, está en fuga!
Renovarse es vivir, pero vivir con el recuerdo, y como recordar es vivir también, las dos vidas que dan la muerte de la terrible agonía del desespero y el sudor del ansia embargan el alma frente a este paisaje en que se vuelven puntos imperceptibles las cosas que no queremos que se trague lo distante…
El rostro en que ayer solamente se pusieron los polvos de cascarilla o, si acaso, los de Kaloderma comprados al comerciante sirio que diariamente –quién sabe cuántos años– pasó junto a la puerta de la casita de paja, hoy tiene pegotes de colorete…; los labios de barro encendido que antes mostraban su comisura carnosa con un grito sensual en tono menor, son ahora heridas en forma de corazón, gracias al lápiz de rouge mago… Las uñas tienen, no la palidez sin sabidurías de otros tiempos ¡sino el tinte rosa o el escarlata chillón de las burguesas señoritas!
¡Adiós mestiza nuestra que “cuando la aurora vertía su fúlgido raudal”, llenaba nuestras calles, para ir al mercado, con la gracia natural y el canto de su andar único e inimitable! ¡Casamientos, bautizos, días de santo en los barrios de la ciudad o en el corazón del pueblo…! ¡Sensación de alma sencilla, de corazón cordial, de pensamiento fresco, de lino lavado, de flor de mayo o de amapolas florecidas en el patio! ¡Guano nuevo de la casa, cal de las paredes recién lechadas, sentido en fin que se adentraba fácil y deliciosamente por los poros del espíritu!
¡Estaciones de radio, artistas de cine, XEW, XEFC, XEZ, Mauricio Chevalier, Ramón Novarro, José Mojica, William Powell, Adolfo Menjou, todo, en la mezcolanza de la civilización llena hoy el alma de nuestras mestizas! ¡Terminaron los suaves coloquios de matiz campesino, de promesas espontáneas, de despedidas puntualizadas con el beso sin ademanes escogidos y sin que la virgen india quisiese que la estrechasen como vio en la pantalla que a la protagonista de un drama erótico la abrazase John Gilbert!
¡Aquellas estupendas, por lo defectuosas, construcciones del castellano que el hablar nos endilgaban precisamente quienes eran flor y nata por su mocerío de nuestras mujercitas en los bailes obreros y que en su misma condición llevaban la esencia de lo que, acaso, bien dicho en español no estaría dicho bien, apenas se escuchan: el adelanto lo exige así! Actualmente nos hablan de estética, de acústica y de funciones ¡vermouths! Los pies ya no van desnudos dentro del zapato de raso matizado con sedas multicolores; la media fina ha cubierto la pantorrilla joven que remata en la zapatilla americana… mañana tal vez usarán escarpines para estar a la moda… Lo cierto es que el encanto de las mestizas –alma y perfume y color- del barrio y la ciudad, se va; se va poco a poco hasta que, un día, resulte exótico su traje o sirva como evocación novedosa en la feria cerebral de los carnavales.
En el pasado, al transitar por las barriadas, de pronto, por detrás de nuestras clásicas albarradas rompía el silencio el canto de una mestiza que, sobre una batea y entre la montaña de la espuma del jabón, lavaba ropas; era una canción fresca y pura, con el ritmo de la vaquería, de la decepción rural, de la esperanza de las clases humildes, del ensueño cobijado bajo los flamboyanes y al lado de las matas de plátanos…; ¡pero en las horas actuales esa voz ya tiene gorjeos procurados, modulaciones ensayadas que dan al aire la canción tequiosa y fofa que figura como tema de la última película, y en la que, a veces, se repiten palabras en inglés…!
¡El hipil regional de gala, el terno típico de los grandes días, se desfleca y descolora y se lo lleva el tiempo…!
4 de octubre de 1934.
Diario del Sureste. Mérida, 7 de octubre de 1934, p. 3.