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El diario de Olivia (III)

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Letras

XXII

Continuación…

Después de esa noche no nos hemos visto. No la he buscado tampoco. Voy a respetar sus tiempos, creo que ella volverá a buscarme cuando sea el momento.

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Ahora estoy en el pueblo. Mis papás no nos dieron vacaciones, tuvimos que trabajar en el campo con mi padre. Creo que el verano será largo.

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No pasó nada en las vacaciones, puro trabajar y nada más. Papá nos recompensó y en la casa hay un nuevo televisor. Nuevamente estoy en el colegio y aún no he visto a Froylana. Las niñas de primero me parecen tan pequeñas, yo ya soy una mujer.

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He hecho nuevas amigas, son mucho más agradables que mis compañeras del salón. Han cambiado mucho conmigo. Las clases están bien, me gusta lo que vamos a ver. Yo creo que cuando salga del colegio ya podré trabajar como secretaria en algún lugar, así podría independizarme y después tal vez podría vivir con Froylana. Eso sería maravilloso, pero no sé si a ella le guste la idea, ojalá que sí.

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Al finalizar la clase de música, Froylana me regresó mi cuaderno y me dijo que observara la nota que me había puesto. Al salir vi que en mi cuaderno había escrito «Te espero esta noche». Estoy tan emocionada porque es la primera vez que se comunica conmigo así. Esta tarde no la volví a ver hasta la cena. Estoy esperando a que se duerman mis compañeras para poder levantarme a buscarla.

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Con muchos trabajos llegué a su habitación. Estuvo a punto de descubrirme la Madre Pilar, casi me muero del susto. Cuando entré a su cuarto, Froylana estaba desnuda esperándome. Bebí su piel y saboreé su pelo. Me dejó que fuera yo quien la amara. Sentí un placer distinto al tener el control, eso me encantó. Terminamos y regresé a mi habitación, aún con la emoción de su cuerpo y con el miedo de ser descubierta.

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Aunque no nos vemos muy seguido, la maestra ha encontrado la manera de que salgamos del colegio y hemos terminado en su casa cansadas de tanto amar. Estoy loca por ella. También la he encontrado en su habitación algunas veces. Pasa el tiempo y más la amo. No quiero salir nunca del colegio,

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Después de las vacaciones de Navidad las clases siguen y me es difícil concentrarme. Ella es todo para mí.

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He visto que Froylana se ha encerrado nuevamente con la Madre Superiora en su salón. De lejos he escuchado la música y después los silencios. Una compañera del salón, burlándose, comentó que eso pasa siempre, porque se dice que son novias. Yo me reí de semejante tontería, pero aseguró que ese no era ningún secreto para nadie: la Madre Superiora y la maestra de música tenían algo que ver porque se les había visto mirándose como se ven los novios, además de que más de una vez habían visto a la Madre reclamarle a la señorita Froylana y cuando eso pasa nadie se atreve a acercarse porque la Superiora se pone furiosa. No creo que eso sea cierto, pero ahora recuerdo cuando las vi juntas por primera vez y es cierto que hay algo raro, pero no creo.

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Me he estado fijando y si es cierto que la Madre Superiora siempre busca que la maestra esté cerca de ella, en todos lados. Hasta en la hora de la cena la sienta a su derecha y se la pasa haciendo comentarios con ella. Ya había escuchado historias de las monjas que las niñas dicen a media voz, pero no creo que sea el caso. ¿Y si lo es? No quiero preguntarle a Froylana porque se va a enojar conmigo por prestar atención a chismes de chiquillas.

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Quería sorprender a Froylana y fui a verla a su habitación, aunque no me había invitado. No pude llegar porque antes de entrar al pasillo donde está su cuarto, vi a la Madre Superiora que se dirigía hacia allá. La seguí y pude ver como entraba a la recámara de la maestra. Era muy tarde para una visita. ¿Será cierto? Ella no me puede hacer esto a mí, a su niña…

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No he podido hablar con ella, tampoco me ha citado nuevamente. No le puedo reclamar sin estar segura, tal vez esté equivocada. Pero cómo voy a estar equivocada si la vi entrar a su habitación. Tengo que ser prudente porque puedo perder a mi amor.

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Nos vamos a preparar para nuestra graduación y la Madre Superiora dice que vendrá el padre a confesarnos para poder comulgar en la misa de acción de gracias. Para evitar lo que ha pasado en otras ocasiones, la misma Madre dará unos consejos a las alumnas para el momento que estén con el sacerdote. Así, todas nos reuniremos mañana con ella, una por una. Tengo miedo de estar a solas con ella, ¿qué le voy a decir?

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No quería creer lo que decían las muchachas, hasta las niñas de primaria lo repetían, que la Madre Superiora tenía algo que ver con la maestra de música. He estado tan ciega todo este tiempo. Cuando fue mi turno, me arrodillé frente a la Madre y, como lo habían hecho todas mis compañeras, repetí: «Confieso que he pecado, Madre», aún sin saber qué podría revelar. Pero ella automáticamente respondió: «Tus pecados son los míos, hija.» Yo estaba sorprendida por lo que acababa de escuchar, así es que me levanté y por un instante la vi a los ojos. Fui yo quien bajó la mirada al ver en ella la rabia de una mujer engañada, pero que se siente la legítima dueña. Salí del lugar y me fui directamente a mi habitación. Tenía ganas de tomar mis cosas y largarme de allí. Pero cómo me voy a ir si mis padres están haciendo un sacrificio para que yo estudie. No les puedo fallar.

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No puedo dejar de pensar cómo me engañó Froylana todo este tiempo. Yo que tenía tantas ilusiones. Quisiera irme, no tengo ganas de verla nuevamente, de hablar con ella. Aunque no creo que la Madre le haya dicho algo. Dios santo, ¿qué voy a hacer?

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No me ha buscado y creo que es lo mejor. La he visto en clase, pero le he rehuido. No quiero hablar con ella. La Madre Superiora no me ha vuelto a dirigir la palabra, también me he escondido de ella. Me siento tan mal, como una intrusa que ha sido descubierta. Pero ¿por qué?, si ella era mía, mía…

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Hablamos, pero no tuvo el valor de reconocer que ella y la Madre tienen algo que ver. No dejé que me tocara, aunque ardía de deseos de estar en sus brazos, ni acepté creer sus palabras de que todo era mentira. No le creí porque lo que escuché de los labios de la Madre eran palabras de una mujer que reclama su lugar. Sólo le bastó una frase para que me diera cuenta de todo, y ahora Froylana quería hacerme creer con su mar de palabras que no era cierto. Me dolió tanto, pero me alejé de ella, llorando llena de coraje y tristeza.

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La graduación pasó. Recibí mi certificado de las manos de la Madre, quien fingió muy bien sus buenos deseos. Mis padres insistieron en que nos tomáramos una foto con ella y así salimos los cuatro donde mis papás se ven felices, como también ella, quien finalmente se libraba de esta jovencita con pretensiones de rival de amor. Sólo yo me reconozco triste en esa fotografía. Por eso ahora que regrese a mi casa la voy a quemar junto con este diario para que nadie lea mi historia.

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Patricia Gorostieta

Continuará la próxima semana…

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