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Letras

En 1945, Benjamin Péret escribió Le deshonneur de Poètes (El deshonor de los poetas), texto que supuso un verdadero escándalo ya que se trataba de un ataque directo a L’honneur des Poètes (El honor de los poetas), un compendio de poemas publicado clandestinamente en Francia, en 1943, como un acto de resistencia contra la ocupación nazi. El honor de los poetas fue publicado el 14 de julio de ese mismo año, fecha que hace naturalmente referencia a la toma de la Bastilla, en 1789. En él figura el famoso poema de Paul Éluard, “Liberté”.
Puede resultar sorprendente que un trotskista como Péret se opusiera a tal muestra de resistencia contra el nazismo. Sin embargo, la posición del poeta surrealista era muy clara: la poesía no se puede supeditar a ningún tipo de circunstancia política o patriótica, así sea por la mejor de las causas y en el más indicado de los momentos, como, por supuesto, era el caso aquí.
Las palabras de Péret en El deshonor de los poetas no podrían ser más contundentes: “Los enemigos de la poesía siempre estuvieron animados por la obsesión de someterla a sus fines inmediatos, de aplastarla bajo su dios, de encadenarla a su nueva divinidad parda o “roja”-rojo pardo de sangre seca- más sangrienta aún que la antigua. Para ellos, la vida y la cultura se limitan a lo útil y lo inútil, a sabiendas de que lo útil cobra la forma de un pico servil a sus intereses. Para ellos, la poesía no es sino el lujo del rico, aristócrata o banquero, y si quiere ser “útil” a las masas, debe resignarse a la suerte de las “artes aplicadas”, “decorativas”, “domésticas”, etcétera” (traducción de Fabienne Bradu).
Lo que se sabe menos sobre este texto, dado el escándalo que supuso en Francia, es que El deshonor de los poetas fue escrito en México en 1945, y publicado en una editorial que surgió de la nada, Poésie et Révolution, como bien lo indica Fabienne Bradu en su libro Benjamin Péret y México.
En efecto, Péret escribió El deshonor de los poetas dos años antes de dejar México, donde vivía refugiado desde 1941 con Remedios Varo, quien se convertiría en su esposa en 1942 (si bien se trató de un “matrimonio” más que permisivo). Fue en parte debido a su decisión de regresar a París en 1947 que Péret se separó de la pintora surrealista quien, como se sabe, permanecería en México hasta su muerte.
Ahora bien, esta postura que rechaza con virulencia que la poesía se ponga al servicio de una instancia política exterior a su propia naturaleza, fuera ésta fascista (divinidad parda) o estalinista (divinidad “roja” -rojo pardo de sangre seca-) no proviene de una postura de “derecha”.
Habrá que recordar, al respecto, que Benjamin Péret se desplazó a España en 1936 para luchar por la República donde, después de haberse sumado al POUM, se integró a la columna Durruti en 1937. Fue, de hecho, en ese periodo que conoció por primera vez a Remedios Varo. Ese mismo año, sin embargo, ambos se desplazaron a París, donde permanecieron hasta que los alcanzó la Segunda Guerra Mundial, en 1940.
Después de haber sido encarcelados, ambos de manera separada y en distintas circunstancias al iniciarse la ocupación de Francia por los alemanes, pudieron por fin rencontrarse en Marsella, donde se embarcarían en el buque Serpa Pinto, a bordo del cual llegarían a México.
Si escogieron México, y no Nueva York, como otros refugiados surrealistas, es porque a Benjamin Péret le había sido negada la entrada a Estados Unidos debido a las actividades políticas de izquierda que había llevado a cabo a lo largo de su vida, tanto en Brasil como en España y Francia.
Así pues, sería absolutamente inconsecuente acusar a Benjamin Péret de haber adherido a una posición “reaccionaria” sólo porque su visión de la poesía (y, por ende, del arte en general) se oponía determinantemente a someterla a cualquier tipo de sistema político, tendiera éste hacia lo pardo (fascismo) como a lo “rojo-pardo” (estalinismo). O, al menos, habría que ser de muy mala fe para atreverse a hacerlo.
Ahora bien, la posición que expresó Péret en El Deshonor de los poetas está, por supuesto, en total concordancia con aquella que Breton defendió en el Manifiesto por un arte revolucionario independiente, en 1938, con respecto a las artes en general, así como con aquella que tanto Breton como Octavio Paz y el propio Péret sostuvieron con respecto a las artes plásticas mexicanas, en defensa de Tamayo, entre 1950 y 1952. Así pues, El Deshonor de los poetas podría tener mucha más relevancia en el contexto mexicano en el periodo post-muralista, que inicia en los cincuenta, de lo que uno imaginaría en un primer momento.
ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU