Entre Corcheas
I
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
En mis viajes múltiples a Cuba conocí Madruga, donde nace el danzón cubano.
Mi comunicación con ese pueblo musical –en todos sus sentidos– me hizo ambular desde el Cabo San Antonio a Maisí, en su parte más oriental, relacionándome con funcionarios, directores de orquesta, compositores, trovadores, cantilenistas. Conviví con la Asociación Nacional de Tríos y he participado en múltiples festivales de todo género, pasando por el changüí, el son, el bolero, el filin, hasta la filarmónica y ópera cubana.
El danzón sentó raíces en México, entrando por Puerto Progreso, en Yucatán, en 1890, luego al puerto de Veracruz, en el Golfo, y posteriormente al Distrito Federal, ahora Ciudad de México.
Se consolidó el danzón, el bolero y la trovadoresca tradicional cubana primero en la península yucateca. Por su raíz musical que viene de Cuba, el danzón cubrió más espacio a partir del sureste de México gracias a la afluencia de músicos cubanos como la Orquesta Aragón, Benny Moré o Dámaso Pérez Prado que llegaron a ser un elemento activo en la vida cultural de ese pueblo.
Yucatán tomó las excelencias troveras del centro de la isla con Rafael Gómez “Teofilito”, trovador Spirituano, y de Eusebio Delfín, excelente músico cienfueguero.
El danzón tiene cuatro etapas de su historia en México: la primera, desde su llegada hasta los momentos acendrados de la lucha revolucionaria de 1910-1913. La segunda llevará una influencia definitiva en la evolución de la radio y, casi concomitante con los primeros pasos de la discografía, tendrá que ver con las formas del divertimento colectivo entre los años 1913 y 1933. Una tercera fase estará asociada con los aparatos reproductores y los espacios recreativos donde se reproducen las sonoridades y las maneras de interpretar el danzón –salones de baile, con orquesta– que nos remite desde el año 1935 hasta 1964, cuando dichos salones de baile van a dejar su espacio legítimo a otras zonas de baile que transformarán los modelos de expresión de las danzas y bailes populares. Por último, puede hablarse de una cuarta etapa de letargo y renacimiento de viejas formas que se han reintegrado a los bailes colectivos populares –que nunca han dejado de existir– para defender su existencia y, con ello, demostrar que el danzón tiene una estructura que lo puede hacer permanente.
Bibliografía