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El cuadro de San Judas Tadeo

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Letras

Marvin Salvador Calero Molina

A veces siento una sensación de terror, quizás porque en la familia los hechos paranormales han sido cosas de siempre.

El abuelo había tenido entre sus pertenencias un cuadro de San Judas Tadeo. En la sala de la casa hacienda siempre estuvo colgado ese cuadro.

-Abuelo, ¿por qué guardas en la sala ese cuadro de San Judas Tadeo? – le pregunté. El abuelo guardó silencio, inhaló y exhaló de manera rápida. Por un momento pensé que me regañaría por mi pregunta tan directa.

La abuela interrumpió:

– ¿Quieres rosquillas con café de palo?

­-Hace muchos años -dijo el abuelo, tosiendo para mejorar su entonación-, cuando Mr. Spencer habitó en las minas de La Esmeralda, yo era un muchacho.

«Era el año 1944 y había llegado al pueblito un norteamericano de nombre Mr. Spencer.»

“Mr. Spencer había iniciado una nueva explotación de oro y la empresa era muy próspera. De vez en cuando los socios venían desde Nueva York y las fiestas duraban días, a veces semanas.

“Después de las fiestas, la casa quedaba en silencio. Mr. Spencer se dedicaba a leer por las noches. Nada podría causarle terror a un ateo, alguien que no cree más que en lo que ve o en lo que toca. Nada que sea paranormal tiene sentido en su lógica.

“La noche en que Mr. Spencer no podía dormir, la lluvia hacía un ruido ensordecedor sobre el tejado de la casa. Cerca de la medianoche, la lluvia comenzó a ceder y se calmó la tormenta.

“Mr. Spencer bajó desde el segundo piso hacia la cocina con una lámpara de carburo, en búsqueda de algo para comer. Se sentó por un rato a la mesa de la cocina, tomó de una canasta una zanahoria y se dispuso a continuar con su lectura.

“De pronto, comenzó a sentir sueño. Bostezó y caminó lentamente a su cuarto en el segundo piso. Al dar los primeros pasos hacia el pasillo, se llenó de un escalofrío inusual. Escuchó un murmullo entre el croar de las ranas de montaña, como si alguien rezara. Seguramente pensó que no podríamos ser nosotros, es decir, tu abuela y yo, porque era muy noche para estar despiertos.

De pronto, una voz estremeció el lugar. La voz subió de tono. Era una lengua ininteligible. Mr. Spencer caminó hacia la sala, alumbrándose con la lámpara. En el camino, se hizo de un rifle que estaba sobre un butaco en la antesala, continuando hacia la sala.

“Con cada paso que daba, se elevaba el tono de la voz. El viento frío y la neblina se apoderaron de la casa, entrando de golpe por la ventana que se azotaba contra la pared.

“Los árboles crujían de una manera extraña. La luz de la lámpara se sacudía…

“Al entrar a la sala, observó con asombro a un ser demoniaco. Su mirada de extrañeza reflejaba su incredulidad de gringo. Su respiración se agitó ante aquel asombroso ser: su cabello rojizo era como el cobre, lleno de rizos; su rostro era bronceado, igual que toda su piel, con una nariz perfilada, labios suaves y carnosos color rojo sangre; sus ojos negros, con una profundidad de fuego; su esbelto y perfecto cuerpo; su piernas, ágiles y fuertes, combinaban con su delicada cintura. Más abajo, sobresalían sus pies enormes, con garras afiladas.

“La mujer se levantó y persignó con sus delicadas y femeninas manos.

“-­In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.

“La respiración de Mr. Spencer se agitó más, exclamando: ‘¡Diabla!, ¡diabla!, ¡diabla!’. Apuntó el rifle contra el ser demoniaco, que corría sobre las paredes como si la fuerza gravitacional no tuviera efecto sobre ella, saltando por la ventana.

Me levanté por las detonaciones y encontré al gringo temblando y gritando: ‘¡Diabla!, ¡diabla!, ¡diabla!’”.

-Abuelo, ¿es la misma imagen?

Mi abuelo guardó silencio.

Frente al cuadro, el terror seguía después que el abuelo narraba sus historias.

Aquí me he quedado 34 años después, en la misma casa de la abuela, junto a los recuerdos de ellos.

Vuelvo a mis pensamientos de niño solo para probar las rosquillas con café de palo y escuchar las historias del abuelo, aun cuando implique el temor de que la diabla aparezca nuevamente a persignarse ante el cuadro de San Judas Tadeo.

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