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El Centro Deportivo Bancarios

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Remembranza

Una página de los años cincuenta

ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA

Al recordar el Círculo Deportivo de Empleados Bancarios en esta Ciudad de Mérida en los años cincuenta me transporto a una época de juventud y deporte, así como estudio y formación. Tuve acceso hasta que cerró para dar paso a la modernización de esa zona, transformándolo en un gran hotel situado en la confluencia de las avenidas Paseo de Montejo, Avenida Colón y Avenida de los Cupules.

En esa época fue una ampliación de mi propia casa, pues ahí jugué sóftbol, tenis, pingpong, clavados, natación, boliche, billar, restaurante y biblioteca, hasta estudiar con todas las comodidades a las que tenía derecho, pues mi padre fue empleado del Banco Comercial Peninsular y usufructuario después de jubilado.

Cómo no recordar que en esa época podíamos cenar ahí mismo. Nos atendía “Chavo” Escalante y una hamburguesa y una coca cola chica costaban 90 centavos, más diez céntimos de propina. Los torneos de sóftbol eran de primer orden, con magníficos peloteros; sus bailes eran un acontecimiento social. Todos nos sentíamos como en casa.

El Círculo Deportivo para Empleados Bancarios se fundó en 1938 por iniciativa del profesor Manuel Domínguez Zubieta y de Alberto García G. Cantón. Su objetivo era la realización de actos culturales, de esparcimiento y de acercamiento social entre sus socios. Se adquirió un elegante local ubicado en el Paseo Montejo frente a la glorieta Justo Sierra, que se acondicionó para convertirlo en un completo club, ya que contaba con juegos diversos, biblioteca, alberca, gimnasio, terrenos deportivos, etcétera, y en sus salones y terrazas se efectuaban lucidos bailes.

Alberca del Círculo de Empleados Bancarios (1945), actual Hotel Fiesta Americana.

En lo que respecta a crónica sobre este sitio deportivo social, la mejor que he leído se publicó en Por Esto bajo la firma de mi compañero de café en Plaza Fiesta, el modelista Conrado Roche Reyes. Aunque conviví con sus hermanas Conchi y Nancy Roche por enamoramiento teatral y después en sociedades de la tercera edad, conocí a Conrado cuando era un menor. En fechas recientes, nos acercó el periodismo y en algunas ocasiones el paralelismo de nuestras notas, él en Por Esto y yo en el Diario del Sureste. En el Flores Café, como Centro Cultural, fui presentador de su libro sobre el juego ciencia “Ajedrez”, nos acercó nuestro conocimiento de la fiesta brava. Tenemos un amigo común, Carlos Rosel Isaac, que es un moderador nato en polémicas políticas y culturales. Cuando me vino a la memoria hablar de este centro social bancario, recordé a muchos de los que conocí y compartimos recuerdos en ese lugar que nos acogió cuando jóvenes.

Ahí jugué mi último partido de tenis en una final de campeonato contra “El Tigre” Enrique Monreal, compañero de bachillerato y procurador de Justicia con Víctor Cervera; ahí trabajé el trampolín de tres metros. Estudiaba unas cuatro horas en su biblioteca y al atardecer caminaba hasta mi domicilio frente al Círculo de Camioneros de la Av. Cupules.

Hotel Fiesta Americana en lo que fue el Círculo de Empleados Bancarios de Mérida.

Recuerdo los poemas que declamaba mi padre: “Juventud, divino tesoro, te vas para no volver…”

Tenía razón: la juventud no vuelve. Pero también me dejó como herencia saber en su momento despegar de la vida terrena y pasar a ocupar un lugar en el eterno oriente.

Abur.

Fuentes

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