Lectura de sombras
Continuación…
IV
Y hubo un tiempo en que el tiempo
cabía en los manteles del almuerzo,
en los limpios manteles, bajo el día incansable.
¡Qué ritmo el de la luz y los cuchillos
sobre frutos y tiempo y árboles y lluvia!
¡Qué poder y qué lujo el del idioma!
El de fundar las cosas, el de cambiar el polvo,
el de empezar la vida desde los ojos múltiples
de los niños nacidos sobre el canto del mundo,
en la infancia del aire, bajo la aldea fresca
de sombra y de hierba y primavera:
Porque mi pueblo era como el fuego,
un clamor abrazado a unas chozas y a un árbol.
¡Ah!, mi pueblo tenía, como la linda Ur de los
caldeos, su sastre, sus ritos y sus juegos;
un policía, un cura, su Consejo de Ancianos,
dos o tres comerciantes, el brujo confinado
en su áspera colina, guardavías, capitanes de feria,
de danzas, de templos y de haciendas;
dueños-de-la-floresta-y-de-las-vacas;
el alcalde, vecinos, niños, niñas. ¡Campanas!
Raúl Cáceres Carenzo
Continuará la próxima semana…