II
Estampa antigua
Llega el peregrino al poblado campestre.
La iglesia se agita; tiemblan sus campanas.
Tras los libros de misa la catequista espía:
infundados de cera los dedos fervorosos
repasan un rosario de cincuenta delirios.
Y pasa el extranjero por las calles aldeanas.
Su caminar levanta el polvo adormecido.
Las ventanas, arriba, conversan en sordina.
Un sacristán respinga y va hacia la cantina.
Doña Mariana exhibe una blusa de encajes.
Otra vecina ostenta su rebozo de sueños.
Las comadres opinan que es guapo este viandante.
La modista proclama un traje de azucenas
para la niña alegre que con los niños dance.
Dos trenzas se arrastran por bizantino patio
y las casas lucían colorines de fiesta.
Cuando la noche fértil se tendió en los tejados
Salió de la botica un sopor naftalino
y con brazo de estrellas, la luna al peregrino,
le trazó sobre el bosque otro nuevo camino.
Raúl Cáceres Carenzo
Continuará la próxima semana…