PRESENTACIÓN
“Cáceres Carenzo pertenece étnicamente a la gran familia maya
y es ésta una de las fuentes de su creación lírica…”
Germán Pardo García.
Raúl Cáceres Carenzo nació el siete de mayo de 1938 en la pintoresca casa situada en la calle 20, número 116 por 23 de Halachó, Yucatán. Pareciera que aquel día su familia hubiese celebrado a Itzamná, dios maya inventor de las letras y los libros.
Por azares del destino, Cáceres Carenzo anidó en la capital del Estado, pero el hechizo del alux visto por él en un sendero del Camino Real estaba consumado. Desde entonces, en el albor de la adolescencia, no cesó de visitar y tejer canastas líricas en el verde y boscoso carrizal de su “poblado campestre”. Día y noche, noche y día, hilaba versos.
Las letras de jipi creadas con sus manos pronto confesaron en Para decir la noche (1973), su segundo poemario y uno de los mayores libros de la lírica mexicana, el apasionante afecto por su “poblado-fuente”, “merecedor de [su] infancia”. Aquel enigma “que dormía en las palabras” continuó despertando en Ritual Maya (1986), Secreto a voces, Biografía de mi nombre (1998) y El Sarcastiricón (2001). Hoy, el poeta del mar, el poeta de la lírica intensa, teje de nuevo en el verde y boscoso carrizal. La obra la tiene usted en sus manos: es una canasta selecta de seis poemas dedicados a su “fuente de luminarias y nostalgias/las abejas/del canto/los ratones del sueño”.
Al embriagarse con la miel de los versos, el sortilegio eternizará su unión con el mar. Entonces Raúl Cáceres Carenzo vivirá para siempre en este pueblo suyo. Y dormirá con nosotros, en la “flamante seda del arrullo”.
Miguel Ángel Ku Mis
2010
Prólogo
Raúl Cáceres Carenzo regresa a su tierra natal. Fue un jueves, la fecha exacta: el 18 de junio de 2009. Los directivos de Cepromaya A.C., los miembros de la Red Literaria del Sureste y el Instituto de Cultura de Yucatán se organizaron para realizar el homenaje en el Colegio de Bachilleres de Yucatán de Halachó. Acompañado de su esposa, Guadalupe Cárdenas, y de su hermana, la Profra. Gloria Cáceres, este reencuentro del poeta con su tierra fue muy emotivo y permitió que dirigiera su voz hacia las nuevas generaciones, hacia tantos jóvenes que no tenían conocimiento de su obra, pero que a partir de ese momento supieron de quién se trataba. Y este libro se propone mantener su poesía presente en Halachó.
Este breve poemario deja en claro la influencia del pueblo natal en la obra de Cáceres Carenzo. Bastante hemos sabido de sus andanzas en Mérida, México y Toluca, pero ahora nos percatamos de cómo la savia natal ha fluido en su obra, cuál ha sido la importancia de una época que en la niñez pudo ser idílica, aunque no lo fuera para los mayores. El poeta influenciado por otro ritmo de vida, empapado en la nostalgia del apacible orden de la vida agrícola, como una semilla que germinó en otros ámbitos, pero que nunca le hizo abandonar la raíz. El poeta recuerda y está viviendo en su recuerdo. Habla del pueblo tal como fue, y en otros casos lo transforma en un pueblo de todos los pueblos. Una suma de realidades e idealismos presentes en la totalidad de su trayecto vital.
Cáceres Carenzo es poeta en todos los ámbitos de su existencia. Habla en poesía, respira poesía, transcurre su vida en poesía. Es nuestro maestro en cómo vivir la poesía, cómo envolverse en ella para resistir la pesadumbre del mundo. Que en Halachó y en todos lados siga fluyendo esta voz tan plena.
Jorge Cortés Ancona
Salutación de Halachó
A Raúl Cáceres Carenzo
Si el sueño es como el mar, Raúl, y peregrinos somos en los oídos salitrosos del mundo, dime entonces cómo se construye esta ciencia de la voz que viene y va recuperando las ganas, los instantes, el olor de los mangos y ese estado del ser que los hombres llaman luz.
A los párpados sube un son que huele al corazón del día. Cierro los ojos y te miro caminando como si fueras un niño hecho de párrafos, recordando que el sueño es como el mar.
Abro otra vez los ojos. Te miro cristalizado en la sonoridad, viajando hacia ti, como si fueras un aprendiz de brujo que ha logrado pararse frente al tiempo sin más escudos que sus labios.
Tal vez entonces, en el discreto aleteo de un pájaro o en el roce del aire entre las ramas de los árboles, algo gestiona lo que dice el silencio. Abro los ojos para soñar, y el sueño es como el mar donde se rompen la piel de mundo, las sales de la infancia, los ojos y el sueño, pero no la voz.
Hemos venido, Raúl, a estar contigo; hemos venido a mirar lo que quedó en tus ojos y en la impronta de tu voz y en el crisol donde fundiste tus silencios. Jubilosamente hemos venido, como en un viaje a la semilla, a imaginarte, a jugar contigo, a que nos enseñes que el corazón es un reloj al que a veces le da por caminar a contratiempo, pero no a deshora.
Tus amigos de la Red Literaria del Sureste, queremos decirte hermano mar, hermano sueño; tus amigos de la Red Literaria del Sureste hemos querido ser parte de la forma de las nubes y de los casos sonrosados que tus ojos le regalaron a esta tierra.
Gracias, Raúl, por enseñarnos que el mundo tiene las mismas dimensiones todos los días; gracias también por demostrarnos que puede ser más amplio, pero que la distancia entre un suspiro y la nostalgia es inasible. Gracias por convocarnos, esperándonos ayer, recordándonos mañana, y recuperándonos para el instante que es una eternidad anclada entre el abismo.
Gracias, Raúl, por el sencillo lujo del diálogo; gracias, Raúl, por la canción.
José Díaz Cervera
Continuará la próxima semana…