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El canario rubio (XII)

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XII

CARTAS

 Hermosillo, Sonora, noviembre de 1968

(fragmento)

…Dile por favor, que no olvido nunca a tía Joaquina, severa y bondadosa, con su aspecto cansino y sus ojos siempre cargados de sueño.

A ti quiero expresarte que ahora, aquí en el Noroeste, no podíamos estar ni sentirnos más alejados de nuestra dulce península oriental.

…Hemos vivido entre lagunas y lagartos –Tabasco–, junto a flores, pájaros y volcanes –Cuernavaca–, y ahora conocemos el desierto, como si estuviéramos en África…

Álvaro.

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Hermosillo, Sonora, a 5 de febrero de 1968

Mi Maruka linda:

Tu carta nos puso a pensar que tu soledad de muchas horas –mientras tu marido trabaja– no lo es tanto porque tienes siempre a tu nene al lado, que poco a poco se va haciendo gente, pues en breve entrará a la conquista del idioma, comenzando con “mamá”.

Tengo mucho trabajo, pero aún así les escribiré un poco, tanto a ti como a Olga, que también me reprocha, como tú, mis obligados silencios prolongados. Quisiera que ésta llegara a ti cuando aún ella esté Cuernavaca. Dale muchos besos, así como a sus tres hijos. No existe en mí día alguno sin recuerdos y ruego a Dios para ellos, en México, y para ustedes los de Cuernavaca; ellos muy temprano, a las seis, en misa de Catedral, para donde salgo de ejercicio –físico primero y espiritual después– por bulevares desiertos a esa hora, con suéter y gorra y guantes, en trazas de panadero, bajo un frío duro y seco, doledor, como dicen aquí, pero muy sano, que no afecta mis viejas articulaciones y mi tradicional “campach” (espalda de culebra), recogido, corregido y aumentado por las húmedas emanaciones de la Laguna de las Ilusiones en Villahermosa, y por el blando fresco nocturno que sobre Cuernavaca baja de los pinares en las estribaciones del Ajusco…

Amor para todos, acrecentado por el tiempo y la distancia; imploración al cielo de las bondades y ventura hacia los seres en quienes vemos prolongados nuestros días, muy largos los vividos, muy cortos los que faltan; anhelo insatisfecho de quienes reclaman a su lado nuestra anacrónica presencia… mientras voces nuevas ensayan junto a uno caricias renovadas… en ese fluir despierto de la vida que viene, sonriente ante la vida que se va… Que tu hijito te llene el alma de alborozo.

Junio o julio pueden llevarnos de nuevo a ustedes. Todo depende de muchos factores que por ahora no son fáciles de prever. Pero ya sabes, y dilo así a Olga, que la mayor parte de nuestras conversaciones la llenan ustedes, con los niños, y al frente de todos, Jorge y Carlos, responsables y empeñosos, pobres y dignos, bases renovadas de mi seguridad y mi confianza.

Mi Olga y tú –y esas cuatro caritas, que día con día y noche a noche vemos y recordamos Mamá, Carlos y yo– son la fuerza que nos hace ver correr rápidos los días en este apartado extremo de la República donde todo es diferente, donde nos dicen huachos y nos sienten venidos de unas tierras que nada tienen que ver con sus botas altas, su reciedumbre, su entrega al trabajo, su carne asada y su adhesión al gringo; mientras soñadores y transeúntes, con los bolsillos vacíos y un destello de luz en la conciencia, los hombres del Sureste, anhelantes, ¡vamos tras el aroma de las ceibas, el aletear de nuestras tórtolas y el fulgor de los crepúsculos!

Que Dios les bendiga y guíe sus pasos. Todos ustedes, y el nuevo ser que come, crece y duerme, reciban nuestro cariño infinito.

Papá.

Álvaro Peniche Castellanos

Continuará la próxima semana…

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