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El Bolero, en Charlas de Café

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Atisbando en la Memoria

 ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA

Los recuerdos de mis momentos en la Cultura y las Artes me hacen evocar “Charlas de Café”. Los viernes por la noche sostuvimos presentaciones semanales por más de ocho años en la Sala de Arte del teatro “Mérida”, después “Armando Manzanero”, presentando escritores, músicos, cantantes, poetas, cineastas en un abanico de programas diversos. En los últimos cinco años de existencia, llegamos a tener en promedio unas 72 presentaciones por año; 48 presentaciones en Mérida y otras en los principales municipios del Estado de Yucatán.

Presenté la “Historia del Bolero” que recibí hace algunos años del musicólogo cubano Rodolfo de la Fuente Escalona el siglo anterior, en sus finales, cuando tenía a mi cargo la Presidencia Ejecutiva de Charlas de Café A. C., cuyo presidente fundador fue el Dr. Alfredo González Tamayo.

Fue una exitosa noche bajo mi conducción con la presentación de cantantes, trovadores e invitados entre los que se encontraban Roberto Ruiz Rebó y Gladys del Monte, de Cuba; Ileana Cortés Alayola; Margarita Zavala, Carlos Sansores, Ligia Canto; Lizza Rodríguez; como acompañante el pianista “Pepe Chucho” Angulo, percusiones de William Gómez Moreno y al bajo José Manuel González quienes también hicieron los coros.

Esta noche no nos adentraremos a campos de investigación musical. Será una noche para escuchar “Boleros”, como dice la tradición popular: “El Bolero es un Poema que se baila pegao”.

Así Ruiz Rebó nos recordó a Cesar Portillo de la Luz, Frank Domínguez y a José Antonio Méndez, y algún bolero propio.

Pero ¿qué es el Bolero? ¿Un género de música popular Latinoamericana? ¿Es el tesoro de la desinhibida pasión de los pobladores de este lado del mundo? ¿El corpus de ideas, representaciones simbólicas y argumentos que manejamos los latinos referentes al amor? ¿Es el Bolero una lengua común, un código aprehensible en todo el continente, o patrimonio exclusivo de la sensibilidad del Caribe y México o un eficiente mercadeo de un elemento impuesto a la identidad latina?

Entremos en materia. Escuchemos de nuestro primer Bolero, no es el de esta noche, es “Tristezas” de Pepe Sánchez de Santiago de Cuba, de 1886, en la voz de la soprano Ileana Cortés, quien ha participado en varios Festivales “Boleros de oro” en La Habana y subsedes en San Antonio de los Baños, Cienfuegos y Guantánamo.

Si bien el nombre de Bolero se ha tomado de una danza típica española, al parecer derivada de la Seguidilla, el Bolero en nuestras tierras posee características musicales que en nada lo emparentan con el ilustre homónimo.

Las voces de Ligia Canto y Margarita Zavala cantaron a Palmerín, a Guty Cárdenas y a Pepe Domínguez, pilares de la trovadoresca de Yucatán.

Hoy los estudiosos de este género musical no dudan en señalar a “Tristezas”, de Pepe Sánchez, como el primer bolero que se tiene noticia.

El bolero llegó de España y experimentó una trascendental transformación en la Isla de Cuba, para luego viajar a la Península de Yucatán y conquistar a través de las interpretaciones de “Guty” Cárdenas, a todo México.

El Trío “Los Panchos” lo internacionaliza más tarde, una vez transformado el bolero urbano al que Agustín Lara, Vicente Garrido y Álvaro Carrillo. Ya en nuestra época estudiantil universitaria destacaron dos grandes músicos, Luis Demetrio Traconis y Armando Manzanero, quienes le imprimirían su propio sello, que se quedó para siempre en el gusto de todos los mexicanos.

Género vivo al fin, el Bolero no ha dejado de sufrir modificaciones en su ya largo tránsito.  En cada época ha recibido, sin alterar sus contenidos y morfología esenciales, enriquecedoras renovaciones, las mismas que han motivado que se asocie a cada uno de los períodos de oro de la música popular cubana en el siglo anterior; ha resistido diversos formatos y ha acompañado, embelleciéndolos a géneros bailables tan prestigiosos como el Danzón, el Son. el Mambo y el Cha Cha Cha, en préstamos sucesivos y mutuamente genésicos.

El Bolero, según algunos investigadores, propiamente surgió cuando los músicos trovadores santiagueros con José “Pepe” Sánchez, y la generación de músicos entre los que se encontraban, Sindo Garay, Manuel Corona, Villalón, fue conocida como la Vieja Trova Cubana; estos músicos comenzaron a interpretar el género canción con acompañamiento de guitarra a ritmo de danzón y con cadencias de danza habanera, la cual seguía teniendo importante presencia entre los años de 1915 y 1920 cuando aún eran cantados por la trova de Santiago de los Caballeros y en la bohemia Santiaguera.

Lo que es un hecho innegable es que el bolero resurge cuando Cuba se convierte en una República en 1902.

Es sabido que el Bolero ha sido adoptado “multitudinariamente” en las comunidades norteamericanas, incluso en aquellas que poseen una composición étnica bastante alejada de la norma Caribe, como pueden ser Chile, Argentina y Perú, y que los buenos ejemplos del género abundan en casi todos los países dentro del marco de nuestra lengua (incluida España, que ha recibido de vuelta la pelota), pero son sólo tres países sin los cuales no se podría escribir el apasionante relato de la génesis, el desarrollo y el arraigo de esta manifestación, y son Cuba, México y Puerto Rico.

Aquí hice  la presentación de Gladys del Monte, santiaguera trovadora, cantante, poeta y escritora cubana que, junto con Roberto Ruiz Rebó, engalanaron nuestra escena: primero Gladys como solista, con obra propia, y luego interpretando obras del bolero tradicional cubano como “Cómo Fue” de Ernesto Duarte, que popularizó “Benny” More; “Preludio Otoñal” de Israel Martínez e Hiram García; “Noche azul” de Ernesto Lecuona; para terminar a dueto con Roberto Ruiz Rebó, con obra de Miguel Matamoros, en una noche donde su majestad el bolero se llevó las palmas.

El primero de abril de 1893, nace en Palmira (cerca de Cienfuegos) el compositor cubano Eusebio Delfín a quien se atribuye el haber logrado introducir la música trovadoresca de Cuba en las altas esferas sociales, pues antes era considerada música de campesinos.

Su familia era de clase social acomodada, lo que queda demostrado con el hecho de que estudió en uno de los mejores colegios de Cuba que pertenecía a los hermanos Maristas; ya de adulto fue director de un banco cubano lo que le permitía amplio desahogo económico, y por si fuera poco, estaba casado con una hija del magnate del ron Emilio Bacardí Moreau.

Su primera aparición como trovador profesional fue en el Teatro Terry de Cienfuegos en 1916, -yo trabajé en ese mismo teatro en 1994, en el Festival bianual a “Benny” Moré- acompañándose el mismo con la guitarra.  Fue, además, uno de los primeros músicos cubanos en tener acceso en 1923, a un estudio de grabación portátil procedente de Estados Unidos. También se le atribuye el mérito de introducir algunos cambios en la manera de interpretar boleros, pues en aquel entonces se acostumbraba acompañarlos con el tipo de rayado o rasgueado que Eusebio Delfín, cambió con un ritmo semi-arpegiado que causó gran sensación entre los trovadores por su originalidad.

Su mayor éxito fue el bolero “¿Y tú que has hecho?”. Cabe aclarar que el bolero cubano llegó con tal fuerza a nuestro solar peninsular que esa canción se da por hecho es yucateca y forma parte del repertorio de los tríos de Yucatán con el título de “En el tronco de un árbol”.

Debo decir sobre la trova yucateca que sus raíces son de Cienfuegos y de Sancti Spíritus, poblaciones del centro de la Antilla Mayor, y no de Santiago o de La Habana, pero ya daremos un conversatorio sobre la influencia de la música cubana en Yucatán y Campeche.

Se cree que entre los años de 1908 y 1910 el bolero cubano llega a México a través de nuestra Península Yucateca, aunque hay quienes afirman conocer una grabación hecha en México en 1907 del bolero “Tristezas”.

El primer bolero del que se tiene noticias haber sido compuesto en tierras mexicanas es “Presentimiento” (aproximadamente en 1913), con música del compositor campechano Emilio Pacheco Ortega y versos del poeta español Pedro Mata; posteriormente fue grabado en Nueva York en la voz del trovador y compositor “Guty” Cárdenas.

Por el intenso contacto entre los puertos del sur de Cuba y la Península de Yucatán, el Bolero pasa a tierra Maya y luego a suelo Azteca. Allí encuentra territorio fértil. Las primeras manifestaciones se dieron en suelo yucateco, remitiéndonos al año de 1919 (Morena Mía) de Armando Villareal y 1924 con “Quisiera”, “Para Olvidarte” “Pasión” “Si Yo Pudiera”, “A Que Dejar”, “Aléjate” y “Fondo azul” de Augusto Cárdenas Pinelo.

El Bolero ha roto a lo largo del siglo anterior las fronteras esquemáticas de nuestros países, agrupándolos bajo la certeza de pertenencia común a un ámbito mucho más aristocrático, y agrupándolos bajo la certeza de pertenencia común a un ámbito mucho más aristocrático: el del sentimiento.

Así agradezco a Rodolfo de la Fuente su trabajo de investigación sobre el Bolero.

Al recordar el grato momento de “Charlas de Café” en la Sala de Arte del Teatro “Mérida”, con el apoyo y patrocinio del Instituto de Cultura de Yucatán, agradezco al Dr. Raúl Vela Sosa y al C.P.  Luis Alvarado Alonzo proporcionarnos su Sala de Arte semanalmente, la Cineteca “Manuel Barbachano Ponce”, y en algunos casos el Teatro Daniel Ayala”.

En este momento tengo como fondo musical nuestra presentación “Acuarela du Brasil” en el teatro “Daniel Ayala”, dentro del marco del “Otoño Cultural” –el segundo festival más grande después del “Cervantino” en México– para funciones con aforo de 1000 asistentes. Recuerdo en especial esta producción con orquesta, siendo solista el Dr. Mario Alberto del Villar Cervera; contando con el cuerpo de baile de Francis Da Silva Vieyra; la asistencia de más de 50 personas de la colonia brasileña en Mérida, que no sabíamos que existía; una actuación especial del chelista Carlos Tello; y coros, conducción y producción a mi cargo. Sin el mencionado respaldo oficial, nunca lo hubiéramos logrado.

Hoy recordé esta noche de boleros con la participación de mis compañeros de esta tierra y la colaboración de dos artistas cubanos, fortaleciendo nuestro intercambio cultural entre pueblos hermanos, Cuba y México. Traté de retratar lo sucedido esa noche de boleros. Vaya un saludo al Dr. José Loyola, que nos asesoró durante su visita a Mérida, para que nuestro pianista tuviera un mejor desempeño en las armonías del Samba y el Bossa Nova. Gracias, Loyola.

Teatro “Mérida», ahora “Armando Manzanero».

 

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