Las obras que se reseñan en este folleto, realizadas durante el primer año de ejercicio del actual Ayuntamiento de Mérida, obedecen al plan coordinado y trazado por el Gobierno del Estado de Yucatán con miras a incrementar el turismo y destacar las bellezas de nuestra ciudad, sobre todo cuando se encuentran ligadas a la historia o las leyendas de nuestra tierra.
Restaurar los lugares que forman parte de nuestra historia, de nuestras tradiciones y culturas, y entregarlos plenos de belleza y colorido a la actual generación, es uno de los elevados propósitos que rigen el pensamiento y la acción de las autoridades estatales y municipales.
Para los que nacimos y crecimos en esta ciudad de Mérida, ha sido siempre satisfactorio recorrer sus rincones, plenos de recuerdos y regional encanto, y contemplar su progreso de acuerdo con su crecimiento demográfico y su evolución económica y social, recorrer sus calles, evocar sus leyendas, contemplar sus monumentos y reunirse en sus parques, fuentes de hondas emociones.
En este folleto se recogen, en la primera parte, una Monografía de la vieja Ermita de Santa Isabel o de Nuestra Señora del Buen Viaje, con referencias históricas a los alrededores con los cuales está vinculada; y, en la segunda, una somera exposición de las obras que se han llevado a cabo para reconstruir con ellas la unidad de tipo colonial que forman los lugares citados, de modo que sean un atractivo turístico para nacionales y extranjeros, al mismo tiempo que un lugar de esparcimiento para los habitantes de Mérida.
Teniendo en cuenta el estado de abandono en que se encontraba este lugar, la realización de las obras de restauración constituye, también, un acto de justicia para con los habitantes del importante suburbio.
LA ERMITA DE SANTA ISABEL O DE NUESTRA SEÑORA DEL BUEN VIAJE
Por HUMBERTO LARA Y LARA
No se conoce con precisión la fecha en que se fundó la Ermita de Santa Isabel, nombrada así en homenaje a la madre de San Juan Bautista, cuya imagen suponemos que lucía en el altar principal. Está ubicada en el lado oriente de la calle 66 sur, manzana 146, Cuartel 8°, de esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Mérida de Yucatán. Pero sí se sabe a ciencia cierta que un vecino llamado Gaspar González de Ledezma costeó la construcción de su peculio personal, sabedor de que más válidas que la piedad y la devoción por algún santo son las erogaciones pías como la edificación de un templo para ganarse la entrada al cielo y la remisión de nuestros pecados veniales o mortales. Sobre la puerta mayor está grabada en bajorrelieve, en dura piedra, esta leyenda:
cuya traducción es la siguiente: A DEVOCIÓN DEL Ilmo. (VERBUM CARO FACTUM EST) Sr. Texada. Año de 1748”. En el osario aparece esta otra igualmente en bajorrelieve: “se acabó este osario el 12 de agosto de 1762”. Aparentemente, pues, la primera inscripción consigna la fecha en que terminó la construcción del templo.
Don Gaspar González de Ledesma, de cuyas particularidades personales nada hemos podido averiguar, se retiró a vivir en ella en hábito y costumbres de ermitaño para alejarse del mundanal ruido, cansado de los ajetreos y sinsabores de la vida, o de sus placeres, o quizás para purgar con oraciones y cilicios algún pecado que guardara celosamente en secreto. Se instaló en la sacristía, seguro de que Dios acoge mejor a los arrepentidos; y, como entonces ese rumbo de Mérida estaba poco poblado y cubierto de matorrales, puede decirse que nuestro hombre empleó el resto de sus días en frutos de verdadera penitencia.
Antiguamente fue conocida esta ermita también con el nombre de Ermita de Nuestra Señora del Buen Viaje. ¿Porque era tránsito obligado al camposanto cercano? Posiblemente porque, estando a la vera del Camino Real de Campeche, las diligencias, bolanes, carretas, jinetes y peatones, al iniciar el largo camino de cuarenta y ocho leguas, “medidas con vara de carro” como se decía, que medían entre Mérida y la Ciudad de las Murallas, deteníanse brevemente en ella para rogarle a la virgen allí albergada que les propiciara la penosa travesía, la cual duraba tres soles, rindiéndose la primera jornada en el pueblo de Halachó.
En el tomo segundo, páginas de la 15 a la 19, de “El Museo Yucateco”, firmando con su seudónimo anagramático “José Turriza”, don Justo Sierra O’Reilly narra graciosamente las peripecias de ese viaje en las diligencias que acababan de establecerse (1841); viajes “en los que los huesos sufren más que los músculos”, “… los coches en efecto, dice, son magníficos, fuertes, cómodos y construidos con el mayor esmero, lujo y elegancia; los caballos son vigorosos y robustos, jóvenes y bien tratados, las postas están muy proporcionalmente distribuidas para la carrera, los cocheros son hábiles y diestros en el manejo de las riendas, pues para desterrar cualquier viso de preocupación que pudiera ecsistir en algunos jóvenes, los empresarios mismos suelen echarse encima esta penosa y recia carga que no deja de ser fatigante y a veces peligrosa. Pero el camino es verdaderamente infernal, no todo él, sino el trozo corto que media entre Campeche y el pueblo de Tenabo. A veces las piedras se hallan tan multiplicadas y erizadas, que el menor efecto que causan, es obligarlo a uno a hacer gestos y visajes tan raros que provocan la risa del más grave y circunspecto viajero…”
Humberto Lara y Lara
Continuará la próxima semana…