II
Dr. José Ochoa Quintana
En el Occidente, en general el AMOR INTERPERSONAL representa un concepto ambivalente que requiere la presencia de la otra persona, reciprocidad y pertenencia. Puede ser ambivalente porque si bien por una parte requiere de la satisfacción del deseo ajeno, la otra parte, no menos importante, se centra en el YO, por lo tanto, hablaríamos de un amor menos desinteresado. Aquí hay dos conceptos encontrados: según Freud, el objeto del amor busca ser protegido, también se busca conservarlo como propio y puede ser blanco de ofensas y agravios en cuanto se separa de sí. Esto es porque las pulsiones de la vida y muerte tienen una relación dialéctica. No se puede concebir el AMOR separado del ODIO. Según la teoría psicoanalítica, la pulsión de vida, que busca unir y conservar, está ligado a la pulsión de muerte, que busca destruir y separar; ambas se retroalimentan naturalmente. Los dos polos, Eros y Tánatos, la libido y la muerte.
Aquí hago unos cuestionamientos para que cada quién los resuelva: ¿Existe el amor entre animales?, ¿se puede amar a varias mujeres al mismo tiempo? Recordemos a nuestros hermanos musulmanes y a Mahoma que, al morir uno de sus mejores amigos, para que la viuda no sufriera la sumó a sus mujeres… Para no ir más lejos, aquí, en nuestro mundo indígena, antes de la llegada de los invasores europeos las clases dirigentes acostumbraban tener varias esposas, los cristianos hicieron que las abandonaran, sin importar que los hijos, que un día habían sido legales, a partir del cristianismo se quedaron sin padre y las mujeres sin esposo y sin medios de subsistencia. Fray Juan de Zumárraga, obispo y presidente de la Santa Inquisición, mandó quemar vivo al nieto de Nezahualcóyotl por negarse a abandonar a sus esposas e hijos. Recordemos cómo varios Papas de esa misma época habían tenido amantes mujeres y no pocas, como Inocencio VIII, o como el Papa Alejandro VI, que tuvo por lo menos cuatro concubinas entre las cuales estaba su hija Lucrecia –¡sí!, Lucrecia Borgia–, o como Paulo III. A sus hijos hasta les dieron títulos nobiliarios, como condes y a algunos nietos, aún de muy pocos años –¡siete u ocho años! – los nombraron cardenales. Aquí los curas de los invasores quemaban vivos a los indígenas por las mismas situaciones, comandados por el mismísimo obispo al que luego relacionan con la nativa virgen de Guadalupe-Tonantzin.
En la parte Oriental del mundo ¿cómo ven al amor?
Para los budistas el amor es COMPASIÓN, en el sentido de sentir con el otro, como un generador de energía. Es un sentimiento puro que se otorga a otro ser viviente; de esta forma, todos los seres vivos tienen que ser respetados de manera desinteresada; sintiendo bienestar absoluto en saber que no ha causado dolor o sufrimiento a nadie, y que ha colaborado en generar alegría a otro ser. Esto nos recuerda a los indígenas mayas, que aún piden permiso a la Madre Tierra para horadarla y sembrar el grano del maíz, para entrar en una cueva, o a los lugares sagrados de sus antiguos templos; y no se diga cuando piden permiso al Dios de los Venados para cazar y satisfacer su necesidad de comida.
Dentro del budismo, la intención del amor debe ser la mismo que la FE, la cual busca ILUMINAR, permitiendo la liberación del sufrimiento que rodea al amor, como lo concebimos en el Occidente del mundo. Para los budistas, el amor se trata de un genuino deseo de bien hacia el otro, compartiendo la energía y los recursos propios. Para ellos el amor se caracteriza por la amabilidad y benevolencia, sin tener que apegarse a la persona, que en definitiva es la causa del sufrimiento.
Para practicar el amor no es necesario aferrarse a nada, debido a que es una tarea imposible, ya que nada permanece estático, todo cambia y se transforma. La felicidad y plenitud solamente reside en el interior y, por lo tanto, solamente puede ser compartido desde este lugar, nunca en su totalidad; la dependencia se aparta de la filosofía budista. Según el budismo, el amor es inagotable ya que la energía que ofrece pertenece al cosmos, no al individuo en sí mismo; lo contrario sería una proyección egoísta de las propias necesidades.
La suprema máxima del budismo consiste en el amor, la compasión, la alegría y la ecuanimidad, las cuales son parte de la naturaleza de una persona ILUMINADA, es decir, superada al máximo, es llegar a ser igual a un Buda, siendo esta la aspiración de las personas que practican esta doctrina. Para ellos, al morir una persona, según su comportamiento en la vida, renacerá en otro nuevo ser, el cual mediante su conducta puede ir ascendiendo hasta llegar a la ILUMINACIÓN.
Para ellos el mundo necesita MÁS COMPASIÓN Y MENOS LÁSTIMA, en el mundo se necesitan personas que se comprometan de forma más activa en la ayuda y apoyo al que lo necesite. Según ellos, la infidelidad puede estar basada en la atracción y la relación sexual, aunque también puede ser meramente emocional en la cual puede existir una relación afectiva de índole erótica, pero sin contacto sexual. La infidelidad es producto de la ignorancia, la necedad, la insatisfacción, el aburrimiento, la curiosidad, la búsqueda de novedad, narcisismo, venganza, desenamoramiento, soledad, habilidad de conquistar a terceros involucrados, necesidad de comunicación, crisis y el deseo de eliminar estas características, que en el mundo occidental fácilmente pueden ser individuales o sociales.
Recordemos a personajes de la historia como a Catalina la Grande de Rusia, que tenía más de cuarenta amantes permanentes, aunque se dice que en total llegó a tener hasta unos trecientos, con los ocasionales. En nuestro país, así recordamos a La Condesa, ¡sí! la Condesa de Miravalle, que aún a su avanzada edad tenía a un monje como amante, en Tuxpan, Michoacán, permaneciendo, ahora, juntos en el sepulcro ubicada en el templo. Es obvio que las culturas y religiones influyen sobre el comportamiento en el amor.
En el Oriente, también en la India, habría que revisar el Kamasutra (Camino de la felicidad), de Vatsayana, que tiene variadas orientaciones para los amantes: desde comportamientos, hasta posiciones sexuales.
A qué nos referimos cuando decimos “Querido hermano”. Seguramente en este caso nos referimos más bien a una amistad trascendente, establecida en una búsqueda común del Bien y la Sabiduría.
¿Y la AMISTAD?
En ocasiones decimos “Somos muy buenos amigos” o “Esa mujer solo es mi amiga”. Analicemos el concepto.
Decía Aristóteles que la amistad es el alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas. También decía que la amistad es lo más necesario en la vida, ya que algunos aspectos, como la riqueza o el poder, no se pueden conservar ni utilizar sin amigos. Es una disposición activa y comprometida. En la Ética a Nicómaco dice que es una virtud, o algo estrechamente enlazado con ella; es un hábito, por lo tanto requiere esfuerzo, a diferencia del amor, en el que hay una afección o afecto, existe una modificación súbita y se acompaña por la excitación y el deseo, los cuales son extraños a la amistad.
En general, podemos decir que la amistad es la comunidad de dos o más personas ligadas entre sí por aptitudes concordantes y por efectos positivos.
La amistad es concordia y no reposa en la identidad de opiniones, sino en la armonía de las actitudes prácticas. La amistad es fuerte en la medida que existen cosas comunes entre iguales.
Hay tantas formas de amistad como formas de amor.
Entre los fundamentos de la amistad están la utilidad recíproca, el placer y el bien; la amistad puede terminar cuando la utilidad recíproca o el placer ya no están presentes. Sin embargo, cuando el Bien es lo que está presente, la amistad no puede terminar, es duradera estable y firme. Esto sucede en grupos que buscan el crecimiento intelectual y moral cuando sus miembros son constructores de ideas por su trabajo en busca del Bien, de lo que es bueno trascendentemente, y en grupos que tienen como fin el trabajar en el crecimiento: artístico, cultural o intelectual.
El cristianismo hace decaer el concepto de amistad, dando paso a un nuevo concepto rector de la conducta humana al decir “si te pegan en una mejilla, pon la otra…”
La amistad es la participación solidaria de personas en actividades, valores o bienes determinados, es comunidad entre individuos. Se halla en conexión con el amor y sigue sus formas, pero no se identifica con él, ya que en al amor existen además otros elementos que le caracterizan.
La amistad se liga con la benevolencia, pero no es lo mismo, pudiendo existir entre los amigos solicitudes de ayuda o cuidados que también puede generar piedad. Sin embargo, la benevolencia también puede dirigirse a personas desconocidas, o permanecer oculta, sin que esté presente la amistad.
Aristóteles concebía la amistad como una elección al decir que la amistad es comportarse con el amigo como consigo mismo, concepto muy cercano al de Lao Tsé, posteriormente difundido por el cristianismo como un concepto rector de la conducta humana.
¿A qué nos referimos cuando el 14 de febrero decimos “Feliz día del amor y la amistad” o “Feliz día de san Valentín”? ¿Verdaderamente estamos conscientes de aquello a lo que nos referimos?