Dr. José Ochoa Quintana
Séneca decía que no hay cosa más fuerte que el verdadero amor. Para Lacordaire, el amor es el principio de todo, la razón de todo, el fin de todo.
Con estas citas comienzo la reflexión sobre el amor. Hermosa palabra, usada con frecuencia para despertar sentimientos bonitos o incluso para corromper y enajenar a la gente. “¡Ven, mi amor!” le decimos a una bella mujer que apenas conocemos… “Dios es amor” ponen algunos en letreros que portan en sus parabrisas o en las defensas de sus autos; pero si les preguntamos qué quieren decir con eso, ¿creen que nos responderían con razonamientos?
Casi siempre pensamos en el amor como si fuera un concepto único, como si todos supiéramos qué es y a qué nos referimos con esa palabra, cuando en realidad cada persona lo entiende con un concepto diferente.
Pero ¿y quién conoce los arcanos del amor?
Con frecuencia asociamos al amor en cuanto a su relación con lo sexual, ya que se acompaña de amistad, es una selección electiva entre personas y se acompaña de efectos positivos, como la ternura; a propósito, la palabra ternura viene de tierno y se define como blando, flexible, joven, compasivo; a veces decimos “es muy tierna esa mujer conmigo”. ¿A qué nos referimos?
Es más, ahora, con mucha frecuencia a la relación sexual le llamamos “hacer el amor”, cuando el amor se distingue de la simple relación sexual ya que ésta tiene sólo la base sensual y no se funda en la elección, sino en el anónimo deseo sexual, como pudiera ser con una mujer fácil, una alegradora, la que presta el trasero, como decían, en el mundo prehispánico. En esta clase de relación la mayoría de las veces no hay una liga amorosa de por medio, es una relación casual, mas no causal; es pura calentura, se diría vulgarmente.
En otras ocasiones, el amor se refiere a una gran gama de relaciones interpersonales, como pudiera ser el amor a la familia, el del amigo hacia otro amigo, el del padre hacia el hijo, el de ciudadanos entre sí, el de los cónyuges, el de personas que coinciden en intereses y objetivos comunes –como pudiera ser la participación con algún grupo que tenga un fin determinado como la cultura, señalando con esto el valor que le damos a la esa actividad como concepto.
Otra forma de referir el amor es en relación con objetos y cosas inanimadas; el amor al dinero, a la pintura, a los libros, a la buena comida, es en realidad una forma dominante de pasión, un deseo de posesión. Podemos llegar hasta a decir “Amo a mi caballo” y no es raro escuchar a una dama que diga “Este perro es un amor…”
También existe el amor por objetos ideales, otra forma de manifestar el amor. Así, podemos decir que amamos la Justicia, el Bien o la Gloria; esta forma de amor indica cierto compromiso moral, señalando límites y condiciones al individuo, como acontece en ciertos grupos de iniciados o religiosos en los que se anhela que en el mundo externo llegue el día en que se sienta y se obre como se debe hacer, que en las normas del mundo reinen la bondad, la tolerancia, la benevolencia, la amistad mutua, la ayuda, la camaradería y la fidelidad que, cimentadas por la virtud, han de ser erigidas por la ciencia, cada vez con mayor sabiduría.
Dejemos a los objetos ideales y revisemos otros conceptos de amor, como es el amar algunas actividades o formas de vida. Así decimos Amo mi trabajo, amo mi profesión, el lujo, la diversión o el juego; este tipo de amor denota un interés más o menos dominante, incorporado en la personalidad del individuo.
Existe también el amor por comunidades o entes colectivos; decimos amo a mi patria, a mi pueblo, a mi partido o a mi escuela.
También podríamos referir el amor al prójimo y el amor a Dios, al Gran Arquitecto del Universo, a los Dioses Al Creador o Energía Primordial.
¿Pero qué elementos podemos distinguir en el amor?
Hay dos elementos generales más o menos distinguibles. En primer lugar, la presencia de diversos tipos de relaciones humanas, caracterizadas por solidaridad y concordia; en segundo lugar, en algunos casos se identifica el deseo de posesión. Sin embargo, podemos concluir que no hay elementos universales y que cuando alguna persona se refiere al amor se está refiriendo a su interpretación personal, pero no necesariamente a la mía, o a la de otros. Cuando le decimos a una mujer “Te amo”, ¿a qué nos estamos refiriendo?, ¿me gusta sexualmente?, ¿es muy buena amiga conmigo?, ¿nos gustan las mismas diversiones?, ¿posee riqueza económica?, ¿los dos buscamos el bien y la justicia?, ¿nos gusta trabajar en lo mismo?, ¿los dos amamos a nuestra patria o amamos a Dios? ¿A qué nos referimos con el “Te amo”? ¡Habría que especificarlo!…
Repasemos algunas ideas…
Platón decía que hay varios elementos en el concepto del amor. En primer lugar, hay conciencia y también hay la necesidad, ya que existe el deseo y se manifiesta la conciencia de conquistar aquello que no se posee, haciendo manifiesta la necesidad, como pudiera ser la necesidad de conocimiento, de una mujer, de una forma de vida o de un objeto ideal. Amo aquello que me hace falta, aquello de lo que carezco y necesito.
Otra característica que identificaba Platón es que se dirige hacia el Bien y también es un deseo de vencer a la muerte, el Tanatos, lo cual es un instinto y un deseo de dejar en el lugar de lo que envejece y muere algo que se le asemeje, como pudiera ser un hijo, o redactar un libro.
Por último, señala que es un deseo de conocer la Verdad o la Belleza, entendida filosóficamente; empieza por la belleza sensible, el amor sensual, hasta llegar a la Belleza que da la Sabiduría. Cuando el individuo va madurando, creciendo y reflexionando, va ascendiendo en sus conceptos sobre el amor.
Aquí cabe la reflexión sobre los miembros de una pareja que inició como tal, pero con el tiempo no tienen el mismo crecimiento intelectual y madurez, por lo que se van estableciendo con el tiempo importantes diferencias. ¿Qué sucede con ese matrimonio que inició muy bien en lo sensual, pero no crecieron los cónyuges al igual? En la realidad cada pareja sigue caminos diferentes ante esta situación, pues el amor no necesariamente es eterno. Hay que cultivar el amor, de lo contrario se puede acabar…
Ahora veamos el punto de vista del cristianismo.
Básicamente el amor lo enfoca a crear una comunidad que aún no existe. Se nos dice “Ama a tu prójimo, como a ti mismo” cuando Lao Tsé lo decía desde el S. V antes de Cristo. También es una orden de no resistencia al mal: Mateo V-44 dice “Amad a vuestros enemigos y amad a los que os persiguen” pero ¿por qué no se ha logrado esto tras dos mil años de cristianismo, ya sea adoptado libremente, como sucedió en algunos pueblos en la antigüedad, o impuesto por la fuerza, como en nuestro país?
Descartes define el amor como una emoción del alma producida por el movimiento de los espíritus vitales, que la incitan a juntarse voluntariamente con objetivos y metas que les parecen convenientes; lo distingue del deseo, el cual se dirige hacia el futuro.
Leibnitz decía que cuando se ama sinceramente a una persona no se busca el propio beneficio, ni el placer separado de la persona amada.
Dios es Amor. Para Kant el amor es objeto de los sentidos y, por lo tanto, el amor de Dios, como inclinación, es imposible, porque Dios no es un objeto de los sentidos.
El Romanticismo del S. XIX señalaba que, aun cuando el amor se pueda dirigir a cosas finitas, escoge en ellas las expresiones o símbolos de lo infinito, lo absoluto, es decir, Dios. Hacia allá va dirigido el amor romántico. ¿Y a qué nos referimos cuando decimos estoy muy romántico? Algunos cantan: Espérame en el cielo, corazón, si es que te vas primero, espérame entre nubes…
Ahora analicemos a Freud. Él dice que existe una especificación y sublimación de una fuerza instintiva originaria que es la “libido”, con la cual se inicia el amor, y que las formas superiores se desarrollan mediante la inhibición y sublimación. Dentro de límites compatibles con la conservación de la especie se produce la inhibición de la libido; de ahí proceden las emociones morales como la vergüenza y el pudor, que tienden a inmovilizar las manifestaciones de la libido y es precisamente de ahí donde nacen las neurosis. ¿Cuántas personas, o sus parejas, sufren de neurosis por inhibir su libido? Ah, pero cuando se produce la sublimación de la libido ésta la separa de su contenido primitivo, de la voluptuosidad, y de ahí surgen las artes, la ciencia y la civilización.
Sartre decía que el amor ideal es el proyecto de realizar la asimilación o unidad entre el Yo y el Otro. En este concepto encontramos que el Yo exige ser un fin absoluto para el otro y viceversa, para poder conformar una unidad, de lo contrario no se puede producir la unidad del amor. Creo que este razonamiento es muy cuestionable ya que la relación de pareja se establece solamente entre algunas de las características de la personalidad de los individuos, con el respeto a todas las demás, dentro de la libertad, ya que todos los seres humanos somos diferentes y no es posible que haya dos totalmente iguales como para que puedan confundirse en uno solo, por más parecidos que puedan ser.
¿Qué podemos entresacar de todas estas teorías? En primer lugar, el amor debe ser una relación que no anule la realidad individual y la autonomía de las personas. Los celos no caben en un amor maduro; la palabra celo procede del griego, significando ardor, envidia, y desde el S. XII también significa interés, suspicacia; te quiero para mí solito, todita; dicen algunos…
Otra característica es que el amor tiende a reforzar la realidad individual y su autonomía mediante el intercambio recíproco, emotivamente controlado, de servicios y cuidados de todo género. También existe unión, pero no unidad de intentos, intereses, propósitos, necesidades y emociones correlativas.
El amor es una relación susceptible de la más gran variedad de modos y, por último, podemos decir que puede conducir o señalar un bien de conciencia, o la búsqueda de la Realidad Suprema, el Gran Arquitecto del Universo, Dios, el Nirvana, o Energía Primigenia.
Cuántas veces confundimos el amor con el deseo. ¿A cuántas damas que deseamos creemos que las amamos cuando en realidad nuestro sentimiento tiene más que ver con la posesión que con el amor? ¡Qué fácil es confundirse! Cuántas veces confundimos al amar con el querer. Fácilmente le decimos a nuestra pareja “te quiero”, cuando en realidad lo que pretendemos expresarle es nuestro amor. La palabra querer viene del latín quaerere: tratar de lograr, pedir. Desde el S.X se utiliza como afecto, anhelo.
A la mujer que quiero ¿en verdad la puedo tener? ¿Hay cosas o situaciones en la vida que me son inaccesibles?
Continuará la próxima semana…