Leyendas del Mayab
XXVI
EL CENOTE WAYMIL
Todos los cenotes son misteriosos, asegura el indio, pensando en ellos con recelo, pero unos lo son más que otros. Muchos malos buscan para ocultarse las profundidades de la tierra, y nada más propicio que los cenotes de los cuales salen de noche para dedicarse a sus correrías. Bueno es entrar a los cenotes durante el día y refrescar el cuerpo en sus aguas cristalinas, pero de noche es peligroso porque seguramente hay en ellos apariciones desagradables. Y en algunos vale más no penetrar ni de día; dígalo si no el cenote Waymil.
Si vas por el sur del campo maya, dice el indio, procura no tropezar con el cenote Waymil, que siempre se tuvo por uno de los de más misterio. Sábete que wáay quiere decir espanto, y se llama así porque en él han ocurrido muchas cosas sorprendentes de las que hielan el alma de espanto.
Ese cenote es el asilo de los k’aak’as iik’elo’ob, o sea de los vientos malos que cuando van de tránsito acostumbran descansar en el Waymil. Además, muchas veces se ha visto entrar en él a la mujer Xtáabay arrastrando consigo a alguna de sus víctimas, y hasta el k’aak’as ba’al a veces se refugia en él.
Un día una muchacha india fue por agua al cenote, y en los momentos en que hacia descender su cubo, vio cruzar en el centro del depósito una gallina negra seguida de sus polluelos que eran blancos. Cruzaba las aguas caminando sobre ellas. Violentamente quiso retirar su cubo, pero ya no pudo, pues una como fuerza superior a su voluntad sintió que la retenía de tal modo que tuvo que soltar la cuerda que lo sostenía, en tanto que en la caverna comenzó a soplar un fuerte ventarrón.
La mujer logró salir llena de espanto y corrió al pueblo, y al primer hombre con que tropezó le narró azorada la aventura. El otro no le dió importancia al hecho creyendo que simplemente se trataba de una gallina extraviada, aunque la otra le hacía notar el caso extraordinario de haberla visto caminar sobre las aguas.
-Pues si quieres, contestó el hombre para dárselas de guapo, yo iré a buscar la gallina negra y tendré mucho gusto en ofrecértela. La mujer trató de disuadirlo, pero insistió el otro dirigiéndose al cenote, resuelto a coger la gallina negra.
Pero como transcurriera mucho tiempo sin haber vuelto, registróse el cenote, aunque fue en vano pues no se hallaron sus huellas. Pero el adivino del lugar, expresó su creencia de que el hombre seguramente vivía en la caverna secuestrado por algún mal espíritu. Dispuso que se hicieran las invocaciones a los vientos y que se preparase el k’eex para ofrecerles a cambio de la restitución del desaparecido.
Entiéndese por k’eex en idioma de indios «cambio» y consiste en comidas especiales que se preparan mediante el sacrificio de algunos animales, para ofrecer al espíritu que se invoca. Dichas comidas dispónense en un altar cerca del lugar de la invocación y no pueden ser tocadas por hombre alguno. Los alimentos así dispuestos han de consumirse por sí solos, lo que es el mejor indicio de que el espíritu invocado está propicio.
Se dispuso, pues, el k’eex cerca del cenote, se hicieron las ceremonias, se dejaron las comidas abandonadas en aquel lugar, y cuando al siguiente día se vio que habían desaparecido, entonces se conjeturó que los vientos habían aceptado la ofrenda, y el hechicero pudo anunciar que la gallina negra no era otra cosa que el k’aak’as ba’al, en forma de viento malo, el cual irritado seguramente por la temeraria intención de aquel que había pretendido atraparla, lo había captado y por castigo lo tendría oculto en el cenote. Dijo que los vientos buenos a quienes se había ofrecido el k’eex se mostraban anuentes en ayudar a recuperar al capturado, y para el caso se designó al nadador más experto y resuelto para que intentara su rescate. Lo instruyó el adivino haciéndole conocer las palabras que habría de pronunciar en los momentos de peligro, y dióle la piedra sáastun o sea la piedra de virtudes mágicas.
Y he aquí lo que ocurrió con el hombre que se aventuró a tal empresa. Entró a la caverna mas no vió ninguna gallina, ni nada extraordinario. Arrojóse entonces resueltamente a las aguas, hasta nadar bajo las mismas, con el sáastun sujeto entre los dientes. Y nadando, nadando pudo llegar hasta un enorme hueco que había bajo las aguas perforado en las paredes de la caverna. Pero el hueco estaba cerrado por el cuerpo de una enorme tortuga, inmóvil allí al parecer para impedir el paso.
Al ver al hombre, la tortuga salió de su inmovilidad y furiosa trató de acometerlo, pero pronunció aquél las palabras mágicas que había aprendido y golpeó con la piedra la cabeza del animal, el cual como movida por una mano invisible hizo un movimiento y quedó tendida boca arriba, que es como se inutiliza a las tortugas. Sin embargo le dijo:
-Traté de acometerte porque yo soy el guardián de este cenote, pero tú puedes pasar pues vienes armado de las armas que te hacen invulnerable. Entra y verás en el interior de este gran hueco a varios animales que querrán devorarte, pero que no harán tal cuando les muestres el sáastun. Pregúntales por el k’aak’as iik’ que es el viento malo, y él te dará razón de la persona a quien buscas.
Quedó franco el paso y el hombre se adelantó por el hueco hasta llegar al lugar en donde vió en efecto muchos disformes animales pululando sobre la superficie de las aguas y sobre las paredes de la caverna, y los cuales no eran otra cosa que vientos menores. Comenzaron a revolverse como queriendo atacar al intruso, pero éste los calmó con la piedra mágica y preguntándoles por el k’aak’as iik’, lo llevaron a su presencia.
Irritóse el viento malo al ver al hombre, pero éste hizo los conjuros, logró golpearlo con el sáastun, y le explicó los motivos que lo habían inducido a llegar hasta allí, y aunque todavía enojado el k’aak’as iik’ entró en plática con él.
La persona a quien buscas, le dijo, está en mi poder. Cometió una torpe imprudencia al pretender atrapar a la gallina negra, pues es como si me hubiese querido atrapar. Eso lo castigo con la muerte, pero aún vive esa persona y voy a entregártela, pero esto no impedirá el castigo, porque ya me pertenece. Ve a buscarla, la hallarás en aquel hoyanco del fondo, perdido el conocimiento, pero la tocarás con el sáastun y volverá en sí. Podrás llevártela, pero tendrá que morir entre poco, y no sólo ella sino también la mujer que habiendo visto la gallina negra fue a contarlo siendo la causa de que el otro se aventurase a venir hasta aquí.
Efectivamente en el hoyanco se encontraba exánime el infeliz, pero volvió en sí al sentirse tocado por la piedra sagrada y salió del cenote juntamente con su salvador. Al salir el hombre rescatado vio a la gallina negra que caminando atravesaba las aguas seguida de sus polluelos. No así el otro que no vio nada afortunadamente, pues de haberla visto hubiera también perecido, pues es fama que es muy difícil sobrevivir a esa visión.
Los dos hombres contaron lo que le había acontecido a cada quien, pero tanto el temerario que intentó apoderarse de la gallina, como la muchacha, se sintieron poco después atacados del mal llamado de viento, o mejor como dicen los indios, de k’aak’as iik’, del cual perecieron ambos en el mismo día.
Luis Rosado Vega
Continuará la próxima semana…