Mayab
XIV
ESTO SE DICE DEL PÁJARO PU’UJUY
Si vas de noche por los caminos o por las veredas que cruzan esta tierra del Mayab que en todo es tierra de misterio, observarás que de pronto un pájaro te sale al paso, que lanzando un grito estridente se posa en medio del camino que llevas, precisamente por donde habrás de pasar como si quisiera detenerte el paso, y cuando ya estás muy cerca, lanza otro grito que va a conmover los senos de la noche, levanta de nuevo el vuelo, sigue en la misma línea, y vuelve a posarse más allá en espera de que te aproximes para realizar otra vez lo que hizo antes.
¿Qué pájaro es ese que así va de noche por los caminos y delante del hombre? ¿Es acaso un guía? ¿Por qué esos gritos que lanza como dirigidos a la persona cuya compañía sigue tan tercamente?
Raro es el pájaro pu’ujuy que así se llama en lengua de gentes indias, y raro es su grito que imita el mismo nombre ¡pu’ujuy!, ¡pu’ujuy! Y raro es su plumaje que tiene de todos los colores que ostentan en el suyo las demás aves.
Indio que vas silencioso y a pasos rítmicos delante de mi cabalgadura, con el alma hundida en el enigma de la noche, y la mirada perdida en infinito que nos cerca. Sal de tu mutismo, dime lo que sabes de estas cosas y que yo ignoro, ¿Qué pájaro es ese que va obstinadamente delante de nosotros?
–Es el pu’ujuy, señor, es el pájaro sin malicia que una vez fue engañado y que aún sigue en el engaño. Es el pájaro pu’ujuy, señor, que va por los caminos desde hace muchos años, buscando a quien le jugó una mala partida. Cree el pájaro pu’ujuy que ha de volver quien lo engañó. Y no volverá, señor, porque entre los animales también hay arterías como entre los hombres, aunque menos perversas, porque es más inocente el corazón de los animales.
Desde que fue engañado no hace otra cosa que ir por los caminos, pero sólo sale de noche porque el pájaro pu’ujuy siente vergüenza de llevar un traje que no es el suyo. Sabrás que hubo un día en que el Gran Señor que hizo a los hombres y a los animales y que lo hizo todo, trató de dar un rey a las aves para acabar entre ellas con las desavenencias que había por razones de mando. Entonces hubo de llamarlas a todas a su presencia para escoger a la más adecuada. No fue poco, señor, el alboroto que armaron con tal motivo. Cada una de ellas creyó asegurada su elección buscando en sí mismas y ponderándolas, sus mejores condiciones.
–Seguramente, dijo la xk’ok’olche’, que es el ave de trinos más dulces, será elegida la que mejor cante, y en tal caso yo seré la escogida necesariamente. Y se puso la avecilla a ensayar desde una ceiba sus cantos más armoniosos.
–Seguramente el Gran Señor, dijo el búho, escogerá a la más sabia, pues es de sabios el buen gobierno, y yo habré de ser el rey pues nadie como yo para la meditación y el estudio. Esponjóse envanecida, y se puso a alisar sus brillantes plumas desde el hueco de un edificio derruido.
–Seguramente recaerá la elección en la más fuerte, dijo el pavo montés. Es necesaria la fortaleza para reducir al orden a tantos alborotadores como tenemos. Y yo he de ser sin duda. Y sacudiendo sus anchas alas desde el árbol en que posaba tronchó una rama.
–Seguramente nuestro Gran Señor elegirá a la que vuele más alto, pues sólo así podrá tener bajo su mirada a todo el mundo de las aves.
Esto dijo el ch’oom, o como se dice vulgarmente, el zopilote, y dejando el pelado ramaje en que se adormecía, se lanzó al aire ensayando un vuelo altísimo en tanto se decía a sí misma: es indudable que yo seré la elegida.
–Seguramente será rey la que grite más alto, para hacerse oír de todas las aves, y ninguna como yo, dijo la chachalaca, lanzando al mismo tiempo un grito tan agudo que fue oído hasta muy lejos.
–Seguramente seré yo el rey, dijo el cardenal. Es de reyes el vestir de púrpura enrojecida. Mi prosapia es ilustre, mi capa es tan roja que parece una llama.
Y así cada una fue suponiendo lo que más se avenía a sus trazas y a sus condiciones, y cada una pensó que el asunto estaba ganado de antemano en favor suyo.
El pavo real que las había estado escuchando, no hablaba. Parecía meditar solamente y una como nube de tristeza velaba su semblante. Se estudió a sí mismo, vio su cuerpo y lo vio hermoso, bien conformado, airoso y esbelto. Pero su traje estaba muy sucio y raído. Eran muy precarias sus plumas, pues en aquel entonces no era lo que llegó a ser luego y continúa siendo. Y pensó con amargura: imposible que se me elija a mí si me presento con tal facha. En cambio, si mi vestidura correspondiera a mi cuerpo, tendría asegurada la elección. Era ambicioso y no se amilanó por el contratiempo. Dióse a pensar cómo hacerlo y recordó que el pájaro pu’ujuy que era su muy amigo, lucía un plumaje vistosísimo. Sin embargo, el pájaro pu’ujuy no podría ser el rey pues era un ave sin distinción ni antecedentes. Fue entonces a verlo y le dijo:
–Vengo a proponerte un gran negocio en que ambos habremos de beneficiarnos mucho. Seguramente nuestro Gran Señor elegirá rey al ave más bella y mejor formada. Tú eres demasiado pequeño para pensar en que tú puedas ser el elegido, aunque tus plumas son muy hermosas, pues te falta presencia y arrogancia. Yo en cambio tengo un cuerpo muy arrogante, pero mi plumaje es feo y pobre; con el tuyo tendría asegurado el éxito. Yo no puedo darte mi cuerpo, pero tú si puedes darme tus plumas. Hagamos un trato magnífico. Préstame tu plumaje que habré de devolvértelo una vez que yo sea nombrado rey, y te ofrezco partir contigo las riquezas y los honores de mi cargo.
El pájaro pu’ujuy meditó un poco en la oferta tentadora, y como es un pájaro inocente, acabó por ceder cuando nuevamente lo requirió con más zalamerías el pavo real. Y así sucedió que el pájaro pu’ujuy se desvistió y entregó al otro su traje.
Engalanóse el pavo real con las plumas prestadas que para mayor fortuna suya fueron creciendo conforme las ajustaba a su cuerpo, y así hasta formarle un opulento traje con larga cola. Ahora sí, dijo el pavo real pavoneándose orgulloso; ya verás qué bien nos va a salir el juego. Te garantizo, amigo pu’ujuy, que reinaremos ambos. Y se marchó enseguida.
El pobre pu’ujuy quedó desnudo y tiritando de frío, y como viera que por el camino se acercaban otras aves, tuvo vergüenza de mostrarse en tales trazas y se escondió entre los hierbazales para no ser visto.
Y llegó el día de la cita, y acudieron las aves todas ufanas pensando cada una en ganar la partida; pero cuál sería su asombro al ver al pavo real tan majestuoso y magnífico. Quedaron corridas ante tanta hermosura y hasta el Gran Señor se encantó al verlo, admirando transformación tan grande. Y la eligió desde luego rey de todas las aves.
Pero el pavo real es ingrato y pérfido, y una vez que alcanzó su deseo no volvió a acordarse de su amigo el buen pájaro pu’ujuy a quien debía tal éxito, y esto entre los hombres, señor, agregó con pesadumbre el hombre maya, es más frecuente que entre los animales.
Un día las aves sorprendieron al pobre pu’ujuy metido entre las hierbas tratando de ocultar su desnudez, tuviéronle compasión y acordaron entre todas darle cada una una pluma de su traje para volver a vestirlo. He ahí, señor, por qué el pájaro pu’ujuy luce plumas tan variadas. Pero le avergüenza no llevar las suyas y la mala partida de que fue víctima y por eso sale solamente de noche. No quiere llamar la atención, y como es pájaro bueno piensa que al fin volverá el pavo real a devolverle sus plumas. Por eso va por los caminos en busca del infiel amigo, y por eso ve al hombre, se le acerca y le grita preguntándole si ha visto al pavo real. El buen pu’ujuy espera todavía. Esa es la historia, señor.
–Y bien, hombre maya que lo sabes todo, y ¿por qué el Gran Señor consintió en tal innoble conducta del pavo real? ¿Dejó sin castigo picardía tan grande?
–¡Oh, no, señor! Imposible que dejara sin castigo acción tan mala. Nuestros dioses castigan siempre las acciones malas. Tú sabes que el pavo real no canta; pero cantaba antes y muy armoniosamente. Pasó que el Gran Señor, al saber la felonía que había hecho, lo condenó a no cantar más, y desde entonces hasta hoy cuando trata de hacerlo sólo le es dable emitir un grito desapacible y chillón que hace reír a las demás aves.
Continuará la próxima semana…