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El agarrón de boxeo de Tuta contra Tony

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Colonia Yucatán

Muchas anécdotas se podrían escribir de nuestra vida en convivencia en la Colonia Yucatán, tantas que el espacio resultaría insuficiente para describir toda una vida de recuerdos, alegrías y ¿por qué no? de sinsabores, afortunadamente los menos.

Era la década de los 70’s, por ahí del ’75 ó ’76. En Box, el campeón del mundo en Peso Mosca era el maestro Miguel Canto. Estudiábamos el segundo grado de secundaria. El Maestro Juan Miranda nos daba la última clase del día: Inglés. Salíamos a las 9.40 P.M. y cada quien, se suponía, para su casa, y los que tenían orden de entrada para trabajar en la fábrica el tercer turno, o sea, los del tercer año, pues al trabajo, ya que su entrada era a las 10 de la noche.

Una noche, se presenta en la escuela después de la cena David Soberanis, quien se sentaba en la parte de atrás del salón, llevando dos pares de guantes rojos de box colgados al cuello.

Cuando dio la hora de salida, nos encaminamos todos a la cancha, que a esa hora lucía semi desierta, a practicar como deporte, el box. “¡A ver, tú y tú que están al mismo nivel, de la misma estatura e igual peso!” nos decían Manuel Bates, el campeón Ricalde y, creo, el maestro Dini Marín (+), no sin antes advertirnos que no era una pelea, que lo tomáramos como deporte. Ellos fungían como managers y réferi, respectivamente.

Así fuimos practicando una especie de pugilismo, sin ninguna protección más que lo que nos daba el instinto para defendernos y dar sin que nos den.

Hasta ese entonces todo iba muy bien, nadie se quejaba de haber recibido una golpiza o de haber sufrido un accidente, una cortada o que le hayan dejado un ojo morado, hasta una buena noche.

Cada vez eran más los que se reunían en la cancha para ver una Pelea de Box de los émulos de Miguel Canto. No eran sólo los de segundo grado, se reunían también chamacos de todas las edades, principalmente los que estábamos en la secundaria. Sobra decir que todos conocíamos y todos jalábamos bien o, por lo menos, no teníamos ninguna rencilla con nadie.

Le ordena el campeón a Omar Zapata (+): “¡A ver, tú! Siéntate aquí. Te vas a dar con Tony, que está de tu calibre.” Sonriendo, Omar se coloca en la “esquina” que le habían señalado. Mientras a Tony le calzaban los guantes, no recuerdo quién se paró frente a él con el propósito de evitar que viera al rival que le habían puesto y que, por supuesto, ya no era Omar: el campeón Ricalde le estaba calzando los guantes a su “Pupilo”, de manera que ninguno de los incipientes pugilistas podía verse entre sí.

Al terminar de ajustar los guantes, se quitan los Managers de enfrente y se deja ver al rival de Tony: Tuta Torbellino –nunca supe cómo se llamaba–, un tipo más grande y más fuerte que él.

Tony hizo un gesto de asombro y temor al ver que le habían cambiado a su rival por uno más grande y corpulento que Omar. Los que estábamos viendo la escena empezamos anticipadamente a gozar la pelea, pues se esperaba que Tuta le diera una paliza al ingenuo Tony.

¡Box!” ordena el “Réferi” Diny Marín e inmediatamente se abalanza Tuta sobre el asustado hermanito de Pepe, quién sólo atinaba a defenderse de los amenazantes golpazos que le tiraba el hijo del Torbellino Maya que, dicho sea de paso, se lo quería comer de un solo golpe, ante la algarabía de todo el respetable

Y empieza la corretiza: Tony, con los ojos cerrados y con los brazos cubriéndose la cara, solo atinaba a defenderse y a correr alrededor de la cancha que servía de improvisado ring, mientras todo mundo gritaba y corría alrededor de los púgiles, animándolos a boxear: ¡Dale, Tony! ¡Síguelo Tuta! era el griterío general.

De pronto Tuta, escaso de técnica y envalentonado por los gritos de sus numerosos seguidores, se abalanza sobre el vecino de Ballena, tundiéndolo sin ton ni son, despreocupado totalmente de su defensa. Tony, quién sabe de dónde, saca un potente volado de derecha que le atina al mero mentón, cayendo estrepitosamente Tuta, completamente noqueado.

Todo mundo a correr, asustado por lo que acabamos de ver. Pensamos que algo malo le había pasado al hermanito de Met, quien yacía tendido en la cancha, totalmente fuera de este mundo. Tony estaba parado junto a él, riendo de manera nerviosa, atónito e incrédulo por su repentino y contundente triunfo. Como que no entendía bien lo que había hecho: ¡noqueó de manera fulminante a su rival, mucho más grande y fuerte que él dejándonos sorprendidos a todos!

Los que realmente estaban asustados eran los improvisados mánayer y el réferi. ¡Que traigan un poco de agua! ¡Abanícalo!, decían desesperados, mientras trataban de ayudar al hermanito de Reyna Torbellino a recuperarse.

Poco a poco nos fuimos acercando los que momentos antes estábamos dándoles ánimo. De pronto, abre los ojos y poco a poco va recobrando el sentido el hermano de Fredy, junto con todos los que ahí estábamos esa noche, principalmente de los espontáneos manejadores.

Cuando Tuta se incorporó, todo era risas y bromas entre los repentinos y numerosos admiradores de Tony.

Afortunadamente, la cosa no pasó a más ni se dio ningún tipo de venganza entre los que se habían dado un “entre” de box amateur.

Cabe señalar que David Soberanis siguió llevando los guantes y las Peleas se siguieron dando después de este contundente KOT entre David y Goliat o, como se dice en el argot boxístico, entre un boxeador y un fajador.

Escribo esta anécdota con el sentimiento de aquellos tiempos en los que todos éramos amigos de todos, jugábamos de manera sana, sin rencores, sin vicios; nuestra época de oro como jóvenes que éramos, de familias unidas con amigos comunes, de amigos, de nuestra vida en comunidad. Si bien teníamos muchas carencias, las suplíamos con la cantidad de amigos de allá.

Si de anécdotas se trata, creo que todos tenemos una especial para compartir con nuestros hermanos y… ¡que viva la Colonia!

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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