Editorial
DON VÍCTOR CERVERA PACHECO
Hemos hecho alusión en semanas anteriores a un compañero universitario nuestro con el que nos identificamos a plenitud en pensamiento y acciones.
Su vocación de servicio público ha marcado un antes y un después en la vida política y económica de Yucatán. Su entrega al servicio público lo califica históricamente como el mayor impulsor de la economía de Yucatán en la última parte del siglo anterior. El Yucatán de ahora se yergue firme como un faro económico en el desarrollo peninsular.
Su carisma y ejemplo de trabajo firme le han hecho un sitio relevante en la historia peninsular.
Y no es para menos, porque fue él quien condujo, con un liderazgo sólido, la tarea de crear cimientos firmes a una economía que cumpliese con las expectativas de los yucatecos de finales del siglo anterior e inicios del presente.
La visión del joven soñador de un mejor y más justo Yucatán para todos la tornó en realidad gloriosa de un pueblo fuerte en la historia y orgulloso de sus raíces.
Le llamaron soñador, sin percibir que su mente estaba bien despierta. Acalló a sus adversarios con el trabajo más consistente del fin de siglo precedente: el sembrador de piedras –como le decían– logró abrir al mundo un Puerto de Altura en Progreso.
El que quisieron hacer creer en un campo improductivo, les acalló y demostró que el campo es generoso. Lo mostró así con la diversificación productiva, explotó toneladas de papaya maradol y otros productos.
Con el aprovechamiento de las manos mágicas de la mujer yucateca se produjeron prendas de vestir con calidad de exportación.
Llegaron programas y beneficios a las amas de casa y a los transportistas, a los pequeños productores, a los ganaderos.
La mano de obra de los yucatecos se utilizó como en pocas ocasiones antes. Se reconoció su calidad a nivel mundial.
El caduco esquema de un parasitismo subsidiado pasó a la historia desde este gobierno ejemplar.
Y lo más importante: nos devolvió a los yucatecos la confianza en nosotros mismos, rescató nuestro orgullo como pueblo, nos reintegró a los espacios históricos que nuestros ancestros ganaron a pulso.
Las nuevas generaciones deben reafirmar y fortalecer su autoestima.
Por ello, el legado de ese gobernante ejemplar no debe, jamás, quedar para el olvido.