Artes
En artículos anteriores (“La Invocación de Remedios Varo” y “Remedios Varo (1908-1963) y Cesare Baglione (c.1550-1615)”) hablé de la relación que se puede establecer entre dos de las obras de esta pintora surrealista y algunas características propias del Manierismo y del Barroco (siglos XVI-XVIII). Tal acercamiento entre periodos tan distintos de la historia del Arte no sólo se puede defender invocando a George Kubler y su idea de “secuencias” artísticas, sino también a otros autores como Eugenio d’Ors y su teoría de los “eones”.
De manera aún más precisa, uno puede recurrir a Gustav René Hocke, quien estableció claramente en El mundo como Laberinto. I. el Manierismo en el arte europeo de 1520 a 1650 y en el actual las afinidades que ligan entre sí al Manierismo del siglo XVI con el Surrealismo del siglo XX. Que todos estos autores hayan pasado de moda o se consideren “rebasados” por la gran mayoría de los académicos es completamente irrelevante, ya que las humanidades no son ciencias puras.
En México, una de las correspondencias más evidentes entre el espíritu del Manierismo y el del Surrealismo es, por supuesto, la que podemos establecer entre el jardín escultórico de Edward James (1907-1984), en Xilitla, y el Parque de los monstruos de Bomarzo, en Italia, ideado para el duque Pier Francesco Orsini (1523-1583).
No sólo la intención de crear un universo fantástico en medio de la naturaleza une estas dos manifestaciones artísticas, a pesar de las enormes diferencias formales, sino que la personalidad de Edward James –rico y “excéntrico” heredero cercano a la nobleza inglesa que apoyó a artistas como Dalí, Magritte y Leonora Carrington–sin duda tiene cierta afinidad con la del Duque Pier Francesco Orsini, mecenas renacentista que vio en el Arte y en la Fantasía una forma de distinguirse de sus contemporáneos.
Como quiera que sea, es significativo que fueran los surrealistas quienes sacaran del olvido el parque de Bomarzo. Un olvido, por cierto, en el que lo habían empezado ya a sumir los descendientes directos del duque después de su muerte, según nos dice la escritora Claude Artaud en su célebre libro Les palais du rêve (Los palacios del sueño): “Aquellos monumentos, productos de una imaginación que dejaba hablar todos los deseos a través del estilo de una época, eran para [los surrealistas] una manifestación del inconsciente, del espíritu, de una tendencia, de una época de la que querían ser los herederos. André Breton, Cocteau, Dali, más tarde Pieyre de Mandiargues hablaron de Bomarzo como de un sitio excepcional.” (Claude Arthaud, Les Palais du rêve, p. 260).
Aún más interesante es que la misma Arthaud ligue la fascinación que sintieron los Surrealistas ante Bomarzo con su interés por las artes entonces llamadas “salvajes” o “primitivas” (Les palais du rêve fue escrito en 1970). Así, nos dice: “Ellos [los surrealistas] quizás amaron, a través del surrealismo de aquellas figuras y el simbolismo de ese curioso jardín, aquello que amaron más en las artes salvajes: un aspecto primitivo del arte simbólico.” (ibid.)
Por supuesto, en la magna obra que constituyó Xilitla, se reconoce una necesidad de regresar al paraíso perdido fácilmente asociable con el espíritu del llamado “primitivismo”, como de alguna manera lo hizo evidente Irene Herner en su libro Edward James y Plutarco Gastélum en Xilitla: El regreso de Robinson.
Se asoma aquí una confluencia atemporal entre el espíritu del Surrealismo, del Manierismo y del llamado “primitivismo” que, sin duda, augura interesantes reflexiones para el futuro.
ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU