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Educación y Crecimiento

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Editorial

…en vez de Pan y Circo

¿A quién conviene que una sociedad no se eduque, que eleve su nivel de comprensión y, entonces, pueda ejercer su poder de crítica y de acción? A esos populistas, políticos y líderes de ideas caducas, que usan la vieja estrategia de pan y circo con tal de embrutecer y acallar, reforzando la cultura del mínimo esfuerzo y de la conveniencia, conservando así sus privilegios.

El moderno pan y circo que reciben nuestros conciudadanos son los múltiples “apoyos” que compran consciencias y ayudan a quienes los otorgan escabullirse de los escándalos, acompañadas de cortinas de humo que distraen la atención de lo verdaderamente importante: la siembra de semilla –esfuerzo, educación, solidaridad– que, al cosecharse, nos permita avanzar como nación a través de la manifestación de valores positivos, de la construcción de patrimonio nacional, en vez de contribuir a la cultura de la muerte y de la dádiva.

El manido argumento “siempre ha sido así”, acompañado del que dice que “los que estaban antes también lo hacían”, reflejan la pobre exigencia de cuentas, solapando la rampante corrupción que no es nueva, pero que en este sexenio alcanza niveles de desfachatez escandalosos, al revestirlos de magnas obras con dudoso beneficio, pero exorbitante gasto.

Romper el ciclo vicioso en que nos encontramos no es tarea de un dirigente político –por las razones que se indicaron anteriormente simplemente no lo harán– sino de cada uno de nosotros. La cultura y la educación son herramientas integrales de un mejor mañana.

A la vista están los resultados de esta administración.

La pregunta que debemos hacernos, sin vernos el ombligo, es si vemos avances palpables en nuestro entorno, si respiramos tranquilidad, si los servicios han mejorado, si están dándose las condiciones que permitan que las generaciones que vienen detrás de nosotros vivan mejor que nosotros. ¿En realidad vamos bien y todo está en paz? ¿Podemos transitar libremente y sin temor por las carreteras del país, o por las calles de nuestras ciudades? ¿Lo podrán hacer nuestros hijos, nuestros nietos?

Como ciudadanos, nos toca exigir mejores escuelas, mejores maestros, mejores instituciones de salud y de atención a la ciudadanía. El primer paso es elegir conscientemente y sin egoísmos a la persona que pueda llevarnos a un mejor destino, que acepte las acotaciones que seguramente deberemos indicarle, que dirija el rumbo hacia el bienestar y la inclusión.

En estos turbulentos días que vivimos, quien se arriesga a pensar y ofrecer una opinión contraria a la de un populista corre inmediatamente riesgos entre los cuales, penosamente, aumenta la probabilidad de perder la vida debido al fanatismo del cual se rodean.

Siempre es más oscuro antes de que amanezca. Ojalá que lo que vivimos ahora pronto sea reemplazado por el amanecer que nos merecemos, y los que vienen detrás, como nación.

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